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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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—Di niente! Si les puedo ayudar en algo más...<br />

<strong>El</strong> policía se volvió al llegar a la puerta.<br />

—¿Estará usted aquí durante los próximos días? Es por si tenemos que hacerle más preguntas.<br />

Tom titubeó.<br />

—Pensaba irme a Mallorca mañana.<br />

—Verá, es que la pregunta pue<strong>de</strong> ser sobre quién es tal o cual persona, comprenda, algún sospechoso —le explicó el policía—. Pue<strong>de</strong> que usted pueda<br />

i<strong>de</strong>ntificarla y <strong>de</strong>cirnos cuál era su relación con el finado.<br />

—De acuerdo, aunque no crean que conocía al signore Miles tanto como eso. Probablemente tenía amigos más íntimos en la ciudad.<br />

—¿Quiénes?<br />

<strong>El</strong> policía cerró la puerta y volvió a sacar su bloc.<br />

—No lo sé —dijo Tom—. Lo único que sé es que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber tenido varios amigos aquí, gente que le conocía mejor que yo.<br />

—Lo siento, pero <strong>de</strong>bo pedirle que siga usted disponible durante unos dos días más —repitió el policía con voz tranquila, como indicando que no había forma <strong>de</strong><br />

oponerse a ello, aunque Tom fuese americano—. Ya le avisaremos tan pronto como pueda marcharse. Lamento que tuviese pensado salir <strong>de</strong> viaje. Tal vez aún esté a<br />

tiempo <strong>de</strong> cancelarlo. Buenos días, signore Greenleaf.<br />

—Buenos días.<br />

Tom se quedó inmóvil cuando los dos policías salieron cerrando la puerta. Pensó que, si avisaba antes a la policía, podía mudarse a un hotel. No quería que<br />

empezasen a visitarle los amigos <strong>de</strong> Freddie, o los <strong>de</strong> Dickie, ahora que los periódicos habían dado su dirección. Trató <strong>de</strong> hacerse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su comportamiento<br />

observado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista a la polizia. Ninguna <strong>de</strong> sus afirmaciones había sido puesta en duda, ni había dado muestras <strong>de</strong> estar horrorizado ante la noticia <strong>de</strong> la<br />

muerte <strong>de</strong> Freddie, por eso concordaba con lo que había dicho acerca <strong>de</strong> que no le unía al muerto una amistad muy íntima. Finalmente, sacó la conclusión <strong>de</strong> que las<br />

cosas no le habían ido mal, pese a tener que quedarse unos días más en la ciudad.<br />

Sonó el teléfono sin que Tom le hiciera caso. Presentía que era Fausto llamándole <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación. Eran las once y cinco y el tren <strong>de</strong> Nápoles ya <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber<br />

salido. Cuando el aparato enmu<strong>de</strong>ció, Tom llamó al Inghilterra y reservó una habitación, diciendo que llegaría en media hora aproximadamente. Luego llamó a la<br />

comisaría —recordaba que era la número 83— y perdió casi diez minutos tratando <strong>de</strong> hablar con alguien que supiese o quisiera saber quién era Richard Greenleaf. Al<br />

fin consiguió <strong>de</strong>jar recado <strong>de</strong> que el signore Richard Greenleaf estaría disponible en el Albergo Inghilterra, en caso <strong>de</strong> que la polizia <strong>de</strong>seara hablar con él.<br />

Llegó al Inghilterra antes <strong>de</strong> que transcurriera una hora. Llevaba tres maletas, dos <strong>de</strong> Dickie y una suya, y al verlas y pensar cuán distinta había sido su intención al<br />

prepararlas se sintió <strong>de</strong>primido.<br />

Al mediodía salió a buscar la prensa. Ningún periódico <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> publicar la noticia:<br />

AMERICANO ASESINADO EN LA VÍA APPIA ANTICA...<br />

HORRIBLE ASESINATO DEL RICCISSIMO AMERICANO FREDERICK MILES ANOCHE EN LA VÍA APPIA...<br />

EL ASESINATO DEL AMERICANO EN LA VÍA APPIA SIN NINGUNA PISTA...<br />

Tom lo leyó sin per<strong>de</strong>rse ni una palabra. Era cierto que no había ninguna pista, al menos todavía, ni huellas dactilares, ni sospechosos. Pero en todos los<br />

periódicos salía el nombre <strong>de</strong> Herbert Richard Greenleaf y se <strong>de</strong>cía que en su casa, cuya dirección también se <strong>de</strong>tallaba, era don<strong>de</strong> Freddie había sido visto vivo por<br />

