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Don Diego Antonio de Parada<br />

decimoquinto arzobispo de Lima<br />

En la puerta de la iglesia había aparecido, pegado con engrudo, el<br />

siguiente pasquín:<br />

Sepan todos los agraviados de las alcabalas y de los nuevos<br />

impuestos, como el señor Emperador Tupac Amaru nos tiene notificados<br />

a todos sus amigos de esta provincia de Guarochirí como tenemos ya<br />

armas en las pascanas de Chicoxira, a cuatro leguas del pueblo de<br />

Yauyos, y en este cartel lo participo a los amigos de nuestro bando,<br />

para que ocurran al pueblo de Yauyos, donde se les habilitará de<br />

armas; pues ya no falta nada para el día citado en los dos vocablos<br />

de la seña. Valor, amigos, y... ¿quién sabe?<br />

No era éste el primer pasquín subversivo que aparecía en Yauli; pues dos<br />

meses antes, con motivo de unas danzas llamadas de los negritos y de una<br />

comparsa de pallas, la autoridad del pueblo había manifestado complacencia<br />

por las cabriolas de los primeros y desdén por el baile de los indios que,<br />

resentidos, pusieron este pasquín:<br />

«De tripas de negritos<br />

haremos cuerdas,<br />

para mandar chapetones<br />

a la...».<br />

El corregidor de Huarochirí don Vicente de Gálvez no dejó diligencia por<br />

hacer para descubrir quién era el padre de los cuatro regloncitos tan<br />

—89sucios como amenazadores; y aun el virrey Jáuregui envió desde Lima<br />

a un letrado para que ayudase al corregidor en la pesquisa. ¡Tiempo y<br />

tinta perdidos! Más de cincuenta indios principales fueron a la cárcel, y<br />

del sumario no apareció indicio acusador contra ninguno. Al fin, la<br />

autoridad tuvo que darles suelta; pero como en el pueblo había una<br />

muchacha de respingón y ojo alegre, conocida con el apodo de la Coquerita,<br />

oriunda de Huancayo, que sabía leer y escribir y que siempre andaba<br />

echando versos a sus galanes, por si era o no ella la autora del<br />

pasquincito, y sobre todo por hacer que hacemos y contentar al virrey,<br />

resolvieron corregidor y letrado expedir auto conforme a las ordenanzas de<br />

Birlibirloque, y desterrarla del pueblo en compañía de un su hermano,<br />

chico diestro en el sublime arte de la rufianería. Alguien debía pagar el<br />

picante, y la Coquerita fue la pagana.<br />

Don Diego del Garro

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