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El pacayar tenía que ser delicioso para un matrimonio en plena luna de<br />
miel.<br />
Dos o tres meses después, estando Terry tomando té con su esposa en el<br />
salón de la quinta, fue asesinado por una partida de bandoleros.<br />
El pacayar sigue perteneciendo a la infortunada viuda. Ella no ha querido<br />
restaurarlo, y el edificio amenaza ruina.<br />
Aunque aún se mantienen en pie, no están menos ruinosos los pacayares de<br />
Monte-Blanco y de Larrión. Ambos han pasado (ignoramos el cómo) a ser<br />
propiedad de la Congregación de la Virgen de la O.<br />
—[115]<br />
El conde de la Topada<br />
(A Eladio Caballero)<br />
Cancha de gallos<br />
Ni Rezabal, en sus Lanzas y medias anatas, ni autor alguno de los que<br />
sobre títulos nobiliarios del Perú escribieron, hablan del conde de la<br />
Topada. Y sin embargo título fue éste que existió en Lima, acordado, no<br />
por el rey, si no por la voluntad omnipotente del soberano llamado pueblo.<br />
Fue el caso que habiendo el monarca expedido título de conde al obispo del<br />
Cuzco don Juan de Castañeda Velázquez y Salazar en compensación de<br />
cuarenta mil duros que éste oblara generosamente para reedificar la casa y<br />
cárcel del Santo Oficio de la Inquisición de Lima, destruidas casi por el<br />
terremoto de 1746, el obispo transmitió la regia gracia a su sobrina doña<br />
Francisca Javiera de Castañeda, esposa del alcalde de Lima don Joaquín de<br />
Lamo y Castañeda.<br />
Muerta la condesa, pasó el título a su primogénito don Joaquín de Lamo y<br />
Castañeda, natural de Huaura, grefier del Toisón de Oro y vecino de<br />
Madrid, donde entregó el alma a Dios a fines de 1818. Este segundo conde<br />
de Castañeda de los Lamos debió ser un muy notable literato; y dígolo, no<br />
porque haya leído <strong>libro</strong>s suyos, que la verdad, ninguno ha caído bajo mi<br />
jurisdicción, sino porque el 32 de septiembre de 1818 la Real Academia<br />
Española le nombró académico de número, para ocupar el sillón —116H,<br />
vacante por muerte de García de la Huerta. Desgraciadamente nuestro<br />
compatriota no llegó a tomar posesión, porque falleció un mes más tarde.<br />
Lo reemplazó el historiador don José Antonio Conde, tan admirado por<br />
Moratín. En nuestros días el sillón H ha sido ocupado, entre otras<br />
eminencias de la literatura española, por don Salustiano Olózaga.<br />
Sin embargo de que no he tenido entre mis manos <strong>libro</strong>s de su señoría el<br />
conde, uno de sus biógrafos dice que escribió y publicó los tres<br />
siguientes: Idea general del Perú, Elogio del virrey Amat, Descripción de<br />
Carabaya.<br />
Muerto el conde-académico sin sucesión legítima, legó el condado a su<br />
primo el limeño don Manuel Díez de Requejo, criollo a las derechas,<br />
parrandista, jugador y mujeriego; en una palabra, mozo cunda, cumbianguero<br />
y de mucha cuerda. De a legua trascendía a protóxido de tunante.<br />
Y aquí empieza la tradición.