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Precisamente no había entonces limeña que no usara faldellín con aro, lo<br />
que era una especie de guarda infante más exagerado que el de las<br />
españolas; y en materia de escotes, por mucho que los frailes sermonearan<br />
contra ellos, mis paisanitas erre que erre.<br />
Todavía prosigue la real pragmática:<br />
«Y asimismo se prohíbe que ninguna mujer que anduviere en zapatos,<br />
pueda usar ni traer verdugados, virillas claveteadas de piedras<br />
finas como esmeraldas y diamantes, ni otra invención ni cosa que<br />
haga ruido en las basquiñas, y que solamente pueda traer los dichos<br />
verdugados con chapines que no bajen de cinco dedos. Ítem, a las<br />
justicias negligentes en celar el cumplimiento de esta pragmática se<br />
les impone, entre otras, la pena de privación de oficio».<br />
Y al demonche de las limeñas, que tenían (y tienen) su diablo en calzar<br />
remononamente, por aquello de que por la patita bonita se calienta la<br />
marmita (refrán de mi abuela), ¡venirles el rey con pragmáticas contra el<br />
zapatito de raso y la botina!... ¡Vaya un rey de baraja sucia!<br />
¡A ver si hay hogaño padre o marido que se atreva a legislar en su casa<br />
contra el taquito a la Luis XV! Desafío al más guapo.<br />
Con una rica media<br />
y un buen zapato,<br />
siempre harán las limeñas<br />
pecar a un beato.<br />
Afortunadamente, la Real Audiencia, después de discutirlo y alambicarlo<br />
mucho, acordó dejar la pragmática en la categoría de hostia sin consagrar.<br />
Es decir, que no se promulgó por bando en Lima, y que Felipe II encontró<br />
aceptables las observaciones que, respetuosamente, formularon los oidores,<br />
celosos de la tranquilidad de los hogares, quietud de la república y<br />
contentamiento de los vasallos y vasallas.<br />
—40<br />
El día, que había empezado amenazando tempestad, terminó placenteramente y<br />
con general repique de campanas.<br />
Por la noche hubo saraos aristocráticos, se quemaron voladores y se<br />
encendieron barriles de alquitrán, que eran las luminarias o iluminaciones<br />
de aquel atrasado siglo, en que habría sido despapucho de febricitante<br />
soñar con la luz eléctrica.