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(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

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—¡Tom!<br />

<strong>El</strong> timbre <strong>de</strong> su voz era más profundo y más melodioso, mejor en suma que el conseguido por Tom al imitar a Dickie. Tom intentó ponerse en pie. <strong>El</strong> cuerpo le<br />

pesaba como si fuera <strong>de</strong> plomo y sus movimientos eran lentos, como los <strong>de</strong> una persona que tratase <strong>de</strong> salir a la superficie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong>l mar.<br />

—¡Me salvé! —gritaba la voz <strong>de</strong> Dickie, resonándole una y otra vez en los oídos, como si le llegase a través <strong>de</strong> un túnel larguísimo.<br />

Tom miró a su alre<strong>de</strong>dor, buscando a Dickie bajo la luz amarillenta <strong>de</strong> la lámpara, en las sombras <strong>de</strong> la habitación, junto al armario. Sintió que los ojos se le abrían<br />

<strong>de</strong>smesuradamente, aterrorizados, y aun sabiendo que su miedo era infundado, siguió buscando a Dickie por todos lados, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la persiana semicerrada, en el<br />

suelo al otro lado <strong>de</strong> la cama. Finalmente, logró levantarse y, andando con paso vacilante, llegó hasta la ventana y la abrió. Después abrió la otra. Se sentía bajo los<br />

efectos <strong>de</strong> alguna droga. De pronto, pensó que alguien le había echado algo en el vino. Se arrodilló junto a la ventana, aspirando ansiosamente el aire frío, luchando<br />

contra la sensación <strong>de</strong> mareo como si se tratase <strong>de</strong> algo que, si cedía unos segundos, acabaría dominándole <strong>de</strong>l todo. Al cabo <strong>de</strong> un rato, entró en el baño y se mojó la<br />

cara en el lavabo. <strong>El</strong> mareo empezaba a <strong>de</strong>saparecer. Sabía que no le habían drogado. Sólo que se había <strong>de</strong>jado llevar por la imaginación, perdiendo el control <strong>de</strong> sí<br />

mismo.<br />

Se irguió y con gestos pausados se quitó la corbata. Moviéndose como lo hubiera hecho Dickie, se <strong>de</strong>snudó para bañarse, y luego se puso el pijama y se tendió<br />

en el lecho. Trató <strong>de</strong> imaginarse en qué hubiese pensado Dickie y se dijo que probablemente en su madre. Recordó que en su última carta, mistress Greenleaf había<br />

incluido unas fotos <strong>de</strong> ella y su marido tomando café en la sala <strong>de</strong> estar, igual que lo habían hecho con Tom <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar. <strong>El</strong>la le <strong>de</strong>cía en la carta que las fotos eran<br />

obra <strong>de</strong> Herbert, su marido. Tom empezó a redactar mentalmente la siguiente carta que les escribiría. Los esposos Greenleaf estaban contentos <strong>de</strong> que últimamente les<br />

hubiese escrito más a menudo. Tom <strong>de</strong>cidió que era necesario que les tranquilizase sobre el asunto <strong>de</strong> Freddie, ya que ambos conocían a éste. En una <strong>de</strong> sus cartas,<br />

mistress Greenleaf le había preguntado por Freddie Miles. Pero mientras se esforzaba en redactar la carta, Tom tenía el oído atento por si sonaba el teléfono y le<br />

resultó imposible concentrarse.

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