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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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Tom se hume<strong>de</strong>ció los labios. Escribiría a los dos bancos diciéndoles que no echaba a faltar ninguna cantidad. Pero dudaba que eso les <strong>de</strong>jase satisfechos durante<br />

mucho tiempo. Ya había firmado tres recibos, empezando por el <strong>de</strong> diciembre. Se preguntó si examinarían los recibos anteriores para comprobar la firma. Era probable<br />

que un experto se diese cuenta <strong>de</strong> que las tres firmas eran falsas.<br />

Subió a su habitación y, sin per<strong>de</strong>r un segundo, se sentó ante la máquina <strong>de</strong> escribir. Tras colocar en ella una hoja <strong>de</strong> papel con el membrete <strong>de</strong>l hotel, se quedó<br />

mirándola fijamente durante unos instantes, pensando que no conseguiría tranquilizar a los bancos con lo que iba a escribir. Si disponían <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> expertos que<br />

examinaran las firmas con lupa y toda clase <strong>de</strong> medios, lo más probable era que <strong>de</strong>scubriesen que las tres firmas eran falsas. De todos modos, sabía muy bien que las<br />

falsificaciones eran excelentes; tal vez la <strong>de</strong> enero la había hecho <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa, pero aun así era una buena falsificación pues, <strong>de</strong> no serla, no la hubiera enviado al<br />

banco. Les hubiese dicho que había perdido el recibo y que hicieran el favor <strong>de</strong> mandarle uno nuevo. En la mayoría <strong>de</strong> los casos <strong>de</strong> falsificación, transcurrían meses<br />

antes <strong>de</strong> que alguien se diese cuenta. Era extraño que en su propio caso lo hubiesen hecho tan pronto, en cuestión <strong>de</strong> cuatro semanas. Probablemente le tenían bien<br />

vigilado, sin omitir ninguna <strong>de</strong> las facetas <strong>de</strong> su vida, a raíz <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> Freddie Miles y <strong>de</strong>l hallazgo <strong>de</strong> la motora hundida cerca <strong>de</strong> San Remo. Lo cierto era que<br />

ahora que querían verle personalmente en el banco <strong>de</strong> Nápoles. Quizá algún empleado conocía a Dickie <strong>de</strong> vista. Tom sintió que el pánico se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> él y le<br />

<strong>de</strong>jaba momentáneamente paralizado. Se veía ante una docena <strong>de</strong> policías, italianos y americanos, que le preguntaban sobre el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dickie Greenleaf sin que él<br />

pudiera <strong>de</strong>cirles dón<strong>de</strong> estaba ni <strong>de</strong>mostrarles que existía. Se imaginó a sí mismo tratando <strong>de</strong> firmar con el nombre <strong>de</strong> H. Richard Greenleaf ante la mirada <strong>de</strong> una<br />

docena <strong>de</strong> grafólogos, <strong>de</strong>smoronándose <strong>de</strong> golpe sin po<strong>de</strong>r pergeñar una sola letra. Hizo un esfuerzo y empezó a golpear el teclado <strong>de</strong> la máquina. Dirigió la carta a la<br />

Wen<strong>de</strong>ll Trust Company <strong>de</strong> Nueva York.<br />

12 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 19...<br />

Muy señores míos:<br />

En contestación a su carta referente a la remesa <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> enero, <strong>de</strong>bo comunicarles que yo mismo firmé el cheque al recibir la cantidad, <strong>de</strong> la<br />

que no faltaba un solo céntimo. En caso <strong>de</strong> haber extraviado el cheque, como es natural les hubiese avisado inmediatamente.<br />

Les adjunto la ficha <strong>de</strong>bidamente firmada tal como me pi<strong>de</strong>n. Atentamente,<br />

H.Richard Greenleaf<br />

Probó la firma <strong>de</strong> Dickie varias veces, en el sobre <strong>de</strong> la compañía fi<strong>de</strong>icomisaria, antes <strong>de</strong> firmar en la ficha y en la carta. Luego escribió una carta parecida al<br />

banco <strong>de</strong> Nápoles, prometiéndoles personarse en sus oficinas al cabo <strong>de</strong> breves días para volver a registrar su firma. Escribió la palabra «Urgentíssimo» en ambos<br />

sobres y bajó al vestíbulo. <strong>El</strong> conserje le vendió unos sellos y Tom echó las cartas al correo.<br />

A continuación salió a dar una vuelta. De su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> visitar Capri ya no quedaba ni rastro. Eran las cuatro y cuarto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Tom anduvo sin rumbo fijo<br />

durante mucho rato. Finalmente, se <strong>de</strong>tuvo ante el escaparate <strong>de</strong> un anticuario y pasó varios minutos con los ojos clavados en un tétrico cuadro al óleo en el que se<br />

veían dos santos barbudos que bajaban por la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> una colina a la luz <strong>de</strong> la luna. Entró en la tienda y compró el cuadro sin regatear. Ni siquiera estaba enmarcado,<br />

así que se lo llevó al hotel enrollado bajo el brazo.

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