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-Abrázame, Rodrigo Peláez. ¿No me reconoces?<br />

El capitán Zapata era el visir de Argel.<br />

IV<br />

La vida aventurera de Zapata la relataremos brevemente.<br />

Muchacho de doce años se embarcó como grumete, y un naufragio lo llevó a<br />

las costas de España, donde vagando de pueblo en pueblo, vivió como a Dios<br />

plugo ayudarlo durante seis años. Vínose al Perú, alistose en la milicia,<br />

pasó a Potosí y enriqueció.<br />

En los seis meses de su residencia en Cádiz diose maña para poco a poco<br />

trasladar a Argel su cuantiosa fortuna. Con ella y con lo despejado de su<br />

ingenio alcanzó a conquistarse el cariño del sultán, quien lo elevó al<br />

rango de visir.<br />

Su fervor religioso en América y España fue la máscara tras la que se<br />

escondía el más fiel de los sectarios de Mahoma. Cuando en 1570 se<br />

estableció la Inquisición en el Perú, empezó el capitán Zapata a recelar<br />

que por ponerse camisa limpia en viernes, no comer gallina degollada por<br />

mano de mujer, lavarse los brazos de las manos a los codos, o cualquiera<br />

futesa del rito de Mahoma, llegara a descubrirse la superchería y a<br />

intimar relaciones con el Santo Oficio. Por eso se apuró a vender la mina<br />

y poner mar de por medio entre él y los hombres de la cruz verde.<br />

—29<br />

Refranero<br />

I<br />

Estar a tres dobles y un repique<br />

Vitigudino en Castilla era allá en las mocedades del festivo poeta y señor<br />

de la Torre de Juan de Abad, un pueblo de mil vecinos con no pocos<br />

turrones de buen cultivo. Los vitigudinenses parecían de raza de<br />

inmortales: todos llegaban a viejos, y hacían la morisqueta del carnero lo<br />

más tarde que posible les era. Así es que el cura y el sacristán poco o<br />

nada pelechaban con misas de San Gregorio, responsos, entierros y cabos de<br />

año.

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