última vez. Ninguno <strong>de</strong> los periódicos daba a enten<strong>de</strong>r, sin embargo, que Herbert Richard Greenleaf fuese sospechoso. Los periódicos <strong>de</strong>cían que Miles, al parecer, se<br />

había tomado una cuantas copas y, siguiendo el típico estilo periodístico italiano, el contenido <strong>de</strong> las copas aparecía cuidadosamente enumerado e iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

americanos hasta el scotch, pasando por el coñac, champán, incluso grappa. <strong>Sol</strong>amente la ginebra y el Pernod quedaban fuera <strong>de</strong> la lista.<br />

Tom se quedó en su habitación a la hora <strong>de</strong> almuerzo, paseando <strong>de</strong> un lado a otro, sintiéndose <strong>de</strong>primido y atrapado. Llamó a la agencia <strong>de</strong> viajes don<strong>de</strong> había<br />

comprado el pasaje para Palma y trató <strong>de</strong> anularlo. Le dijeron que recuperaría un veinte por ciento <strong>de</strong>l importe. No había otro buque con <strong>de</strong>stino a Palma hasta<br />

pasados cinco días.<br />

Sobre las dos <strong>de</strong>l mediodía el teléfono empezó a sonar con insistencia.<br />

—Diga —dijo Tom imitando la voz nerviosa e irritable <strong>de</strong> Dickie.<br />

—Hola, Dick. Aquí Van Houston.<br />

—¡Oh! —exclamó Tom, como si supiese quién era, aunque procurando que el tono <strong>de</strong> su voz no <strong>de</strong>notase un exceso <strong>de</strong> sorpresa o <strong>de</strong> alegría.<br />

—¿Qué tal estás? ¡Cuánto tiempo!, ¿verdad? —le dijo la voz <strong>de</strong> tono áspero y forzado.<br />

—En efecto, mucho. ¿Dón<strong>de</strong> estás?<br />

—En el Hassler. He estado repasando el equipaje <strong>de</strong> Freddie junto con la policía. Óyeme, necesito verte. ¿Qué pasó con Freddie ayer? Me pasé la tar<strong>de</strong><br />

intentando localizarte, ¿sabes?, porque Freddie tenía que regresar al hotel antes <strong>de</strong> las seis. No tenía tu dirección. ¿Qué pasó ayer?<br />

—¡Ojalá lo supiera! Freddie se fue <strong>de</strong> mi casa alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las seis. Los dos nos habíamos bebido unos cuantos martinis, bastantes, pero parecía capaz <strong>de</strong><br />

conducir, ya que, <strong>de</strong> lo contrario, no le hubiese <strong>de</strong>jado salir, naturalmente. Dijo que tenía el coche abajo. No me imagino lo que pudo pasarle... como no fuera que<br />

recogió a alguien por el camino y le amenazaron con una pistola o algo por el estilo.<br />

—Pero si no le mataron <strong>de</strong> un tiro. Estoy <strong>de</strong> acuerdo contigo en que alguien <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> obligarle a ir hasta allí, si no quería que le hiciesen daño, ya que tuvo que<br />

atravesar toda la ciudad para llegar a la Via Appia. <strong>El</strong> Hassler está sólo a unas cuantas travesías <strong>de</strong> tu casa. Tal vez perdió la noción <strong>de</strong> lo que estaba haciendo.<br />

—¿Le había sucedido alguna vez? Quiero <strong>de</strong>cir si había perdido el conocimiento mientras estaba al volante.<br />

—Escucha, Dickie, ¿puedo verte? Estoy libre en este momento, aunque no <strong>de</strong>bo salir <strong>de</strong>l hotel en lo que queda <strong>de</strong> día.<br />

—Yo tampoco.<br />

—Oh, vamos. Deja un recado y vente para aquí.<br />

—No puedo, Van. La policía va a venir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora y <strong>de</strong>bo estar presente. ¿Por qué no me llamas más tar<strong>de</strong>? Tal vez pueda verte esta noche.<br />

—De acuerdo. ¿A qué hora?<br />

—Llámame sobre las seis.<br />

—De acuerdo. ¡Arriba ese ánimo, Dickie!<br />

—Lo mismo digo.<br />

—Hasta luego —dijo débilmente la voz.<br />

Tom colgó pensando que Van, a juzgar por su voz, estaba a punto <strong>de</strong> echarse a llorar.

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