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en la provincia del Perú, digo: Que la justicia e regimiento de<br />
dicha cibdad, sin causa ni razón alguna, solamente por sus propios<br />
intereses e por enemistad que me tienen, fizieron cierto arancel,<br />
por el cual tassaron los precios que yo había de llevar por las<br />
ropas que fiziese; e no embargante que les pedí e requerí que lo<br />
revocasen e me desagraviasen, por ser fecho en perjuicio mío, e cosa<br />
nunca vista en estos reinos ni en todas las Indias, mayormente que<br />
gastaba con mi muxer, e fijos e casa, mucho más que se ganaba al<br />
dicho oficio, por estar la tierra muy cara, la dicha justicia e<br />
regimiento no lo quisieron fazer ni remediar. Suplico a Vuestra<br />
Majestad que, en la menor forma e manera que de derecho haya lugar,<br />
mande revocar lo prevenido e mandado por las dichas justicia e<br />
regimiento, que yo me presento ante Vuestra Majestad, en grado de<br />
apelación del agravio e injusticia que me fizieron, e pido<br />
ampliamiento de justicia».<br />
No sé si Carlos V mandó decretar la petición, porque eso no consta en los<br />
documentos que a la vista tengo.<br />
Al gobernador don Francisco Pizarro no le supo a mieles esto de que un<br />
pobre diablo de sastrecillo apelase, y ante el monarca, de la manera como<br />
en su gobernación se administraba justicia. Y presúmolo así porque<br />
paseando una tarde don Francisco por la calle de Guitarreros (hoy do Jesús<br />
María, en la vecindad de la Merced), calle donde vivía la madre de los<br />
hijos del conquistador, vio a Pedro Gutiérrez parado en la puerta de su<br />
tienda, y poniéndole la mano sobre el hombro, le dijo:<br />
-Hermano Pedro Gutiérrez, no sea cabeza dura y déjese de andar al morro<br />
con el Cabildo, que pez chico no come a peje grande. Aténgase a mi consejo<br />
y librará con ventura.<br />
-¿Y cuál es el consejo de su señoría?<br />
-Que del paño saque las hechuras.<br />
Pedro Gutiérrez quedó por un instante mirando con aire alelado al<br />
gobernador; mas luego diose una palmada en la frente, como diciéndose:<br />
«¡Ah, bruto! ¡Y no ocurrírseme cosa tan sencilla!». Sin embargo, como el<br />
sastre no era de los que dan puntada en falso, quiso ratificación, y<br />
preguntó:<br />
-¿Es paridad de consejo o chiste do su señoría?<br />
-Consejo, maestro, consejo... -y continuó don Francisco calle adelante.<br />
-Pues contando con la venia de su señoría, yo y mis compañeros nos<br />
atendremos al consejo.<br />
—12<br />
Y desde entonces los sastres de Lima se creyeron suficientemente<br />
autorizados para, sin escrúpulo de conciencia, sisar en la tela, lo que<br />
dio origen al refrán: Sastre y sisón, dos parecen y uno son.<br />
Barchilón