13.05.2013 Views

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Le vi firmar uno <strong>de</strong> ellos —dijo Tom—. Pero me temo que eso fue en diciembre. No estaba con él en enero y febrero. ¿Es en serio que sospecha <strong>de</strong> él por el<br />

asesinato <strong>de</strong>l signore Miles? —volvió a preguntar Tom con voz <strong>de</strong> incredulidad.<br />

—Lo cierto es que no tiene una buena coartada —contestó el policía—. Según él, estuvo paseando cuando se hubo marchado el signore Miles, pero nadie le vio<br />

pasear.<br />

Inesperadamente, el policía señaló a Tom con el <strong>de</strong>do.<br />

—Y a<strong>de</strong>más... a través <strong>de</strong>l amigo <strong>de</strong>l signore Miles, el signore Van Houston, hemos sabido que al signore Miles le costó mucho trabajo encontrar al signore<br />

Greenleaf en Roma... casi parecía que quisiera darle esquinazo. Pue<strong>de</strong> ser que el signore Greenleaf estuviera enojado con el signore Miles, aunque, según el signore<br />

Van Houston, ¡el signore Miles no estaba enojado en absoluto con el signore Greenleaf!<br />

—Entiendo —dijo Tom.<br />

—Ecco —dijo el teniente con tono concluyente, mirando fijamente las manos <strong>de</strong> Tom.<br />

Aunque tal vez eran figuraciones <strong>de</strong> Tom. Volvía a llevar su propio anillo, pero quizás el teniente había advertido cierto parecido con el otro. Haciendo un alar<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> osadía, Tom a<strong>de</strong>lantó la mano hacia el cenicero para apagar su cigarrillo.<br />

—Ebbene —dijo el teniente, levantándose—. Muchísimas gracias por su ayuda, signore <strong>Ripley</strong>. Es usted una <strong>de</strong> las pocas personas <strong>de</strong> las que po<strong>de</strong>mos sacar<br />

algo sobre la vida <strong>de</strong>l signore Greenleaf. En Mongibello, las personas que le conocían son muy calladas. ¡Un rasgo muy italiano, por <strong>de</strong>sgracia! Ya sabe, el miedo a la<br />

policía.<br />

Se rió entre dientes.<br />

—Espero que podamos encontrarle más fácilmente la próxima vez que necesitemos preguntarle algo. Qué<strong>de</strong>se un poco más en las ciuda<strong>de</strong>s y un poco menos en<br />

el campo. A no ser, claro, que le apasionen nuestros paisajes.<br />

—¡Me apasionan, sí! —exclamó Tom calurosamente—. A mí me parece que Italia es el país más hermoso <strong>de</strong> Europa. Pero si usted quiere, me mantendré en<br />

contacto con usted para que en todo momento sepa dón<strong>de</strong> estoy. Tengo tanto interés como uste<strong>de</strong>s en encontrar a mi amigo.<br />

Lo dijo como si su mente inocente ya hubiese olvidado la posibilidad <strong>de</strong> que Dickie fuese un asesino. <strong>El</strong> teniente le entregó una tarjeta con su nombre y con la<br />

dirección <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho en la jefatura <strong>de</strong> Roma. Luego inclinó la cabeza cortésmente.<br />

—Grazie tante, signore <strong>Ripley</strong>. Buona sera!<br />

—Buona sera —dijo Tom.<br />

<strong>El</strong> otro policía le saludó militarmente al salir y Tom le correspondió con una inclinación <strong>de</strong> cabeza. Luego cerró la puerta.<br />

Le hubiese gustado salir volando por la ventana. ¡Los muy idiotas! Habían estado tan cerca <strong>de</strong> la verdad sin llegar a adivinarla... Ni por un momento se les había<br />

ocurrido que Dickie estaba huyendo <strong>de</strong> las preguntas sobre las falsificaciones porque, en primer lugar, no era el verda<strong>de</strong>ro Dickie Greenleaf. La única cosa en la que<br />

habían dado en el clavo era la posibilidad <strong>de</strong> que Dickie Greenleaf fuera el asesino <strong>de</strong> Freddie Miles. Pero Dickie Greenleaf estaba muerto, más muerto que una piedra<br />

y él, Tom <strong>Ripley</strong>, estaba a salvo. Descolgó el teléfono.<br />

—¿Quiere ponerme con el Grand Hotel, por favor? —dijo en italiano, con su propia voz—. Il ristorante, per piacere... Quisiera reservar mesa para una<br />

persona, a las nueve y media. Gracias. A nombre <strong>de</strong> <strong>Ripley</strong>. R-i-p-l-e-y.<br />

Aquella noche iba a cenar espléndidamente. Y contemplaría la luna reflejándose en el Gran Canal, con sus góndolas perezosas transportando a los recién casados<br />

y la silueta <strong>de</strong> los gondoleros y los remos recortándose sobre las aguas bañadas por la luz <strong>de</strong> la luna. De pronto, le entró un apetito voraz y se dijo que pediría algo<br />

exquisito y caro para cenar ... lo que fuese la especialidad <strong>de</strong>l Grand Hotel, pechuga <strong>de</strong> faisán o petto di pollo y, para empezar, tal vez canelloni con una cremosa<br />

salsa por encima <strong>de</strong> la pasta y un buen valpolicella para ir bebiendo a sorbitos, pausadamente, mientras soñaba en el porvenir y trazaba planes sobre lo que haría en el<br />

futuro.<br />

Tuvo una i<strong>de</strong>a brillante mientras se cambiaba <strong>de</strong> ropa: escribiría un testamento, firmado por Dickie, legándole a él todo su dinero y sus rentas y lo guardaría en un<br />

sobre con la indicación <strong>de</strong> que no se abriera hasta pasados unos meses. Era una i<strong>de</strong>a excelente.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!