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alcalde de primer voto de la muy ilustre ciudad de Trujillo, en el Perú,<br />

el excelentísimo señor don Manuel Godoy, príncipe de la Paz, duque de<br />

Alcudia, ministro omnipotente de Carlos IV y amante idolatrado de la reina<br />

María Luisa, a la cual diz que en la guitarra solía cantarle con muchísimo<br />

salero esta copla:<br />

«Benditos los nueve meses<br />

que estuviste, que estuviste,<br />

en el vientre de tu madre<br />

para consolar a un triste».<br />

—95<br />

-Manuel -díjole una mañana a su valido el monarca español-, ¿cierto es que<br />

te han hecho alcalde?<br />

-Y tan cierto -contestó sonriendo el favorito- como que he aceptado la<br />

honra, y quiero acompañar la aceptación con algunas provisiones, que<br />

vuestra majestad firmará, haciendo mercedes a sus buenos y leales vasallos<br />

los trujillanos.<br />

Y sacó tres pliegos de la cartera.<br />

-Celebro que medres, hombre, y alégranme como propias tus bienandanzas.<br />

Trae, Manuel, trae -dijo Carlos IV, y sin leer el contenido, puso el<br />

sacramental-. Yo el rey.<br />

Por la primera de estas reales cédulas se acordaban muchas preeminencias<br />

al Cabildo y ciudad de Trujillo, y que el alcalde de segunda nominación<br />

desempeñase las funciones que a Godoy correspondían.<br />

Por la segunda se ennoblecía a la ciudad hasta donde ya no era posible<br />

más; porque se añadían a su escudo de armas tres reales de oro, en sautor,<br />

sobre las columnas de plata. Esto es metal sobre metal, lo que en<br />

heráldica vale tanto o más que ser primo hermano de Dios-Padre. Desde<br />

entonces los trujillanos blasonan, y con razón, de ser tan nobles como el<br />

rey. Lima, con ser Lima, no luce en su escudo de armas metal sobre metal.<br />

Honra tamaña estaba reservada para Trujillo.<br />

La última que, a mi escaso entender, era la morrocotuda, establecía que<br />

los buques pudieran ir directamente de Cádiz a Huanchaco, lo que importaba<br />

poner a Trujillo en condición superior a casi todos los pueblos del<br />

virreinato. Con tal condición, prosperidad y riqueza eran consecuencia<br />

segura para el vecindario.<br />

Cuando se recibieron en Trujillo estas reales cédulas, el obispo Sobrino y<br />

Minayo no pudo holgarse con la lectura de ellas; porque acababa de pasar a<br />

mejor vida, como dicen los que se precian de saberlo.<br />

¡Pero vean ustedes lo ingrata que es la humanidad y lo olvidadizos que son<br />

los pueblos! A pesar de gangas y mercedes de tanto calibre, Trujillo fue<br />

la primera ciudad del Perú que en el día de Inocentes (28 de diciembre de<br />

1820) proclamó en pleno Cabildo la independencia patria, extendiendo y<br />

firmando acta por la que los vecinos juraban defender, no sólo la libertad<br />

peruana, sino también (a usanza de los caballeros de Santiago, Alcántara y<br />

Calatrava) la pureza de María Santísima (sic). Mas parece que alguien hizo

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