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Guancavelica, la industria minera ha sido y es la que más brazos ocupa,<br />
sobre todo cuando estuvieron en laboreo activo los azogues de Santa<br />
Bárbara y las minas de plata de Castrovirreina.<br />
En la gentilidad, y antes de ser incorporados al imperio, los<br />
huancavelicanos hacían a sus ídolos de piedra sacrificios de víctimas<br />
humanas. Después tuvieron templo o casa consagrada a las vírgenes del Sol,<br />
llamadas Huairan aclla, y cuyo número fijo era de quinientas. La que<br />
faltaba a sus votos de doncellez perpetua era ahorcada por los pies.<br />
¡Pobrecita!<br />
II<br />
—77<br />
Doña María Rita Zubizarreta de San Martín era por los años de 1715 la dama<br />
de más campanillas y de mayor caudal que habitara en Guancavelica. Sus<br />
haciendas y minas le producían una renta de treinta mil duros mal contados<br />
al año, la que invertía en la construcción del santuario del Señor de<br />
Acoria, que, según la popular conseja, fue una imagen de Cristo aparecida<br />
como la del Señor de los Milagros que veneran las nazarenas de Lima.<br />
Doña María Rita, después de señalar renta para el santuario y<br />
mantenimiento del capellán, dedicó su fortuna a la fábrica del suntuoso<br />
templo de San Francisco, notable por la belleza de su arquitectura, por el<br />
artístico tallado de los retablos y por todo lo que constituye el lujo de<br />
una casa consagrada a Dios.<br />
La señora, a pesar de su gran riqueza, teníase por criatura muy<br />
desdichada. Quince años llevaba de matrimonio, y carecía de fruto de<br />
bendición. Al fin, San Francisco hizo el milagro de que se la abultara el<br />
vientre, desopilándose con el nacimiento de un niño.<br />
Y al leer esto, no me venga alguno echándola de malicioso y trayendo a la<br />
memoria el cuento de que en una nave de cierta iglesia pedía un lego<br />
limosna para los huerfanitos, a la vez que en la opuesta hacía otro igual<br />
petitorio para reparaciones del templo.<br />
«¡Para los pobres niños de la Inclusa!», o decía el uno. «¡Obra de nuestro<br />
padre San Francisco!», contestaba el otro; que doña María Rita era honrada<br />
a carta cabal, y como la mujer de César, superior a sospecha pecaminosa.<br />
No era ella como el judaico usurero Juan de Robres, que en el trance de<br />
morir y para <strong>descargar</strong> la conciencia de picardías,<br />
hiciera un santo hospital<br />
(como antes hizo los pobres)<br />
En 1760 fray Pedro de San Martín y Zubizarreta era guardián de los<br />
franciscanos en el convento de Guancavelica, edificado con los caudales de