13.05.2013 Views

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—En Roma. Que yo recuer<strong>de</strong> fue aproximadamente el tres <strong>de</strong> febrero, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que asesinasen a Freddie Miles —contestó Tom.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>tective le estaba escrutando con sus inquisitivos ojos castaño claro. Sus cejas alzadas dibujaban un par <strong>de</strong> arrugas en la gruesa piel <strong>de</strong> su frente. Tenía el pelo<br />

castaño, ondulado y lo llevaba corto en las sienes y peinado con una gran onda sobre la frente que le daba el aspecto <strong>de</strong> un estudiante un poco presumido. Tom se dijo<br />

que resultaba imposible adivinar su pensamiento mirándole a la cara, entrenada en la impasibilidad.<br />

—¿Qué le dijo al darle los anillos?<br />

—Pues que si le pasaba alguna cosa, quería que yo los conservase. Entonces yo le pregunté qué podía pasarle, y me dijo que no lo sabía, pero que algo podría<br />

suce<strong>de</strong>rle.<br />

Premeditadamente, Tom hizo una pausa.<br />

—No me pareció que en aquel momento estuviese más <strong>de</strong>primido que en otras ocasiones que hablé con él, así que ni se me ocurrió pensar que quisiera<br />

suicidarse. Sabía que tenía pensado marcharse, pero nada más.<br />

—¿Adón<strong>de</strong>? —preguntó el <strong>de</strong>tective.<br />

—Dijo que a Palermo.<br />

Tom se dirigió a Marge.<br />

—Seguramente me los dio el mismo día que tú me hablaste en Roma... en el Inghilterra. Ese día o el día anterior. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> la fecha?<br />

—<strong>El</strong> dos <strong>de</strong> febrero —contestó Marge con voz apagada. McCarron iba tomando notas.<br />

—¿Qué más? —preguntó a Tom—. ¿A qué hora fue? ¿Sabe si había estado bebiendo?<br />

—No. Dickie bebe muy poco. Y creo que eso fue a primera hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Me dijo que haría bien en no hablar <strong>de</strong> los anillos con nadie y, por supuesto, me<br />

mostré <strong>de</strong> acuerdo. Los guardé y me olvidé completamente <strong>de</strong> ellos, tal y como le conté a miss Sherwood... Supongo que fue <strong>de</strong>bido a haberme tomado tan en serio lo<br />

<strong>de</strong> no mencionárselos a nadie.<br />

Tom hablaba con acento <strong>de</strong> sinceridad, tartamu<strong>de</strong>ando levemente, sin darse cuenta, como hubiese hecho cualquier otro en las mismas circunstancias, según él<br />

mismo reflexionó.<br />

—¿Qué hizo con los anillos?<br />

—Los puse en una caja vieja que tengo... un estuche que utilizo para guardar botones sueltos.<br />

McCarron le contempló en silencio, y Tom aprovechó para afianzar sus posiciones, pensando que <strong>de</strong> aquel rostro plácido y avispado <strong>de</strong> irlandés podía esperarse<br />

cualquier cosa, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una pregunta formulada a modo <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío hasta una afirmación categórica <strong>de</strong> que él, Tom, estaba mintiendo. Mentalmente, se aferró con mayor<br />

fuerza aún a los hechos, sus hechos, dispuesto a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlos hasta la muerte. En medio <strong>de</strong>l silencio casi podía oír la respiración <strong>de</strong> Marge. Se sobresaltó al oír la tos <strong>de</strong><br />

míster Greenleaf, que parecía poseído <strong>de</strong> una notable serenidad, casi aburrimiento. Tom se preguntó si entre él y McCarron habrían montado algún ardid en contra<br />

suya, basándose en lo <strong>de</strong> los anillos.<br />

—¿Le parece propio <strong>de</strong> él confiarle los anillos durante un corto tiempo? ¿Alguna vez había hecho algo parecido? —preguntó McCarron.<br />

—No —contestó Marge, a<strong>de</strong>lantándose a Tom.<br />

Tom empezó a respirar con mayor facilidad, comprendiendo que McCarron aún no sabía a qué atenerse. <strong>El</strong> <strong>de</strong>tective seguía esperando su respuesta.<br />

