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descargar libro - Biblioteca Virtual Universal

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«Si a la Europa el egoísmo<br />

de los pueblos y los reyes<br />

la ha postrado en un abismo,<br />

le dará América leyes<br />

de patriotismo».<br />

Larrinaga murió en Lima en 1823, habiendo sido el médico favorito del<br />

egregio Morales y Duárez, limeño que presidió las Cortes españolas del año<br />

12, y de las casas de los condes de Velayos, Torre-Velarde y otras no<br />

menos aristocráticas de esta ciudad de los Reyes.<br />

Pero como no exista obra tan mala en la que no se encuentre siquiera un<br />

dato que interese, hay en el <strong>libro</strong> de nuestro compatriota Larrinaga<br />

curiosas noticias sobre la resistencia de ciertos médicos devotos para<br />

recetar la quina, porque ese específico tenía, según ellos, virtudes que<br />

únicamente el diablo podría haberle comunicado. «Lo mismo -añade don José<br />

Pastor- ha pasado con la vacuna; pues sacerdotes llegaron a predicar en el<br />

púlpito que el demonio había dado a Job las viruelas por medio de la<br />

inoculación».<br />

Quien haya leído el Diente del Parnaso, de Juan de Caviedes, recordará<br />

—147que el único cirujano romancista del siglo XVII a quien no<br />

maltrata la cáustica musa del Quevedo limeño, es don José Rivilla, del<br />

cual sólo habla en el memorial en que aconseja al duque de la Palata que<br />

en vez de enviar buques contra los corsarios ingleses mande médicos.<br />

José Rivilla es ligero<br />

bajel de corso tirano,<br />

aunque por tanta obra muerta<br />

bien pudiera ser pesado.<br />

Larrinaga elogia con entusiasmo a Rivilla, y sostiene que fue éste, y no<br />

don Pedro de Peralta, el autor del <strong>libro</strong> Desvíos de la naturaleza,<br />

generalmente atribuido al poeta de «Lima fundada».<br />

El que tenga flema para enfrascarse en la lectura de las 150 primeras<br />

páginas de la Apología del pichón palomino, pensará que el autor se<br />

propuso sólo escribir un <strong>libro</strong> de controversia científica, y acusar de<br />

ignorantes a sus compañeros Unanue, Valdez, Dávalos, Pezet, Tafur y<br />

Chacaltana. Tenga paciencia y apure las últimas páginas. En ellas verá que<br />

el librejo es también un batiborrillo político.<br />

Partiendo del principio popular de que los cometas y fenómenos auguran<br />

pestes, guerras y demás calamidades públicas, saca en limpio Larrinaga,<br />

después de encomiar mucho a su rey Fernando y de poner como estropajo al<br />

príncipe de la Paz don Manuel Godoy, que el pichón palomino nacido en Lima

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