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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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él lanzándose al mar para salvada; o soportando la fuerza <strong>de</strong>l agua que penetraba por una brecha <strong>de</strong>l casco para taponarla con su propio cuerpo. Se sentía poseído <strong>de</strong><br />

una fuerza y un valor sobrenaturales.<br />

Cuando el buque puso proa hacia tierra, al llegar a Grecia, Tom se hallaba apoyado en la barandilla, junto a lady Cartwright, que le estaba contando lo muy<br />

cambiado que se veía el puerto <strong>de</strong> <strong>El</strong> Pireo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que allí había estado. A Tom los cambios no le interesaban en lo más mínimo. <strong>El</strong> Pireo existía, y eso era<br />

lo único que le importaba. No era un espejismo que surgiese ante sus ojos, sino tierra firme, tierra por la que él podría caminar, en la que se alzaban edificaciones que<br />

podría tocar con sus propias manos... si llegaba hasta ellas.<br />

La policía estaba esperando en el muelle. Tom vio a cuatro agentes, <strong>de</strong> pie con los brazos cruzados, con la vista alzada hacia el buque. Tom estuvo ayudando a<br />

lady Cartwright hasta el último minuto, alzándola suavemente para salvar el último peldaño <strong>de</strong> la escalerilla. Luego se <strong>de</strong>spidió sonriendo <strong>de</strong> ella y <strong>de</strong> su hija. Tuvieron<br />

que ponerse a hacer cola en sitios distintos para recibir su equipaje y, a<strong>de</strong>más, las dos Cartwright salían en seguida para Atenas en su autobús especial.<br />

Con el calor y la leve humedad <strong>de</strong>l beso <strong>de</strong> lady Cartwright todavía en la mejilla, Tom dio media vuelta y lentamente se acercó a los policías. No pensaba dar<br />

ningún escándalo, sino limitarse a <strong>de</strong>cirles quién era él. Detrás <strong>de</strong> los agentes había un quiosco, y a Tom se le ocurrió comprar un periódico. Quizá se lo permitirían. Los<br />

agentes observaron cómo se les acercaba. Iban uniformados <strong>de</strong> negro y llevaban gorra con visera. Tom les sonrió débilmente. Uno <strong>de</strong> ellos se llevó la mano a la visera<br />

y se echó a un lado, pero ninguno <strong>de</strong> los otros hizo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> ocupar su puesto. Tom ya se encontraba prácticamente entre dos <strong>de</strong> ellos, <strong>de</strong>lante mismo <strong>de</strong>l quiosco, y<br />

los policías seguían mirando fijamente al frente, sin prestarle ninguna atención a él.<br />

Tom echó un vistazo a los numerosos periódicos que tenía <strong>de</strong>lante, sintiéndose aturdido y al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>smayo. Su mano se dirigió automáticamente hacia un<br />

periódico <strong>de</strong> Roma, que databa solamente <strong>de</strong> tres fechas. Se sacó unas liras <strong>de</strong>l bolsillo y entonces, <strong>de</strong> pronto, advirtió que no llevaba divisas griegas; pero el hombre<br />

<strong>de</strong>l quiosco cogió las liras con tanta naturalidad como si estuvieran en la propia Italia, e incluso le <strong>de</strong>volvió el cambio en liras.<br />

—Me llevaré éstos también —dijo Tom en italiano, cogiendo otros tres periódicos italianos y el Herald-Tribune <strong>de</strong> París. Lanzó una mirada furtiva hacia los<br />

agentes <strong>de</strong> policía. No le estaban mirando.<br />

Entonces regresó al tinglado don<strong>de</strong> los pasajeros <strong>de</strong>l buque se hallaban aguardando el equipaje. Oyó que lady Cartwright le saludaba alegremente al pasar, pero<br />

fingió no haberla oído. Al llegar a su cola, abrió el más viejo <strong>de</strong> los periódicos italianos, que databa <strong>de</strong> cuatro días. En la segunda página <strong>de</strong>l titular <strong>de</strong>cía:<br />

SIGUE SIN APARECER ROBERT S. FANSHAW,<br />

EL HOMBRE QUE DEPOSITÓ EL EQUIPAJE DE GREENLEAF<br />

Tom leyó el resto <strong>de</strong> la larga columna, pero solamente le interesó el quinto párrafo:<br />

Hace unos días la policía comprobó que las huellas dactilares que aparecen en las maletas y en los cuadros son las mismas huellas que se hallaron en el piso que Greenleaf <strong>de</strong>jó<br />

abandonado en Roma. Así pues, se da por seguro que fue el mismo Greenleaf quien <strong>de</strong>positó las maletas y los cuadros...<br />

Con <strong>de</strong>dos torpes por la ansiedad, Tom abrió otro periódico. Allí estaba también:<br />

... En vista <strong>de</strong> que las huellas dactilares encontradas en los objetos que había <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la maleta son idénticas a las que hay en el apartamento <strong>de</strong>l signore Greenleaf en Roma, la<br />

policía ha sacado la conclusión <strong>de</strong> que el signore en persona hizo las maletas y las <strong>de</strong>spachó a Venecia. Se especula sobre la posibilidad <strong>de</strong> que se suicidase, quizá en el mar y en estado<br />

