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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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—Te entiendo muy bien —dijo Peter—. Ya sabes que regreso a casa a finales <strong>de</strong> mayo, así que si te apetece pasar una temporada en mi refugio <strong>de</strong> Irlanda, serás<br />

más que bienvenido. Puedo asegurarte que allí se está más tranquilo que en la mismísima tumba.<br />

Tom le miró. Peter ya le había hablado <strong>de</strong> su viejo castillo <strong>de</strong> Irlanda, enseñándole incluso algunas fotos. De pronto, por su cerebro cruzó fugazmente el recuerdo<br />

<strong>de</strong> su relación con Dickie. Fue como revivir una vieja pesadilla, como un fantasma pálido y malévolo que le amenazase con la posibilidad <strong>de</strong> que lo mismo se repitiese<br />

con Peter, el recto, confiado, ingenuo y generoso Peter. Lo único distinto era que no se parecía lo suficiente a Peter. Pero una velada, para divertirle, Tom había<br />

imitado el acento británico y los modales amanerados <strong>de</strong> Peter, sin olvidar su forma <strong>de</strong> echar la cabeza hacia un lado al hablar. Y Peter se había reído como nunca al<br />

verle. Tom pensó que no <strong>de</strong>bería haberlo hecho y se sintió avergonzado, por haberlo hecho y por haber pensado, hacía un momento, que lo mismo que le había<br />

ocurrido con Dickie podía ocurrirle con Peter.<br />

—Gracias —dijo Tom—, pero creo que me irá bien seguir solo durante una temporada. Echo <strong>de</strong> menos a mi amigo Dickie, ¿sabes?, le echo mucho <strong>de</strong> menos.<br />

Inopinadamente se encontró con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas, recordando la sonrisa <strong>de</strong> Dickie el día en que habían empezado a congeniar, al confesarle Tom que<br />

su padre le había enviado. Recordaba el primer viaje a Roma y la media hora que habían pasado en el bar <strong>de</strong>l Carlton, en Cannes, cuando Dickie se mostró tan<br />

aburrido y silencioso, y con razón, porque fue él quien le arrastró a Cannes, sabiendo que a Dickie no le <strong>de</strong>cía nada la Costa Azul. Nada <strong>de</strong> todo aquello hubiese<br />

sucedido si él se hubiese <strong>de</strong>dicado a viajar solo, si no hubiese sido tan ambicioso e impaciente, si no hubiese mal interpretado como un estúpido la relación entre Dickie<br />

y Marge, esperando simplemente a que se separasen por propia voluntad.<br />

Hubiera podido seguir viviendo con Dickie el resto <strong>de</strong> su vida, viajando y disfrutando <strong>de</strong> la vida hasta el fin <strong>de</strong> sus días. Si aquel día no le hubiera dado por<br />

ponerse las ropas <strong>de</strong> Dickie...<br />

—Te entiendo, Tommie —dijo Peter, dándole unas palmaditas en la espalda—. De veras que te entiendo, muchacho.<br />

Tom le miró con los ojos bañados en lágrimas. Se imaginaba estar <strong>de</strong> viaje con Dickie, en un trasatlántico que les llevaba a América para pasar las Navida<strong>de</strong>s con<br />

los padres <strong>de</strong> Dickie, que le tratarían como a otro hijo.<br />

—Gracias —dijo Tom.<br />

La palabra le salió como un balbuceo infantil.<br />

—Me temo que hubieras reventado <strong>de</strong> no <strong>de</strong>sahogarte <strong>de</strong> este modo —dijo comprensivamente Peter.

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