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que fue nuestro inca y señor el juramento de dar libertad a la patria<br />
esclavizada.<br />
Los presentes, con excepción de un mestizo llamado Jorge Gobea,<br />
extendieron el brazo derecho hacia el sitio donde se destacaba el ataúd, y<br />
contestaron: «Juramos».<br />
Y en procesión condujeron el cadáver a la cercana iglesia parroquial.<br />
Eran los acompañantes más de cuarenta entre mestizos e indios nobles,<br />
caciques, en su mayor parte, de los pueblos inmediatos a Lima.<br />
Al salir del templo de San Lázaro, el hijo de Chonqui estrechó la mano de<br />
cada uno de sus amigos, dándoles esta consigna:<br />
-Ten presente, hermano, el día de San Miguel Arcángel. Perseverancia y fe.<br />
Hasta entonces.<br />
-No lo olvidaremos -contestaban los conspiradores; pues ya habrá conocido<br />
el lector, que más que de dar sepultura al difunto, se trataba de alzar<br />
bandera contra España.<br />
Y los conjurados se alejaron silenciosos en direcciones diversas.<br />
Jorge Gobea, aquel que no había extendido el brazo para jurar, se encaminó<br />
a la plaza Mayor, donde paseando alrededor de la monumental pila, que no<br />
ostentaba el jardín, mármoles ni la cincelada verja de nuestros días, lo<br />
esperaba un embozado.<br />
-¡Y bien! -dijo éste al que llegaba-. ¿Has señalado ya el día?<br />
-Sí, excelentísimo señor -contestó el mestizo-. Todo se apresta para<br />
dentro de tres meses, en el día de San Miguel Arcángel.<br />
Y el virrey conde de Superunda, que no era otro el embozado, volteó la<br />
espalda al denunciante y enderezó sus pasos a palacio.<br />
III<br />
El 26 de junio fue día de gran alarma en la ciudad; porque el gobierno se<br />
echó a hacer prisiones, no sólo de indios principales, sino de algunos<br />
negros influyentes en las cofradías africanas.<br />
La causa, encomendada al oidor don Pedro José Bravo de Castilla, gracias a<br />
la aplicación de tormento a los reos, que es el medio más expedito para<br />
hacer cantar hasta a los mudos, quedó terminada el 20 de julio; y el 22<br />
seis de los caudillos fueron ahorcados y descuartizados, poniéndose las<br />
cabezas en escarpias sobre el arco del Puente y en las portadas de Lima.<br />
Muchos de los comprometidos fueron condenados a presidio perpetuo en<br />
Chagres, Ceuta y Juan Fernández.<br />
—85<br />
Tal fue el desenlace de la históricamente conocida con el nombre de<br />
conspiración de Amancaes.<br />
Don Pedro Antonio de Barroeta<br />
decimotercio arzobispo de Lima<br />
El virrey Manso de Velazco, en la Memoria o relación sobre los principales