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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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—Ah...! Inamorata di te —dijo Fausto, soltando una carcajada—. ¿Vas a verla en Nápoles?<br />

—Me parece que no. Bueno, Fausto hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos minutos. Tengo que darme prisa. Arrive<strong>de</strong>rci.<br />

—'Rive<strong>de</strong>rci, Dickie. Addio!<br />

Fausto colgó.<br />

Cuando Fausto viese los periódicos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>ría por qué no se había presentado en la estación, <strong>de</strong> lo contrario Fausto seguiría creyendo que él no le<br />

había encontrado <strong>de</strong>bido a la gente que había en la estación. Pero Tom se dijo que lo más probable era que Fausto viese los periódicos, ya que la prensa iba a dar<br />

mucha importancia a la noticia... nada menos que el asesinato <strong>de</strong> un americano en la Via Appia. Decidió que, una vez se hubiese entrevistado con la policía, cogería<br />

otro tren con <strong>de</strong>stino a Nápoles, a ser posible <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las cuatro por si Fausto seguía en la estación. En Nápoles esperaría el siguiente buque para Mallorca.<br />

Deseó que Fausto no lograse arrancarle su dirección a la telefonista también. Temía que se presentase allí antes <strong>de</strong> las cuatro, especialmente cuando la policía<br />

estuviese en el apartamento.<br />

Tom metió dos <strong>de</strong> las maletas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama y escondió la otra en el ropero, cerrándolo con llave. Quería evitar que la policía sospechase que estaba a punto<br />

<strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong> la ciudad. De todos modos, no había motivo para ponerse nervioso. Probablemente, la policía no tenía ninguna pista, y la llamada se redujese a que<br />

algún amigo <strong>de</strong> Freddie estaba enterado <strong>de</strong> su intención <strong>de</strong> visitarle el día anterior. Tom cogió un pincel y lo mojó en el recipiente <strong>de</strong> trementina. Quería que la policía<br />

viese que la noticia <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Freddie no le había trastornado hasta el punto <strong>de</strong> impedirle pintar mientras les esperaba, aunque estaba vestido para salir, ya que así<br />

se lo había comunicado a la policía. Iba a representar el papel <strong>de</strong> amigo <strong>de</strong> Freddie, pero no el <strong>de</strong> amigo íntimo.<br />

A las diez y media, la signora Buffi abrió la puerta <strong>de</strong> la calle a la policía. Tom se asomó al hueco <strong>de</strong> la escalera y les vio subir directamente, sin <strong>de</strong>tenerse a<br />

interrogar a la portera. Tom volvió a entrar en el apartamento, don<strong>de</strong> flotaba el olor picante <strong>de</strong> la trementina.<br />

Eran dos, uno <strong>de</strong> cierta edad, con uniforme <strong>de</strong> oficial, y otro, más joven, vestido con un uniforme <strong>de</strong> simple agente. <strong>El</strong> oficial le saludó cortésmente y pidió ver su<br />

pasaporte. Tom se lo entregó y el policía miró atentamente la foto <strong>de</strong> Dickie, luego el rostro <strong>de</strong> Tom, que se dispuso a ver puesta en duda su verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad, pero<br />

sus temores no llegaron a confirmarse. <strong>El</strong> policía hizo una leve inclinación <strong>de</strong> cabeza, sonrió y le <strong>de</strong>volvió el documento. Era un hombre bajito, <strong>de</strong> mediana edad,<br />

parecido a muchos miles <strong>de</strong> italianos <strong>de</strong> su misma edad; tenía las cejas negras, un tanto grisáceas y espesas, y usaba bigote, también grisáceo y espeso. No parecía una<br />

persona notablemente inteligente ni estúpida.<br />

—¿Cómo le mataron? —preguntó Tom.<br />

—Le golpearon en la cabeza y en el cuello con un objeto contun<strong>de</strong>nte —contestó el oficial—, y le robaron. Sospechamos que estaba bebido. ¿Lo estaba cuando<br />

salió <strong>de</strong> aquí ayer por la tar<strong>de</strong>?<br />

—Pues... un poco. Los dos estuvimos bebiendo... martinis y Pernod.<br />

<strong>El</strong> oficial lo anotó en su bloc, junto con la hora <strong>de</strong> llegada y salida que le dijo Tom: alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las doce y <strong>de</strong> las seis, respectivamente.<br />

