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nombres y personas que, según constaba en los registros del Tribunal, eran<br />

infectos (descendientes de herejes), era el <strong>libro</strong> caso de Inquisición. Por<br />

ende, y con la calificación de un dominico que en un par de horitas hizo<br />

la digestión del <strong>libro</strong>, su señoría se echó sobre los ejemplares que aún<br />

quedaban en la imprenta de Jerónimo de Contreras, y mandó leer en la<br />

catedral y en las parroquias edicto conminando con pena de excomunión<br />

mayor a todo el que teniendo el <strong>libro</strong> no lo entregase en término de tres<br />

días al Santo Oficio.<br />

Era tan colosal el pánico que la Inquisición inspiraba a los candorosos<br />

vecinos de Lima, que apenas expirado el plazo tuvo el inquisidor Gaitán la<br />

complacencia de ver devorados en una hoguera, que se encendió en el<br />

panecillo de la casa del Tribunal, cuatrocientos sesenta y cuatro<br />

ejemplares de una edición que alcanzó a la cifra de quinientos ochenta,<br />

según lo consigna el escritor chileno Toribio Medina en el segundo tomo de<br />

su interesante Historia de la Inquisición de Lima, publicada en 1887.<br />

Ítem decretó su señoría que el heraldista fuese preso a las cárceles de la<br />

Inquisición; pero cuando acudieron por él los alguaciles ya el pájaro<br />

había volado, y con vuelo tan alto que no paró hasta Méjico, donde<br />

gobernaba como virrey el marqués de Gelves, deudo y favorecedor de don<br />

Pedro.<br />

En el tomo I del Nobiliario de Indias, impreso en Madrid en 1892, se<br />

encuentra un romance publicado en Lima contra el autor de la Ovandina y no<br />

pocas noticias sobre el <strong>libro</strong>.<br />

Alguien ha confundido al autor de la Ovandina con don Diego de Mexía el<br />

sevillano, autor de un tomo de poesías titulado Parnaso Antártico, impreso<br />

en Sevilla por los años de 1608, poeta a quien Pedro de Oña elogió<br />

calurosamente en dos de sus sonetos. La confusión nace de que don Diego,<br />

después de haber residido diez años en Lima consagrado al comercio, en que<br />

le fue prósperamente, se trasladó también a Méjico en 1596; esto es,<br />

veinticinco años antes de que apareciera el <strong>libro</strong> que la Inquisición<br />

enviara al cenicero.<br />

Como el brazo de la Inquisición era de una largura inconmensurable,<br />

alcanzó hasta Méjico, donde si bien no se enjauló al prójimo, se le<br />

previno que en caso de reimprimir el <strong>libro</strong> (si hallaba impresor capaz de<br />

cargar —43con una excomunión) o de dar a la estampa la segunda parte<br />

que de la Ovandina tenía prometida, no habría ya misericordia para él,<br />

sino mancuerda y tostón.<br />

Don Pedro Mexía de Ovando se trasladó a Guanajuato, donde entiendo que<br />

murió en 1636, habiendo antes contraído matrimonio con la hija de un<br />

acaudalado mercader. Barrunto también que no volvió a escribir más prosa<br />

que la de los billetes amatorios a su novia, si es que para engatusar a la<br />

muchacha tuvo necesidad de gastar tinta, escarmentado como debió quedar<br />

con el recio peligro en que la pluma lo pusiera.<br />

II

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