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las cuatro P P P P de Lima».<br />

Aquella noche fue el acertijo tema obligado de conversación en la tertulia<br />

de Su Ilustrísima; y como nadie diese en bola y fuesen los asistentes<br />

cortesanos y aduladores, dijo un canónigo:<br />

-¿A qué devanarnos más los sesos, caballeros? Las cuatro P P P P quieren<br />

decir Pedro, Pablo, Pardo, Perulero.<br />

Y todos aplaudieron, y ya a darse por ejecutoriada la lisonjera solución,<br />

cuando entró de visita un caballero limeño que estaba a la sazón —82<br />

de tránsito en Guatemala, y que a juzgar por la gallardía y compostura de<br />

su persona y traje, debía ser hombre de fuste, de mucho fuste.<br />

Vestía el tal sombrero caramanduca con toquilla de cinta de la China,<br />

asegurada por hebilla de oro guarnecida de brillantes, abrigándose el<br />

cuello con un pañuelo de clarín, bordado de seda negra. La capa era de<br />

paño azul de Carcasona, y la chupa de terciopelo negro con botones de oro.<br />

Los calzones eran de los llamados de tapabalazo, también de terciopelo, y<br />

remataban sobre la rodilla con una charretera de tres dedos de ancho, de<br />

galón de oro. Las medias eran de las mejores de seda filipina y los<br />

zapatos de cordobán de lustre, a doble suela, con estrellita de oro sobre<br />

el empeine. En la mano lucía seis o siete riquísimas tumbagas, y de un<br />

ojal de la chaquetilla pendía gruesa cadena con esmeraldas por eslabones.<br />

La camisa parecía ser de finísimo elefante (imitación de olán batista),<br />

con tres andanadas de trencillas de Quito y encarrujados de encaje de<br />

Flandes.<br />

Descrito el traje, mis lectores convendrán conmigo en que no era un<br />

pelafustán, sino muy empingorotada persona, el limeño que de visita<br />

entrara en el salón de su paisano el arzobispo.<br />

-A buen tiempo llega vuesa merced -le dijo el arzobispo, después de las<br />

fórmulas de saludo-, que estos caballeros anclan, desde hace una hora,<br />

dándose cabeza con cabeza por desenmarañar cierto enigma.<br />

Y lo puso al tanto de lo que ocurría.<br />

-¡Bah, bah, bah! -contestó el limeño sacando una caja de oro, que bien<br />

pesaría libra y media, y sorbiendo una narigada del cucarachero-. ¿Y en<br />

tan poca agua se ahogaban vuesas mercedes? Pues sepan, de hoy para<br />

siempre, que las cuatro P P P P de Lima son Pila, Puente, Pan y... Peines.<br />

Yo sabía que el virrey Amat, cuando su querida la Perricholi le preguntaba<br />

qué novedades había en Lima, solía contestar: «La Pila, el Puente y el<br />

Pan, como se estaban se están»; pero esto de los Peines..., ¡cuerno!, la<br />

verdad sea dicha, no estaba en mis <strong>libro</strong>s. Cierto que este virrey, entre<br />

los juegos de aguas que proyectó para un paseo público, llegó a ver<br />

concluida una cascada (que hoy no existe) conocida con el nombre de los<br />

Peines; pero a ella mal podía aludir, un cuarto de siglo antes, el mitrado<br />

de Guatemala.<br />

Ahora, en el último tercio del siglo XIX, prometo yo de regalo, no los<br />

cincuenta duros y el refresco del curioso coplero guatemalteco, sino...<br />

cualquiera futesa que no sea plata ni cosa que lo valga..., al que me

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