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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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Para mi esposa y para mí no fue una sorpresa tan gran<strong>de</strong> como usted habrá probablemente imaginado. Ambos sabíamos el gran afecto que<br />

Richard sentía por usted, pese a que nunca se molestó en <strong>de</strong>círnoslo al escribimos. Como usted dice, este testamento parece indicar, por <strong>de</strong>sgracia,<br />

que Richard se ha quitado la vida. Se trata <strong>de</strong> una conclusión que nosotros hemos acabado por aceptar, ya que la única explicación, aparte <strong>de</strong> ésta,<br />

sería que Richard, por motivos que él sabrá, ha <strong>de</strong>cidido volverle la espalda a su familia.<br />

Mi esposa comparte conmigo la opinión <strong>de</strong> que, prescindiendo <strong>de</strong> lo que Richard haya hecho consigo mismo, <strong>de</strong>be llevarse a cabo su voluntad.<br />

Así pues, en lo que al testamento se refiere, sepa que cuenta usted con mi apoyo personal. He puesto la fotocopia en manos <strong>de</strong> mis abogados, quienes<br />

le tendrán al corriente <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong> cuantas gestiones efectúen para traspasarle a usted los fondos y <strong>de</strong>más bienes <strong>de</strong> Richard.<br />

Una vez más, gracias por la ayuda que me prestó durante mi estancia en el extranjero. Esperamos que nos escriba.<br />

Con mis mejores <strong>de</strong>seos, Herbert Greenleaf<br />

Tom se preguntó si sería una broma. Pero el papel con el membrete <strong>de</strong> Burke-Greenleaf parecía auténtico, y, a<strong>de</strong>más, míster Greenleaf no era la clase <strong>de</strong> hombre<br />

capaz <strong>de</strong> gastar bromas semejantes, ni que viviese un millón <strong>de</strong> años. Tom se dirigió al taxi que le estaba esperando. No era una broma. <strong>El</strong> dinero era suyo. <strong>El</strong> dinero y<br />

la libertad <strong>de</strong> Dickie. Y esta libertad, como todo lo <strong>de</strong>más, parecía una combinación <strong>de</strong> la suya y la <strong>de</strong> Dickie. Podría tener una casa en Europa y otra en América, si le<br />

apetecía. <strong>El</strong> dinero obtenido <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Mongibello seguía esperando que lo retirase. Tom lo recordó <strong>de</strong> repente, y supuso que <strong>de</strong>bería mandárselo a los Greenleaf,<br />

ya que Dickie había puesto la casa en venta antes <strong>de</strong> redactar el testamento. Pensó en lady Cartwright y sonrió. Le mandaría una enorme caja <strong>de</strong> orquí<strong>de</strong>as en Creta, si<br />

es que en Creta había orquí<strong>de</strong>as.<br />

Trató <strong>de</strong> imaginarse la llegada a Creta... la alargada isla, coronada por los cráteres <strong>de</strong> volcanes apagados, el bullicio <strong>de</strong>l puerto cuando el barco enfilase la bocana,<br />

los mozalbetes que hacían <strong>de</strong> mozo <strong>de</strong> equipajes y que, ávidamente, tratarían <strong>de</strong> hacerse con el suyo para pegársela, dinero para todo y para todos. Vio cuatro figuras<br />

inmóviles <strong>de</strong> pie en el muelle imaginario, las figuras <strong>de</strong> los policías <strong>de</strong> Creta que le estaban aguardando, pacientemente, con los brazos cruzados. De pronto, se puso<br />

rígido y la visión se <strong>de</strong>svaneció.<br />

«¿Acaso iba a ver policías esperándole en todos los puertos en que <strong>de</strong>sembarcase? ¿En Alejandría? ¿En Estambul? ¿En Bombay? ¿En Río?»<br />

Se dijo que <strong>de</strong> nada servía pensar en eso, ni echar a per<strong>de</strong>r el viaje preocupándose por unos imaginarios policías. Aunque los hubiese en el muelle, su presencia<br />

no significaría por fuerza que...<br />

—A donda, a donda? —preguntaba el taxista, tratando <strong>de</strong> hablar con él en italiano.<br />

—A un hotel, por favor —dijo Tom—. Il meglio albergo. Il meglio, il meglio!<br />

FIN

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