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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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19<br />

<strong>El</strong> buque se acercaba al puerto <strong>de</strong> Palermo lentamente, metiendo suavemente su blanca proa entre los <strong>de</strong>sperdicios que flotaban en el mar, como si tantease el<br />

camino que <strong>de</strong>bía seguir. A Tom le pareció ver en ello cierta similitud con su propia forma <strong>de</strong> llegar a Palermo. Acababa <strong>de</strong> pasar dos días en Nápoles sin que la<br />

prensa hubiera dicho nada <strong>de</strong> interés sobre el caso Miles, aparte <strong>de</strong> guardar un absoluto silencio acerca <strong>de</strong> la lancha hallada en San Remo. Que él supiese, tampoco la<br />

policía había tratado <strong>de</strong> ponerse en contacto con él, aunque no <strong>de</strong>scartaba la posibilidad <strong>de</strong> que le estuvieran esperando en el hotel <strong>de</strong> Palermo, creyendo que no había<br />

necesidad <strong>de</strong> molestarse en buscarle en Nápoles.<br />

De todos modos, en el puerto no le estaba esperando ningún agente <strong>de</strong> policía, según pudo comprobar. Compró un par <strong>de</strong> periódicos y seguidamente cogió un<br />

taxi hasta el Hotel Palma. Tampoco había policías en el vestíbulo <strong>de</strong>l hotel. <strong>El</strong> vestíbulo era viejo y su <strong>de</strong>coración muy recargada, con enormes columnas <strong>de</strong> mármol y<br />

gran profusión <strong>de</strong> macetas <strong>de</strong> respetable tamaño don<strong>de</strong> crecían palmas. Un empleado le indicó el número <strong>de</strong> su habitación, entregando las llaves a un botones para que<br />

le acompañase. Tom experimentó tal alivio que se acercó al mostrador <strong>de</strong> la correspon<strong>de</strong>ncia y atrevidamente preguntó si había algo para el signore Richard Greenleaf.<br />

<strong>El</strong> empleado le dijo que no.<br />

Entonces se sintió aún más tranquilo. Aquello significaba que ni tan sólo Marge había preguntado por él. No había duda <strong>de</strong> que la muchacha habría visitado a la<br />

policía para averiguar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dickie. Durante el viaje, Tom se había imaginado cosas horribles: que Marge cogía el avión y llegaba a Palermo antes que él; que<br />

encontraría un recado suyo en el Hotel Palma, anunciándole que llegaría en el siguiente buque. Incluso había buscado a Marge entre los pasajeros al subir a bordo en<br />

Nápoles.<br />

Empezaba a pensar en la posibilidad <strong>de</strong> que Marge hubiese <strong>de</strong>sistido <strong>de</strong> ver a Dickie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l último episodio. Tal vez se había metido en la cabeza que Dickie<br />

la rehuía y que lo único que <strong>de</strong>seaba era estar con Tom, a solas. Era posible que la i<strong>de</strong>a incluso hubiese logrado penetrar en su dura mollera. Tom estudió la posibilidad<br />

<strong>de</strong> escribirle en aquel sentido mientras se bañaba en el hotel aquella misma tar<strong>de</strong>. Decidió que la carta tenía que escribirla Tom <strong>Ripley</strong>. Pensaba <strong>de</strong>cirle que hasta el<br />

momento había procurado actuar con mucho tacto, que no había querido <strong>de</strong>círselo por teléfono en Roma, pero que le parecía que Marge ya se había hecho cargo <strong>de</strong> la<br />

situación. Él y Dickie eran muy felices juntos y sanseacabó. Tom rompió a reír alegremente, sin po<strong>de</strong>rse controlar, y finalmente se sumergió por completo en la bañera,<br />

tapándose la nariz con los <strong>de</strong>dos.<br />

«Querida Marge», diría, «te escribo esta carta porque sospecho que Dickie nunca lo hará, aunque se lo he pedido muchas veces. Tú eres una buena persona y no<br />

te mereces ser engañada <strong>de</strong> este modo durante tanto tiempo...»<br />

Volvió a acometerle el ataque <strong>de</strong> risa y, para serenarse, concentró su atención en el pequeño problema que estaba todavía por resolver: probablemente Marge<br />

habría dicho a la policía italiana que había hablado con Tom <strong>Ripley</strong> en el Inghilterra. La policía forzosamente empezaría a hacerse preguntas sobre su para<strong>de</strong>ro, hasta<br />

era posible que ya le estuviesen buscando en Roma. Sin duda, la policía buscaría a Tom <strong>Ripley</strong> allí don<strong>de</strong> estuviese Dickie Greenleaf, lo cual representaba un nuevo<br />

peligro si, por ejemplo, ateniéndose a la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> Marge, le tomaban por Tom <strong>Ripley</strong> y <strong>de</strong>scubrían en su po<strong>de</strong>r los dos pasaportes, el suyo y el <strong>de</strong> Dickie. Pero,<br />

como él <strong>de</strong>cía siempre, el riesgo era lo que daba interés al asunto. Se puso a cantar <strong>de</strong>spreocupadamente:<br />

Papa non vuole, Mamma ne meno, come faremo far' I'amor'?<br />

Siguió cantando a grito pelado mientras se secaba, con voz <strong>de</strong> barítono, tal y como, pese a no habérsela oído nunca, suponía que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser la <strong>de</strong> Dickie. Se<br />

dijo que a Dickie le hubiese gustado el tono <strong>de</strong> su voz.<br />

Se vistió uno <strong>de</strong> sus trajes que no se arrugaban, y que usaba siempre cuando viajaba, y salió a la calle, sumergiéndose en el crepúsculo <strong>de</strong> Palermo. Allí, al otro<br />

lado <strong>de</strong> la plaza, se alzaba la gran catedral en la que se advertía la influencia normanda, ya que, según <strong>de</strong>cía la guía <strong>de</strong> viaje, la había erigido el arzobispo inglés Walterof-the-Mill.<br />