—Sí, me había prestado ciertas cosas anteriormente —dijo Tom—. De vez en cuando me daba permiso para usar sus corbatas y sus chaquetas. Pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

luego, eso es muy distinto a los anillos.<br />

Había experimentado un impulso <strong>de</strong> confesar lo <strong>de</strong> la ropa, ya que sin duda Marge estaba enterada <strong>de</strong> que Dickie le había sorprendido una vez vestido con su<br />

ropa.<br />

—Me cuesta imaginarme a Dickie sin sus anillos —dijo Marge, dirigiéndose a McCarron—. Se quitaba el <strong>de</strong> la piedra ver<strong>de</strong> cuando nadaba, pero nunca se<br />

olvidaba <strong>de</strong> volver a ponérselo en cuanto salía <strong>de</strong>l agua. Diríase que formaban parte <strong>de</strong> su indumentaria. Es por eso que sospecho que tenía intención <strong>de</strong> suicidarse o <strong>de</strong><br />

cambiar su i<strong>de</strong>ntidad.<br />

McCarron movió la cabeza afirmativamente.<br />

—¿Sabe si tenía algún enemigo o enemigos?<br />

—Absolutamente ninguno —dijo Tom—. Ya se me ha ocurrido antes.<br />

—¿Se le ocurre también algún motivo que le impulsara a disfrazarse o a hacerse pasar por otra persona?<br />

Con mucho cuidado en sus palabras, Tom respondió:<br />

—Posiblemente... pero eso es casi imposible en Europa. Hubiese necesitado otro pasaporte. En cualquier país adon<strong>de</strong> se hubiese dirigido, le hubieran pedido el<br />

pasaporte al entrar. Incluso para alquilar una habitación en los hoteles hubiese necesitado el pasaporte.<br />

—Pero si usted me dijo que tal vez no le fue necesario el pasaporte... —dijo míster Greenleaf.<br />

—Sí, en efecto, pero me refería a los hoteles <strong>de</strong> poca monta <strong>de</strong> aquí. Se trata <strong>de</strong> una posibilidad muy remota, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanta publicidad<br />

como se ha dado a su <strong>de</strong>saparición, veo difícil que pudiese conservar el incógnito —dijo Tom—. Seguramente, a estas alturas alguien ya le hubiese traicionado.<br />

—Bueno. Resulta evi<strong>de</strong>nte que se marchó llevándose su pasaporte —dijo McCarron—, ya que lo utilizó para entrar en Sicilia y alojarse en un hotel <strong>de</strong> categoría.<br />

—Así es —dijo Tom.<br />

McCarron <strong>de</strong>jó pasar unos instantes mientras tomaba notas, luego alzó la mirada hacia Tom.<br />

—Bueno, ¿qué opina usted, míster <strong>Ripley</strong>?<br />

Tom comprendió que McCarron distaba mucho <strong>de</strong> darse por vencido, y que, más tar<strong>de</strong>, querría verle a solas.<br />

—Me temo que estoy <strong>de</strong> acuerdo con miss Sherwood, es <strong>de</strong>cir, que todos los indicios apuntan hacia la posibilidad <strong>de</strong> un suicidio, pensado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía ya mucho<br />

tiempo. Ya se lo he dicho a míster Greenleaf.<br />

McCarron miró a míster Greenleaf, pero éste permaneció callado, limitándose a <strong>de</strong>volverle la mirada. Tom tuvo la impresión <strong>de</strong> que McCarron también se<br />

inclinaba a creer en la muerte <strong>de</strong> Dickie y en que había perdido tiempo y dinero al venir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los Estados Unidos.<br />

—Quisiera volver a comprobar algunos extremos —dijo McCarron, sin <strong>de</strong>sanimarse, cogiendo <strong>de</strong> nuevo sus papeles—. Vamos a ver. La última vez que alguien<br />

vio a Richard fue el día quince <strong>de</strong> febrero, al <strong>de</strong>sembarcar en Nápoles proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Palermo.<br />

—Eso es —dijo míster Greenleaf—. Un camarero <strong>de</strong>l buque recuerda haberle visto.<br />

—Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eso no hay rastro <strong>de</strong> él en ningún hotel, ni se puso en contacto con nadie.<br />

McCarron iba mirando alternativamente a míster Greenleaf y a Tom.<br />

—Así es —dijo Tom.<br />

McCarron <strong>de</strong>svió la mirada hacia Marge.<br />

—Es cierto —dijo la muchacha.<br />

—Y usted, miss Sherwood, ¿cuándo lo vio por última vez?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!