13.05.2013 Views

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ambos estaban bebidos o... —hizo una pausa para que sus palabras tuvieran mayor efecto— quizá uno <strong>de</strong> ellos estaba muerto, ya que el otro le sostenía junto al coche.<br />

Por supuesto, nos es imposible afirmar que el hombre que no se tenía en pie fuese el signore Miles o el signore Greenleaf, pero si pudiéramos encontrar a este último,<br />

podríamos preguntarle si estaba tan borracho que el signore Miles se vio obligado a sostenerle en pie.<br />

<strong>El</strong> teniente se rió.<br />

—Se trata <strong>de</strong> un asunto muy serio.<br />

—Sí, me doy cuenta.<br />

—Así que, ¿no tiene ni la más mínima i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> estar el signore Greenleaf a estas horas?<br />

—No, absolutamente ninguna.<br />

<strong>El</strong> teniente reflexionó.<br />

—Que usted sepa, ¿se pelearon el signore Greenleaf y el signore Miles?<br />

—No, pero...<br />

—¿Pero qué?<br />

Lentamente, sabiendo perfectamente lo que tenía que <strong>de</strong>cir, Tom prosiguió:<br />

—Sé que Dickie no fue a esquiar con Freddie Miles, que le había invitado. Recuerdo que me sorprendió que no fuese, aunque él no me dijo por qué.<br />

—Estoy enterado <strong>de</strong> eso. Era en Cortina d'Ampezzo. ¿Está seguro <strong>de</strong> que no había ninguna mujer <strong>de</strong> por medio?<br />

Tom advirtió que su sentido <strong>de</strong>l humor le instaba a aprovechar aquella observación <strong>de</strong>l teniente, pero prefirió fingir que meditaba cuidadosamente la pregunta.<br />

—No lo creo.<br />

—¿Qué me dice <strong>de</strong> la muchacha, <strong>de</strong> Marjorie Sherwood?<br />

—Supongo que sería posible —dijo Tom—, pero no creo que sea probable. Tal vez no sea la persona más indicada para contestar a esas preguntas sobre la vida<br />

<strong>de</strong>l signore Greenleaf.<br />

—¿<strong>El</strong> signore Greenleaf nunca le hablaba <strong>de</strong> sus asuntos sentimentales? —preguntó el teniente presa <strong>de</strong> un asombro latino.<br />

Tom reflexionó que estaba en su mano seguir el asunto in<strong>de</strong>finidamente y que Marge confirmara sus palabras, simplemente por el modo en que reaccionada ante<br />

las preguntas sobre Dickie. La policía italiana nunca lograría llegar al fondo <strong>de</strong> la vida amorosa <strong>de</strong>l signore Greenleaf. Ni el mismo Tom lo había logrado.<br />

—No —dijo Tom—. No puedo <strong>de</strong>cir que me hablase <strong>de</strong> sus cosas más personales. Lo que sé es que sentía mucho afecto por Marjorie. Por cierto, ella también<br />

conocía a Freddie Miles.<br />

—¿Le conocía muy bien?<br />

—Pues...<br />

Tom procuraba dar a enten<strong>de</strong>r que sabía más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>cía. <strong>El</strong> teniente se inclinó hacia él.<br />

—Puesto que durante un tiempo vivió usted con el signore Greenleaf, en Mongibello, a lo mejor pue<strong>de</strong> contarnos algo sobre los afectos <strong>de</strong>l signore Greenleaf en<br />

general. Es algo que para nosotros tiene muchísima importancia.<br />

—¿Por qué no habla con la signorina Sherwood? —sugirió Tom.<br />

—Ya hemos hablado con ella en Roma... antes <strong>de</strong> que el signore Greenleaf se esfumara. He tomado medidas para volver a hablar con ella cuando llegue a<br />

Génova para embarcarse hacia su país. Actualmente está en Munich.<br />

Tom guardó silencio, consciente <strong>de</strong> que el teniente estaba esperando que añadiera algo más a su <strong>de</strong>claración. Tom se sentía tranquilo. Las cosas estaban saliendo<br />

tal y como había esperado en sus momentos <strong>de</strong> mayor optimismo: la policía no tenía nada en contra suya, nada en absoluto, ni albergaban ninguna sospecha sobre él.<br />

De pronto, se sintió inocente y fuerte, tan libre <strong>de</strong> culpa como su vieja maleta, <strong>de</strong> la que había tenido la precaución <strong>de</strong> arrancar la etiqueta <strong>de</strong> la consigna <strong>de</strong> equipajes<br />

