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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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17<br />

Tom salió a por los periódicos antes <strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la mañana siguiente. No traían nada. Supuso que tal vez no encontrarían el cuerpo hasta pasados varios días.<br />

Al fin y al cabo, la tumba don<strong>de</strong> lo había ocultado no era muy importante, sino más bien todo lo contrario, Y era poco probable que a alguien se le ocurriese acercarse<br />

a ella para admirarla. Tom se sentía seguro, a salvo, pero físicamente se encontraba fatal. Tenía una fuerte resaca que le hacía <strong>de</strong>tenerse en mitad <strong>de</strong> todo lo que<br />

empezaba. Incluso, al cepillarse los dientes, se <strong>de</strong>tuvo un momento para comprobar si su tren salía efectivamente a las diez y media o bien a las diez cuarenta y cinco.<br />

Salía a las diez y media.<br />

A las nueve ya estaba preparado, incluso había hablado con la signora Buffi para avisarla <strong>de</strong> que iba a permanecer ausente unas tres semanas, posiblemente más.<br />

No advirtió ningún cambio en el comportamiento <strong>de</strong> la signora Buffi, que, a<strong>de</strong>más, no hizo ningún comentario sobre el visitante americano <strong>de</strong>l día anterior.<br />

Tom trató <strong>de</strong> pensar en algo que pudiera preguntarle a la portera, algo que pareciese normal a la vista <strong>de</strong> las preguntas que el día antes había hecho Freddie, y<br />

que, al mismo tiempo, le indicase qué pensaba realmente la signora Buffi, pero no se le ocurrió nada, y <strong>de</strong>cidió no menear el asunto. Tom trataba <strong>de</strong> tranquilizarse<br />

diciéndose que todo iba bien, que no tenía motivos para preocuparse y que la resaca que le aquejaba no tenía razón <strong>de</strong> ser, ya que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, solamente se<br />

había tomado tres martinis y tres Pernods a lo sumo. Sabía que era cosa <strong>de</strong> sugestión mental, y que tenía una resaca porque había <strong>de</strong>cidido, el día antes, fingir que él y<br />

Freddie habían estado bebiendo mucho. Y en aquel momento, cuando ya no le hacía ninguna falta, seguía fingiendo, sin po<strong>de</strong>r remediarlo.<br />

Sonó el teléfono. Tom lo <strong>de</strong>scolgó y con voz taciturna dijo:<br />

—Pronto?<br />

—¿<strong>El</strong> signore Greenleaf? —preguntó la voz, en italiano.<br />

—Sí.<br />

—Qui parla la stazione polizia numero ottantatrè. Lei è un amico di un americano chi se chiama Fre<strong>de</strong>rick Millir?<br />

—¿Se refiere a Fre<strong>de</strong>rick Miles? Pues sí.<br />

La voz, con tono rápido y tenso, le informó que el cadáver <strong>de</strong> Fre<strong>de</strong>rick Miller había sido hallado aquella misma mañana en la Via Appia Antica, y que el signore<br />

Miller le había visitado a él el día anterior, ¿o acaso no era así?<br />

—En efecto, así fue.<br />

—¿A qué hora exactamente?<br />

—Sería cerca <strong>de</strong>l mediodía cuando llegó y se fue... quizá a las cinco o a las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, no estoy <strong>de</strong>l todo seguro.<br />

—¿Tendría usted la amabilidad <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>rnos a unas cuantas preguntas?<br />

»No, no hace falta que se moleste en venir a la comisaría. <strong>El</strong> investigador irá a verle. ¿Le parece bien esta mañana a las once?<br />

—Tendré mucho gusto en ayudarles si me es posible —dijo Tom, dando a su voz el tono <strong>de</strong> excitación apropiado a las circunstancias—. Pero ¿no podría ser<br />

ahora mismo? Debo salir <strong>de</strong> casa antes <strong>de</strong> las diez.<br />