<strong>de</strong> total <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z. Otra conjetura apunta hacia la posibilidad <strong>de</strong> que esté viviendo bajo el nombre <strong>de</strong> Robert S. Fanshaw u otro nombre falso. Una tercera posibilidad es la <strong>de</strong> que fuese<br />

asesinado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacer las maletas o ser obligado a hacerlas, quizá con el propósito <strong>de</strong> confundir a la policía mediante las huellas dactilares.<br />

En todo caso, es inútil proseguir la búsqueda <strong>de</strong> Richard Greenleaf, ya que, aun suponiendo que esté vivo, no tiene en su po<strong>de</strong>r el pasaporte <strong>de</strong> Richard Greenleaf.<br />

Tom se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba temblando y la cabeza le daba vueltas. La fuerte luz <strong>de</strong>l sol, filtrándose por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la techumbre, le dañaba los ojos. Como<br />

un autómata, siguió al mozo que llevaba su equipaje hacia el mostrador <strong>de</strong> la aduana. Mientras el aduanero examinaba las maletas, Tom, sin quitar la vista <strong>de</strong> las manos<br />

<strong>de</strong>l aduanero, trataba <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r el significado exacto <strong>de</strong> las noticias que acababa <strong>de</strong> leer. Significaban que no había ni la más leve sospecha sobre él, que las<br />

huellas dactilares habían garantizado su inocencia; significaban, en resumen, que no sólo no iría a la cárcel ni a la silla eléctrica, sino que, a<strong>de</strong>más quedaba libre <strong>de</strong> toda<br />

sospecha. Estaba libre. Fuera <strong>de</strong>l asunto <strong>de</strong>l testamento.<br />

Cogió el autobús que se dirigía a Atenas. Uno <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong> mesa ocupaba el asiento <strong>de</strong> al lado, pero no hizo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> saludarle, y, aunque le hubiese<br />

hablado, Tom no hubiera podido contestarle. Estaba seguro <strong>de</strong> que en la American Express <strong>de</strong> Atenas le estaría esperando una carta relativa al testamento. Míster<br />

Greenleaf había tenido tiempo suficiente para contestarle. Quizás habría pasado el asunto a sus abogados, y la carta, <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> éstos, no sería más que una respuesta<br />

cortés y negativa. Y quizá el siguiente mensaje <strong>de</strong> América se lo mandaría la policía, anunciándole que era responsable <strong>de</strong> falsificación. Tal vez los dos mensajes ya le<br />

estaban aguardando en la American Express. <strong>El</strong> testamento podía echarlo todo a rodar. Tom contempló el paisaje reseco y primitivo que se <strong>de</strong>slizaba junto a la<br />

ventanilla. Nada <strong>de</strong> lo que veía se le quedaba grabado. Cabía la posibilidad <strong>de</strong> que la policía griega le estuviese esperando en la American Express, que los cuatro<br />

hombres <strong>de</strong>l muelle no fuesen agentes <strong>de</strong> policía, sino soldados o algo por el estilo.<br />

<strong>El</strong> autobús se <strong>de</strong>tuvo. Tom se apeó y, tras reunir su equipaje, se puso a buscar un taxi.<br />

—¿Querrá parar un momento en la American Express? —dijo Tom en italiano, y al parecer el taxista le entendió.<br />

Tom recordó que las mismas palabras se las había dicho una vez a un taxista italiano, en Roma, al pasar por allí camino <strong>de</strong> Palermo, y pensó en lo muy seguro <strong>de</strong><br />

sí mismo que se había sentido aquella vez, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> darle el esquinazo a Marge, en el Inghilterra.<br />

Se incorporó al ver el rótulo <strong>de</strong> la American Express. Echó una ojeada en torno al edificio, buscando a la policía, aunque era posible que estuvieran <strong>de</strong>ntro. Le<br />

dijo al taxista que le esperase, otra vez en italiano, y el hombre pareció enten<strong>de</strong>rle también, llevándose la mano a la gorra. Todo estaba saliendo <strong>de</strong> un modo<br />

engañosamente fácil, igual que segundos antes <strong>de</strong> que todo salte por los aires. Tom lanzó un vistazo al vestíbulo <strong>de</strong> la American Express . No se veía nada anormal. Tal<br />

vez en cuanto pronunciase su nombre...<br />

—¿Tiene alguna carta a nombre <strong>de</strong> Thomas <strong>Ripley</strong>? —preguntó en inglés, hablando en voz baja.<br />

—¿<strong>Ripley</strong>? ¿Quiere <strong>de</strong>letreármelo, por favor?<br />

Tom lo <strong>de</strong>letreó.<br />

La muchacha le dio la espalda y sacó unas cuantas cartas <strong>de</strong> un casillero.<br />

Nada estaba sucediendo.<br />

—Tres cartas —dijo ella, en inglés y sonriendo.<br />

Una <strong>de</strong> míster Greenleaf. Una <strong>de</strong> Titi , <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Venecia. Una <strong>de</strong> Cleo, reexpedida. Abrió la carta <strong>de</strong> míster Greenleaf.<br />

Apreciado Tom:<br />

Su carta <strong>de</strong>l tres <strong>de</strong> junio llegó ayer.<br />

9 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 19...

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