<strong>de</strong> Palermo. Con su modo <strong>de</strong> hablar pru<strong>de</strong>nte, sincero, a lo Tom <strong>Ripley</strong>, dijo:<br />

—Recuerdo que en Mongibello, Marge se pasó unos días diciendo que no iba a Cortina, pero luego cambió <strong>de</strong> parecer. De todos modos, no sé a qué fue<br />

<strong>de</strong>bido. Si eso le sirve <strong>de</strong> algo...<br />

—Pero nunca llegó a ir a Cortina.<br />

—En efecto, pero eso se <strong>de</strong>bió solamente a que tampoco fue el signore Greenleaf, supongo. Al menos, la signorina Sherwood siente tanto cariño por él como<br />

para no ir sola a don<strong>de</strong> pensaba ir con él.<br />

—¿Cree usted que se pelearon, el signore Miles y el signore Greenleaf, a causa <strong>de</strong> la signorina Sherwood?<br />

—No puedo <strong>de</strong>cirle. Es posible. Sé que el signore Miles sentía mucho afecto por ella también.<br />

—¡Ajá!<br />

<strong>El</strong> teniente frunció el entrecejo tratando <strong>de</strong> poner en or<strong>de</strong>n sus i<strong>de</strong>as sobre todo aquello. Levantó la vista hacia su joven compañero, que a todas luces estaba<br />

atento a la conversación, aunque, a juzgar por su rostro impasible, no tenía ningún comentario que hacer.<br />

Tom se dijo que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar a Dickie retratado como el típico enamorado celoso, negándose a que Marge fuese a Cortina y se divirtiese un poco, sólo<br />

porque, a su modo <strong>de</strong> ver, a la muchacha le gustaba <strong>de</strong>masiado Freddie Miles. Resultaba gracioso pensar que alguien, especialmente Marge, sintiese mayor atracción<br />

por Freddie, aquella especie <strong>de</strong> buey con ojos <strong>de</strong> besugo, que por Dickie. Tom sonrió, luego transformó su sonrisa en una expresión <strong>de</strong> no enten<strong>de</strong>r nada.<br />

—¿Cree realmente que Dickie huye <strong>de</strong> algo, o bien cree que es pura casualidad que no puedan dar con él?<br />

—¡Oh, no! Esto es <strong>de</strong>masiado. Primero el asunto <strong>de</strong> los cheques, <strong>de</strong>l que tal vez se haya enterado usted por los periódicos.<br />

—No acabo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r este asunto <strong>de</strong> los cheques.<br />

<strong>El</strong> policía se lo explicó. Estaba al corriente <strong>de</strong> las fechas <strong>de</strong> los cheques y <strong>de</strong> cuántas eran las personas convencidas <strong>de</strong> que se trataba <strong>de</strong> una falsificación. Añadió<br />

que el signore Greenleaf había negado que hubiese tal falsificación.<br />

—Pero, cuando el banco <strong>de</strong>sea volver a entrevistarle en relación con la falsificación <strong>de</strong> que ha sido víctima, y cuando la policía <strong>de</strong> Roma quiere volver a<br />

interrogarle en relación con el asesinato <strong>de</strong> su amigo, y él <strong>de</strong>saparece tan repentinamente...<br />

<strong>El</strong> teniente hizo un gesto muy expresivo con las manos.<br />

—... la única explicación posible es que huye <strong>de</strong> nosotros.<br />

—¿Y no se le ocurre pensar que tal vez alguien le haya asesinado? —preguntó Tom suavemente. <strong>El</strong> teniente se encogió <strong>de</strong> hombros y no los volvió a bajar hasta<br />

haber transcurrido casi un cuarto <strong>de</strong> minuto.<br />

—No lo creo. Los hechos no lo hacen suponer. No <strong>de</strong>l todo. Ebbene... hemos mandado radiogramas a todos los buques que tomaron pasaje en Italia, sin<br />

reparar en su calado. O bien se ha ido en una embarcación <strong>de</strong> pesca, o sigue en Italia, escondido en alguna parte. Sin <strong>de</strong>scartar, claro está, la posibilidad <strong>de</strong> que se<br />

haya ocultado en algún otro país europeo, ya que no tenemos por norma anotar los nombres <strong>de</strong> las personas que salen <strong>de</strong> nuestro país, y el signore Greenleaf dispuso<br />

<strong>de</strong> varios días para hacerlo. Sea como sea, está escondido, y obra como si fuese culpable. Eso quiere <strong>de</strong>cir que algo hay —Tom le miró fijamente, con expresión grave<br />

—. ¿Vio usted alguna vez cómo firmaba los cheques, especialmente los correspondientes a enero y febrero?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!