La voz soltó una especie <strong>de</strong> quejido y dijo que lo dudaba, pero que procurarían complacerle. Si no les era posible ir antes <strong>de</strong> las diez, era muy importante que él<br />

permaneciese en su casa hasta que llegasen.<br />

—Va bene —contestó sumisamente Tom, y colgó el aparato.<br />

«¡Malditos sean!», se dijo, pensando que iba a per<strong>de</strong>r el tren y, a<strong>de</strong>más, por si fuera poco, el barco. Lo único que <strong>de</strong>seaba era salir, marcharse <strong>de</strong> Roma, y <strong>de</strong>l<br />

apartamento. Empezó a repasar lo que tenía que <strong>de</strong>cir a la policía. Resultaba tan sencillo que casi le aburría. No era ni más ni menos que la verdad absoluta. Habían<br />

estado bebiendo unas copas, Freddie le había contado cosas <strong>de</strong> Cortina, habían charlado mucho y finalmente Freddie se había ido, tal vez algo achispado pero <strong>de</strong> muy<br />

buen humor. «No, no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> adón<strong>de</strong> podía haber ido Freddie, aunque suponía que tenía alguna cita para la noche.»<br />

Tom entró en el dormitorio y colocó en el caballete una tela que había comenzado unos días antes. La pintura seguía húmeda en la paleta, ya que la había <strong>de</strong>jado<br />

en un recipiente lleno <strong>de</strong> agua en la cocina. Mezcló un poco <strong>de</strong> azul y blanco y empezó a añadir pinceladas al cielo gris azulado. En el cuadro predominaban los tonos<br />

rojizos y blancos empleados por Dickie y que Tom utilizaba para pintar los tejados y las pare<strong>de</strong>s que se divisaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ventana. <strong>El</strong> cielo era lo único que se<br />

apartaba <strong>de</strong>l estilo <strong>de</strong> Dickie, ya que el cielo invernal <strong>de</strong> Roma era tan lúgubre que Tom suponía que el mismo Dickie lo hubiese pintado <strong>de</strong> gris azulado en lugar <strong>de</strong><br />

azul. Tom pintaba con el ceño fruncido, igual que hacía Dickie al pintar.<br />

<strong>El</strong> teléfono volvió a sonar.<br />

—¡Maldita sea! —farfulló Tom, <strong>de</strong>scolgando el aparato—. Pronto!<br />

—Pronto! ¡Fausto! —dijo la voz al otro lado—. Come sta?<br />

Tom oyó la conocida risa juvenil y burbujeante <strong>de</strong> Fausto.<br />

—¡Ah, Fausto! Bene, grazie! Un momento —dijo Tom en italiano, imitando la voz distraída <strong>de</strong> Dickie—. He estado tratando <strong>de</strong> pintar... sólo tratando...<br />

Sus palabras estaban calculadas para que pareciesen dichas por Dickie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber perdido a un amigo como Freddie, pero dichas en una mañana normal<br />

<strong>de</strong> trabajo absorbente.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s venir a almorzar? —preguntó Fausto—. Mi tren sale para Milán a las cuatro y cuarto.<br />

Tom lanzó un gruñido, igual que Dickie.<br />

—Pues estoy a punto <strong>de</strong> salir para Nápoles. Sí, inmediatamente, ¡<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> veinte minutos!<br />

Pensó que si lograba librarse <strong>de</strong> Fausto entonces, no habría necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que la policía le había llamado. Las noticias sobre la muerte <strong>de</strong> Freddie no<br />

saldrían hasta la tar<strong>de</strong>, en la prensa vespertina.<br />

—¡Pero si estoy aquí, en Roma! ¿Dón<strong>de</strong> está tu casa? Te hablo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación —dijo alegremente Fausto, entre carcajadas.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> has sacado mi número <strong>de</strong> teléfono? —preguntó Tom.<br />

—¡Ah! Allora, llamando a información. Me dijeron que querías que tu número permaneciese en secreto, pero le conté a la chica un cuento larguísimo sobre un<br />

sorteo <strong>de</strong> la lotería que habías ganado en Mongibello. No sé si me creyó, pero hice que pareciese algo muy importante... ¡una casa, una vaca, un pozo e incluso un<br />

refrigerador! Tuve que llamar tres veces, pero finalmente la chica me dio el número. Allora, Dickie, ¿dón<strong>de</strong> estás?<br />

—No es eso, es simplemente que tengo que tomar ese tren, <strong>de</strong> lo contrario me gustaría almorzar contigo, pero...<br />

—Va bene, te ayudaré a llevar el equipaje! Dime dón<strong>de</strong> estás y pasaré a buscarte en un taxi.<br />

—No hay tiempo. ¿Por qué no nos vemos en la estación <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> media hora? Mi tren sale a las diez y media, para Nápoles.<br />

—Muy bien.<br />

—¿Cómo está Marge?

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