Luego, hacia el sur, se hallaba Siracusa escenario <strong>de</strong> la terrible batalla naval entre los latinos y los griegos. Y Taormina. Y el Etna. La isla era gran<strong>de</strong> y<br />

nueva para él. ¡Sicilia! ¡Baluarte <strong>de</strong> Giuliano! ¡Colonizada por los antiguos griegos, invadida por normandos y sarracenos! Tom se propuso empezar su visita turística al<br />

día siguiente, pero antes quería disfrutar <strong>de</strong> aquellos momentos, <strong>de</strong>teniéndose a admirar la alta catedral que se alzaba ante él. Resultaba maravilloso contemplar los<br />

arcos cubiertos <strong>de</strong> polvo <strong>de</strong> la fachada, pensando que al día siguiente entraría en el templo, en cuyo interior imaginaba que se respiraría un olor dulzón, mezcla <strong>de</strong><br />

incienso y <strong>de</strong> la cera <strong>de</strong> los innumerables cirios que en la catedral habían ardido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía siglos y siglos. Se le ocurrió que las cosas siempre le eran más gratas al<br />

experimentadas <strong>de</strong> antemano que al convertirse en realidad, y se preguntó si siempre iba a ser <strong>de</strong> aquella manera, si, cuando pasaba a solas una velada, acariciando los<br />

objetos que habían sido <strong>de</strong> Dickie o mirando simplemente los anillos que llevaba en la mano, lo que hacía en realidad era experimentar o gozar por anticipado.<br />

Más allá <strong>de</strong> Sicilia estaba Grecia. Estaba completamente <strong>de</strong>cidido a ver Grecia, a verla con los ojos <strong>de</strong> Dickie Greenleaf, con el dinero <strong>de</strong> Dickie, con sus ropas y<br />

el modo <strong>de</strong> comportarse Dickie ante los <strong>de</strong>sconocidos. Temió no po<strong>de</strong>r realizar su sueño, que una cosa tras otra viniera a impedírselo... el asesinato, la sospecha, la<br />

gente. No había sido su intención asesinar, sino que las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l momento le habían forzado a ello. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a Grecia y saltar <strong>de</strong> ruina en ruina en la<br />

Acrópolis, bajo su verda<strong>de</strong>ra personalidad, la <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, un turista americano, no le seducía en absoluto. Antes prefería no ir. Al alzar la mirada hacia el<br />

campanario <strong>de</strong> la catedral, se le llenaron los ojos <strong>de</strong> lágrimas, entonces giró bruscamente sobre sus talones y echó a andar por otra calle.<br />

Por la mañana recibió un sobre voluminoso, con una carta <strong>de</strong> Marge. Tom sonrió al palparla con los <strong>de</strong>dos. Estaba seguro <strong>de</strong> que diría lo que él ya esperaba,<br />

pues <strong>de</strong> lo contrario no hubiese abultado tanto. La leyó mientras <strong>de</strong>sayunaba, saboreando cada una <strong>de</strong> las líneas <strong>de</strong>l mismo modo que saboreaba los bollos recién<br />

hechos y el café sazonado con canela. La carta <strong>de</strong>cía todo lo que cabía esperar. Y más.<br />

...Si realmente no supiste que estuve en tu hotel, la única explicación será porque Tom no te lo dijo, lo cual no permite sacar más que una sola<br />

conclusión. Se ve claramente que huyes <strong>de</strong> mí, que no te atreves a enfrentarte conmigo. ¿Por qué no reconoces que te es imposible vivir sin tu<br />

compañerito? Lo siento, chico, no puedo <strong>de</strong>cirte más. Siento que no tuvieras suficiente valor para <strong>de</strong>círmelo antes y sin ambages. ¿Por quién me has<br />

tomado, por una tonta provinciana que ignora que existen semejantes cosas? ¡Pues tú eres el único que actúa como tal! No importa; espero que el<br />

hecho <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte yo lo que tú no tuviste valor <strong>de</strong> confesarme te alivie un poquito la conciencia y te permita ir por ahí con la cabeza alta. No hay nada<br />

como sentirse orgulloso <strong>de</strong> la persona a quien se ama, ¿verdad? Me parece que una vez hablamos <strong>de</strong> esto, ¿no?<br />

La mayor hazaña <strong>de</strong> mis vacaciones en Roma ha sido informar a la policía <strong>de</strong> que Tom <strong>Ripley</strong> está contigo. Andaban locos tras sus pasos. (Me<br />

pregunto por qué. ¿Qué habrá hecho ahora?) Asimismo, con mi mejor italiano, les puse al corriente <strong>de</strong> que tú y Tom sois inseparables y les dije que no<br />

podía compren<strong>de</strong>r cómo habían podido dar contigo sin dar con Tom.<br />

He cambiado mis planes y embarcaré rumbo a los Estados Unidos hacia fines <strong>de</strong> marzo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una breve visita a Kate en Munich. Supongo<br />

que, <strong>de</strong>spués, nuestros pasos nunca volverán a cruzarse. No te guardo rencor, Dickie. Sólo que te había creído más valiente.<br />

Gracias por todos los buenos recuerdos. Ya han pasado a ser piezas <strong>de</strong> museo, algo irreal es, tal como siempre te habrá parecido tu relación<br />

conmigo. Mis mejores votos para el futuro.

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