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seguirme; porque si no, suelto la pluma y queda el artículo como el cuento<br />
de las cabras de Sancho-. Conque hemos dicho (¡fíjense bien!) un hijo y<br />
tres hijas.<br />
Primero. Don Diego de Santa Cruz y Centeno, conde de San Juan de<br />
Lurigancho como su padre, y como él tesorero de la Real Casa de Moneda,<br />
casó con doña Mariana Querejazu, y de su matrimonio con la dicha tuvo una<br />
sola hija que se llamó doña Mercedes. Esta doña Mercedes casó con don<br />
Sebastián de Aliaga y Colmenares, marqués de Celada de la Fuente, y llevó<br />
a la casa de los descendientes del conquistador Jerónimo de Aliaga los<br />
títulos de conde de Lurigancho y de San Pascual Bailón, y la tesorería de<br />
la Moneda. A la muerte de doña Mercedes pasó la tesorería a su hijo mayor<br />
don Juan de Aliaga y Santa Cruz, padre de don Juan de Aliaga y de la<br />
Puente, nuestro ex ministro de Gobierno, Policía y Obras —125<br />
Públicas, y ex guardiamarina en uno de los barcos de guerra en que allá en<br />
los tiempos de mi mocedad dragoneaba yo de comisario en nuestra difunta<br />
escuadra.<br />
Segundo. Doña Narcisa Santa Cruz y Centeno, que casó con don Fernando<br />
Arias de Saavedra, marqués de Moscoso, de quienes fue hijo el coronel don<br />
Francisco Arias de Saavedra, conde de Casa Saavedra, famoso sportman o<br />
jinete de aquellos tiempos, y abuelo por línea materna de nuestro querido<br />
amigo y compañero en la Real Academia Española don José Antonio de<br />
Lavalle.<br />
Tercero. Doña Julia Santa Cruz y Centeno, que casó con don Javier Buendía<br />
y Soto, marqués de Castellón y Alférez Real hereditario de esta muy noble<br />
y leal ciudad de los Leyes. Tuvieron por hijo a don Juan Buendía y Santa<br />
Cruz, quien por enlace con doña Leonor Lezcano tuvo a don Juan Buendía y<br />
Lezcano, el que casó con doña Josefa Carrillo de Albornoz, hija del conde<br />
de Montemar y Monteblanco; y a don Antonio Buendía y Lezcano, que se unió<br />
in facie ecclesiae con una señora Noriega. Don Juan Buendía y Lezcano no<br />
tuvo de su matrimonio más que una hija, que fue doña Clara Buendía y<br />
Carrillo de Albornoz, la procesada en 1819 por la Inquisición de Lima.<br />
Doña Clara después de haberse casado en primeras nupcias con su primo don<br />
Diego de Aliaga y Santa Cruz, en segundas con un colombiano Piedrahita que<br />
amaneció asesinado en su tálamo, en terceras con un señor Sotapoyer, y a<br />
quien la muerte impidió contraer el cuarto matrimonio y seguir despachando<br />
maridos al otro barrio, no dejó prole, pasando sus derechos al marquesado<br />
y al real alferazgo a la rama segundogénita. Esta rama es la proveniente<br />
del matrimonio de don Antonio Buendía y Lezcano con la señora Noriega,<br />
cuyo primogénito es nuestro excelente amigo el general don Juan Buendía y<br />
Noriega, marqués de Castellón y Alférez Real hereditario de la ciudad de<br />
Lima, lo primero in partibus infidelium y lo segundo en receso.<br />
No sé si el alferazgo costó a la casa de Buendía tanto como a la casa de<br />
Santa Cruz había costado la tesorería de la Moneda; pero sí sé que<br />
mientras ésta producía al año tres mil morlacos para ayuda del puchero,<br />
aquél no daba a los Buendía sino honores dispendiosos, como más adelante<br />
veremos.<br />
Cuarto. Doña Isabel de Santa Cruz y Centeno, que casó con don Diego de<br />
Castellón, marqués de Otero, cuya familia se extinguió en sus nietos: don<br />
Diego, coronel de artillería de ejército español, y don Francisco, cura de<br />
este arzobispado.