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fue..., (adivinen ustedes)..., nada menos que Pepe Botellas, como llamaban<br />

los españoles al hermano de Napoleón.<br />

—148<br />

No se pega a la mujer<br />

Cuentan de un zapatero, que por un quítame allá esas pajas sacudía las<br />

costillas a su conjunta, y no porque ella diera motivo para que de su<br />

señor y dueño dijeran lo que reza esta copla popular:<br />

«Encontré a tu marido<br />

manos a boca;<br />

fui corriendo y le dije:<br />

«¡Carnero, topa!».<br />

En una de las peloteras entre los cónyuges, acudió a poner paz un su<br />

compadre, pulpero catalán y hombre de peso, nada parecido al que dijo:<br />

«Compadre, yo he visto un toro<br />

en la plaza de Jerez.<br />

¡Compadre, si usted lo viera!<br />

¡Todo parecido a usted!».<br />

-¿Cómo es eso? -gritó-. ¿Se olvida usted, compadre, de que lleva<br />

pantalones, y desciende hasta la indignidad de pegarle a una débil mujer?<br />

-¡Así, compadre! -dijo gimoteando la zapatera-. Ríñalo usted duro a ver si<br />

tiene vergüenza y no vuelve a maltratarme.<br />

Alentado el catalán continuó la reprimenda:<br />

-A la mujer, compadre, nunca se le pega..., nunca..., ¿lo entiende usted?<br />

Nunca... más que una sola vez, y eso hasta dejarla en el sitio patitiesa<br />

para que no llegue a contar el caso a las vecinas y ande en lenguas el<br />

nombre del marido. O se pega en regla o no se pega.<br />

Doctrina completamente opuesta a la del pulpero profesaba el gran mariscal<br />

de Ayacucho Antonio José Sucre; pues al no están mojados mis papeles, ni<br />

miente mi amigo Luis Capella Toledo, presentósele un día al Mariscal una<br />

rabona con el cuerpo magullado y la cara ensangrentada, quejándose de que<br />

así la había puesto su marido, sargento primero del batallón Rifles.<br />

—149<br />

Sucre, el impecable, como lo llamaba Bolívar aludiendo a su pureza de<br />

costumbres y a sus delicadezas para con las hijas de Eva por humilde que<br />

fuera la condición de éstas, le preguntó colérico:

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