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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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—¿Querrá <strong>de</strong>tenerse un momento en la American Express, por favor? —preguntó al taxista.<br />

<strong>El</strong> taxista no pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Angelo, sino que enfiló otra calle. Tom se alegró al darse cuenta y se felicitó a sí mismo, sobre todo porque el día anterior,<br />

sintiéndose <strong>de</strong>masiado nervioso para quedarse en su apartamento, había <strong>de</strong>cidido trasladarse a un hotel. En el apartamento le hubiera resultado totalmente imposible<br />

zafarse <strong>de</strong> Marge, que conocía la dirección gracias a los periódicos. De haber tratado <strong>de</strong> burlarla con la misma estratagema ella hubiese insistido en subir para esperar a<br />

Dickie en el apartamento. ¡La suerte estaba <strong>de</strong> su parte!<br />

Había algo para él en la American Express: tres cartas, una <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong>l señor Greenleaf.<br />

—¿Qué tal van las cosas? —le preguntó la muchacha italiana que acababa <strong>de</strong> entregarle su correspon<strong>de</strong>ncia. Tom supuso que la muchacha también leía la prensa.<br />

Observó su rostro invadido <strong>de</strong> ingenua curiosidad y le <strong>de</strong>volvió la sonrisa.<br />

—Muy bien, gracias, ¿y a usted?<br />

Al darse la vuelta para salir, le cruzó por la mente que jamás podría utilizar la American Express como dirección <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong> en Roma. Dos o tres empleados<br />

ya le conocían <strong>de</strong> vista. Para la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong> empleaba la American Express <strong>de</strong> Nápoles, aunque nunca había estado allí ni siquiera había escrito<br />

pidiéndoles que le reexpidieran alguna carta, ya que, <strong>de</strong> hecho, no esperaba nada importante a nombre <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, ni siquiera otra carta <strong>de</strong> míster Greenleaf.<br />

Cuando las cosas se calmasen un poco, iría a la American Express <strong>de</strong> Nápoles y, mostrando el pasaporte <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, recogería lo que tuvieran para él.<br />

No podría utilizar la American Express <strong>de</strong> Roma para la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, cierto, pero tenía que conservar a Tom <strong>Ripley</strong> cerca <strong>de</strong> él, es <strong>de</strong>cir, su<br />

pasaporte y las ropas, por si surgía algún imprevisto como la llamada <strong>de</strong> Marge aquella misma mañana. Marge había estado peligrosamente a punto <strong>de</strong> subir a la<br />

habitación. Mientras la inocencia <strong>de</strong> Dickie Greenleaf <strong>de</strong>spertase algunas dudas en la mente <strong>de</strong> la policía, resultaría un suicidio intentar salir <strong>de</strong>l país bajo la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong><br />

Dickie, ya que si súbitamente tenía que recuperar la personalidad <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, el pasaporte <strong>de</strong> éste no indicaría su salida <strong>de</strong> Italia. Si quería salir <strong>de</strong> Italia, para alejar<br />

a Dickie Greenleaf <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> la policía, tendría que hacerlo bajo el nombre <strong>de</strong> Tom <strong>Ripley</strong>, y, más tar<strong>de</strong>, volver a entrar con el mismo nombre para, una vez<br />

finalizadas las investigaciones policiales, adoptar <strong>de</strong> nuevo la personalidad <strong>de</strong> Dickie. Cabía esa posibilidad.<br />

La cosa parecía sencilla y sin riesgo alguno. Lo único que faltaba era capear las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los próximos días.

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