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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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Tom seguía sonriendo. Des<strong>de</strong> hacía días tenía pensado contarle todo esto a míster Greenleaf, si llegaba a verle, tanto si estaba enterado <strong>de</strong>l asunto <strong>de</strong> la lancha<br />

como si no lo estaba. Era mejor que <strong>de</strong>jarle que se enterase por la policía y que le dijesen que él, Tom, estaba en Roma con Dickie en un momento en que por fuerza<br />

<strong>de</strong>bería haberse enterado <strong>de</strong> que la policía andaba buscándole. A<strong>de</strong>más, la historia encajaba con lo que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir sobre la <strong>de</strong>presión <strong>de</strong> Dickie en aquellos<br />

días.<br />

—No entiendo <strong>de</strong>l todo este asunto —dijo míster Greenleaf, que estaba sentado en el sofá y escuchaba atentamente a Tom.<br />

—Bueno, eso ha pasado al olvido, ya que tanto Dickie como yo estamos vivos. <strong>El</strong> motivo <strong>de</strong> que lo saque a colación es simplemente porque Dickie sabía que la<br />

policía me buscaba, ya que le preguntaron dón<strong>de</strong> me hallaba yo. Es probable que, la primera vez que le interrogaron, no supiese con exactitud cuál era mi para<strong>de</strong>ro,<br />

pero, cuando menos, sabía que todavía me encontraba en Italia. Pero incluso cuando estuve en Roma y nos vimos, no se lo comunicó a la policía. No estaba <strong>de</strong> humor<br />

para colaborar con ellos. Lo sé porque en el mismo momento en que Marge estaba hablando conmigo en el hotel, en Roma, Dickie había salido a entrevistarse con la<br />

policía. Su actitud podría resumirse en que la policía se las apañase para dar conmigo, que él no pensaba <strong>de</strong>cirles dón<strong>de</strong> estaba yo.<br />

Míster Greenleaf meneó la cabeza con un gesto entre paternal e impaciente que parecía querer <strong>de</strong>cir que no le sorprendía saber aquello <strong>de</strong> Dickie.<br />

—Me parece que fue esa noche cuando dijo lo <strong>de</strong> «si le sucedía alguna otra cosa...» Eso me ocasionó ciertas complicaciones cuando llegué a Venecia.<br />

Probablemente la policía me tomó por un imbécil por no haberme enterado antes <strong>de</strong> que me estaban buscando. Aunque lo cierto es que así fue.<br />

—¡Hum! —exclamó míster Greenleaf con tono <strong>de</strong> indiferencia. Tom se levantó para ir a buscar el coñac.<br />

—Me temo que no estoy <strong>de</strong> acuerdo con usted en lo <strong>de</strong>l suicidio <strong>de</strong> Richard —dijo míster Greenleaf.<br />

—Bueno, tampoco lo está Marge. Lo único que dije es que había una posibilidad. Ni siquiera creo que sea lo más probable.<br />

—¿Ah, no? Entonces, ¿qué le parece más probable?<br />

—Que esté escondido —dijo Tom—. ¿Puedo ofrecerle un poco <strong>de</strong> coñac, señor? Me imagino que, viniendo <strong>de</strong> América, esta casa le parecerá un poco fría.<br />

—Así es, francamente.<br />

Míster Greenleaf aceptó la copa.<br />

—Mire, podría ser que Dickie estuviera en algún otro país en vez <strong>de</strong> aquí —dijo Tom—. A lo mejor se marchó a Grecia... a Francia o a cualquier otro sitio al<br />

regresar <strong>de</strong> Nápoles, ya que nadie se puso a buscarle hasta unos días más tar<strong>de</strong>.<br />

—Lo sé, lo sé —dijo míster Greenleaf con voz <strong>de</strong> cansancio.

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