<strong>El</strong> más joven <strong>de</strong> los dos policías, bien parecido e inexpresivo, paseaba por el apartamento, con las manos en la espalda. Se inclinó ante el caballete con el aire <strong>de</strong><br />

estar contemplando un cuadro en algún museo.<br />

—¿Sabe adón<strong>de</strong> fue al marcharse <strong>de</strong> aquí? —preguntó el oficial.<br />

—No.<br />

—Pero le pareció que estaba en condiciones <strong>de</strong> conducir, ¿no es así?<br />

—Sí. De haber estado <strong>de</strong>masiado bebido para llevar el coche, yo le hubiera acompañado.<br />

<strong>El</strong> oficial le hizo otra pregunta que Tom fingió no acabar <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r. <strong>El</strong> policía se la hizo por segunda vez, escogiendo palabras distintas y cambiando una<br />

sonrisa con su compañero. Tom les miró a los dos, con cierto resentimiento. <strong>El</strong> policía quería saber cuál era su relación con Freddie.<br />

—Éramos amigos —dijo Tom—. Aunque no muy íntimos. Llevaba casi dos meses sin verle ni tener noticias suyas. Me llevé un gran disgusto esta mañana, al<br />

enterarme <strong>de</strong>l suceso.<br />

Tom <strong>de</strong>jó que su expresión <strong>de</strong> ansiedad compensase las <strong>de</strong>ficiencias <strong>de</strong> su elemental vocabulario italiano. Le pareció que lo conseguía. Al parecer, se trataba <strong>de</strong><br />

un interrogatorio puramente rutinario y supuso que los agentes se irían al cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos más.<br />

—¿A qué hora le mataron, exactamente? —preguntó Tom.<br />

<strong>El</strong> oficial seguía escribiendo y al oírle alzó sus espesas cejas.<br />

—Evi<strong>de</strong>ntemente, justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el signore saliera <strong>de</strong> su casa, ya que el forense dijo que llevaba como mínimo doce horas muerto, tal vez más.<br />

—¿A qué hora le encontraron?<br />

—Al amanecer. Fueron unos obreros que pasaban por la carretera.<br />

—Dio mio! —murmuró Tom.<br />

—¿Le dijo algo sobre si pensaba ir a la Via Appia ayer, al salir <strong>de</strong> aquí?<br />

—No —contestó Tom.<br />

—¿Qué hizo usted cuando se hubo marchado el signore Miles?<br />

—Me quedé en casa —dijo Tom, abriendo los brazos como hubiese hecho Dickie—, luego dormí un poco y sobre las ocho o las ocho y media salí a dar una<br />

vuelta.<br />

»Al regresar sobre las nueve y cuarto Tom se había cruzado con un vecino cuyo nombre ignoraba, aunque se habían saludado.<br />

—¿Dio la vuelta usted solo?<br />

—Sí.<br />

—¿Y el signore Miles salió <strong>de</strong> aquí solo? ¿No iba a reunirse con nadie, que usted sepa?<br />

—No. No dijo nada al respecto.<br />

Tom se preguntó si Freddie se habría alojado con algún amigo en el hotel. Tenía la esperanza <strong>de</strong> que la policía no le sometiese a un careo con alguno <strong>de</strong> los<br />

amigos <strong>de</strong> Freddie, ya que posiblemente lo eran también <strong>de</strong> Dickie. Comprendió que su nombre —Richard Greenleaf— ya estaría en todos los periódicos, junto con<br />

su dirección, así que iba a tener que poner tierra por medio. <strong>Sol</strong>tó una maldición en voz baja. <strong>El</strong> policía se percató <strong>de</strong> ello, pero <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> pensar que iba dirigida al triste<br />

<strong>de</strong>stino que había caído sobre Freddie. Al menos, eso pensó Tom.<br />

—Y bien... —dijo el oficial, sonriendo y guardándose el bloc.<br />

—¿Creen uste<strong>de</strong>s que fue...<br />

Tom trató <strong>de</strong> dar con la palabra equivalente a «maleante», pero no pudo y en su lugar dijo:<br />

—... algún muchacho violento? ¿Tienen alguna pista?<br />

—Estamos examinando el coche para ver si hay huellas dactilares. Es posible que el asesino sea alguien a quien recogiera en la carretera, algún autoestopista. <strong>El</strong><br />

coche fue hallado esta mañana en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la Piazza di Spagna.<br />

»Si todo va bien, tendremos alguna pista antes <strong>de</strong> esta noche. Muchísimas gracias por todo, signore Greenleaf.

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