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descargar libro - Biblioteca Virtual Universal

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En el número 13 de la Gaceta de Lima, correspondiente al 18 de abril de<br />

1804, apareció la noticia de que el día 6 en la chacra del Pino propiedad<br />

del marqués de Fuente Hermosa, a media legua de la ciudad, una negra<br />

terranova, llamada Asunción, había parido un pichón de paloma.<br />

Aquello produjo indescriptible sensación en Lima, y todos se empeñaron por<br />

ver el fenómeno, que dentro de un frasco de cristal lleno de alcohol<br />

mostraba a sus amigos el comadrón Larrinaga.<br />

En un anónimo, que el autor del <strong>libro</strong> atribuye a don Hipólito Unanue, se<br />

dijo que el pichón palomino era un trampantojo, frase que bastó para sacar<br />

de quicio al bueno de don José Pastor, quien alquiló un cuarto en la casa<br />

de la Pila, calle del Arzobispo, y allí puso en pública exhibición el<br />

fenómeno.<br />

Tomó con este motivo creces la novelería popular, el pichón palomino fue<br />

tema de todas las conversaciones y los hombres de ciencia se vieron<br />

comprometidos a dar una opinión.<br />

No carecía el Perú de eminencias científicas. Teníamos un Unanue, un<br />

Dávalos, un Valdez, un Tafur, un Pezet y un Chacaltana, médicos cuyo<br />

renombre ha llegado hasta nuestros días.<br />

Dávalos, el laureado en la universidad de Montpellier, y Valdez, el<br />

admirable traductor de los Salmos, se encargaron de hacer la disección<br />

anatómica del avechucho, en cuya molleja encontraron algunos granos de<br />

trigo. Larrinaga dijo que esto era superchería de Dávalos, y protestó del<br />

examen anatómico. Mas a pesar de la protesta, la opinión de los seis<br />

facultativos fue unánime: «Que había hecho muy mal Larrinaga en alborotar<br />

al público por un pedazo de carne que así era pichón como ellos<br />

arzobispos».<br />

Entonces se echó Larrinaga a escribir el <strong>libro</strong> que ocho años después<br />

—146salió impreso. Insiste en su creencia de que aquel era palomino<br />

hecho y derecho; y cuenta que, en la calle de San Ildefonso, del huevo de<br />

una gallina se extrajo un feto con figura humana; que una mujer parió<br />

cinco ratones, a los que un gato que había en la casa se manducó sin<br />

ceremonia, y que hubo otra prójima, a quien llamaban la hija de vaca,<br />

porque realmente lo era. ¡Candoroso debió ser don Pastor Larrinaga, mi<br />

paisano!<br />

Don José Pastor de Larrinaga es autor de la Oración gratulatoria que en<br />

1781 dirigió la Real y Pontificia Universidad de San Marcos al virrey<br />

Jáuregui, pieza literaria de escasísimo mérito, y publicó también en el<br />

Mercurio Peruano en 1792 unos pobres versos, con pretensiones históricas,<br />

sobre los Incas y los virreyes del Perú.<br />

De dos disertaciones profesionales que hizo imprimir, sólo conocemos el<br />

título. La una trata de un aneurisma en el labio inferior, curado con la<br />

operación del pico de liebre, y la otra es sobre si las mujeres pueden o<br />

no convertirse en hombres.<br />

En la época en que ya nos invadía la fiebre de independencia, el viejo<br />

Larrinaga se jactaba de ser godo intransigente, y en prueba de su amor por<br />

Fernando VII, hizo colocar en el salón de su casa un retrato al óleo del<br />

monarca, con esta quintilla de caprichosa estructura:

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