13.05.2013 Views

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

(Ripley 01) El talento de Mr. Ripley (a pleno Sol)(c.1)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—<strong>El</strong> veintitrés <strong>de</strong> noviembre, cuando se fue a San Remo —contestó ella prestamente.<br />

—Usted estaba en Mongibello a la sazón, ¿no? —preguntó McCarron, pronunciando la «g» <strong>de</strong> un modo gutural, como si no supiese nada <strong>de</strong> italiano, al menos<br />

cómo pronunciarlo.<br />

—Sí —dijo Marge—. Estuve en un tris <strong>de</strong> verle en Roma, en febrero, pero la última vez que llegué a verle fue en Mongibello.<br />

Tom casi experimentó una oleada <strong>de</strong> afecto por Marge. Ya había empezado a sentirla por la mañana, pese a que ella le había irritado.<br />

—Durante su estancia en Roma se esforzó en no encontrarse con nadie —terció Tom—. Por eso, cuando me dio los anillos, al principio creí que se le había<br />

metido en la cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> alejarse <strong>de</strong> todos cuantos le conocían, yéndose a vivir a otra ciudad, esfumándose durante una temporada, por <strong>de</strong>cirlo así.<br />

—¿Y por qué, según usted?<br />

Tom se puso a explicado con profusión <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles, citando el asesinato <strong>de</strong> Freddie Miles y el efecto que a Dickie le había causado.<br />

—¿Cree usted que Richard sabía quién había matado a Freddie Miles?<br />

—No, claro que no.<br />

McCarron esperó a oír la opinión <strong>de</strong> Marge.<br />

—No —dijo ella, moviendo la cabeza negativamente.<br />

—Piénselo un poco —dijo McCarron a Tom—. ¿Cree que eso podría explicar su comportamiento? ¿Cree que se está ocultando para no tener que respon<strong>de</strong>r a<br />

las preguntas <strong>de</strong> la policía?<br />

Tom reflexionó un instante.<br />

—No hizo ni dijo nada que me hiciese pensar en eso.<br />

—¿Cree que tenía miedo <strong>de</strong> algo?<br />

—No me imagino <strong>de</strong> qué —contestó Tom.<br />

McCarron siguió preguntándole si Dickie y Freddie Miles eran muy amigos, si conocía a alguien más que fuese amigo común <strong>de</strong> Dickie y <strong>de</strong> Freddie, si sabía <strong>de</strong><br />

alguna <strong>de</strong>uda o <strong>de</strong> algún asunto <strong>de</strong> faldas...<br />

—Que yo sepa, solamente Marge.<br />

Marge protestó diciendo que ella no tenía nada que ver con Freddie, por lo que quedaba <strong>de</strong>scartada toda posibilidad <strong>de</strong> que rivalizasen por ella, y le preguntó a<br />

Tom si podía afirmar con seguridad que él era el mejor amigo <strong>de</strong> Dickie en Europa.<br />

—No diría tanto —contestó Tom—. Creo que su mejor amigo o amiga es Marge Sherwood. Apenas conozco a los amigos que Dickie tiene en Europa.<br />

McCarron estudió el rostro <strong>de</strong> Tom nuevamente.<br />

—¿Qué opina <strong>de</strong> esas falsificaciones?<br />

—¿Pero lo son efectivamente? A mí me pareció que nadie estaba seguro <strong>de</strong>l todo.<br />

—No creo que lo sean —dijo Marge.<br />

—Al parecer las opiniones están divididas —dijo McCarron—. Los peritos creen que la carta que escribió al Banco <strong>de</strong> Nápoles era auténtica, lo cual sólo<br />

significa una cosa: que si ha habido alguna falsificación, él está encubriendo a alguien. Supongamos que se trata <strong>de</strong> un caso <strong>de</strong> falsificación, ¿tienen alguna i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> a<br />

quién trata <strong>de</strong> encubrir?<br />

Tom titubeó un momento, y Marge dijo:<br />

—Conociéndole, no le creo capaz <strong>de</strong> estar encubriendo a nadie. ¿Por qué iba a hacerlo?<br />

McCarron tenía los ojos clavados en Tom, pero resultaba imposible adivinar si estaba calibrando su honra<strong>de</strong>z o simplemente rumiando todo lo que acababan <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirle. <strong>El</strong> <strong>de</strong>tective tenía todo el aspecto <strong>de</strong> un típico ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> coches americano, o ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> cualquier otra cosa; era alegre, presentable, <strong>de</strong> mediana<br />

inteligencia, capaz <strong>de</strong> charlar <strong>de</strong> béisbol con un hombre o <strong>de</strong> hacer algún cumplido tonto a una mujer. Tom no se había formado una gran opinión <strong>de</strong> él, pero, por otro<br />

lado, se <strong>de</strong>cía que no era pru<strong>de</strong>nte menospreciar al contrario. Mientras Tom le estaba mirando, McCarron abrió su boca pequeña y blanda para <strong>de</strong>cir:<br />

—Míster <strong>Ripley</strong>, ¿le importaría bajar conmigo unos minutos, si dispone <strong>de</strong> ellos?<br />

—No faltaría más —dijo Tom, poniéndose en pie.<br />

—No tardaremos —dijo McCarron, dirigiéndose a Marge y a míster Greenleaf.<br />

Al llegar a la puerta, Tom volvió la cabeza hacia atrás, porque míster Greenleaf se había puesto en pie y estaba diciendo algo, aunque no le prestó atención. De<br />

pronto, Tom notó que estaba lloviendo, que sobre los cristales <strong>de</strong> la ventana caían cortinas <strong>de</strong> lluvia gris, y tuvo la sensación <strong>de</strong> estar presenciando la última escena <strong>de</strong><br />

su vida, una escena borrosa y fugaz en la que la figura <strong>de</strong> Marge, al otro lado <strong>de</strong> la espaciosa habitación, quedaba empequeñecida y míster Greenleaf, <strong>de</strong> pie y con el<br />

cuerpo inclinado hacia a<strong>de</strong>lante, hacía pensar en un anciano que anduviese con pasos vacilantes. Pero era por la cómoda habitación que estaba <strong>de</strong>jando atrás, y por la<br />

casa al otro lado <strong>de</strong>l canal, invisible a causa <strong>de</strong> la lluvia, que tal vez nunca volvería a ver.<br />

Míster Greenleaf estaba preguntando algo:<br />

—¿Van a... a volver <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos minutos?<br />

—Oh, claro —contestó McCarron con la firmeza impersonal <strong>de</strong> un verdugo.<br />

Echaron a andar hacia el ascensor. Tom iba preguntándose si era <strong>de</strong> aquel modo como solían hacerlo: unas palabras apenas susurradas en el vestíbulo y luego la<br />

entrega <strong>de</strong>l culpable a la policía italiana, tras lo cual McCarron regresaría a la habitación como había prometido. McCarron llevaba consigo un par <strong>de</strong> papeles que había<br />

sacado <strong>de</strong> su cartera. Tom miraba fijamente la moldura que adornaba la pared <strong>de</strong>l ascensor, al lado <strong>de</strong>l indicador <strong>de</strong> pisos; era una figura geométrica parecida a un<br />

huevo y enmarcada por cuatro diminutas circunferencias en relieve.<br />

«Piensa en algo sensato y normal que <strong>de</strong>cir sobre míster Greenleaf», se dijo Tom a sí mismo, apretando los dientes. «¡Ojalá no empiece a sudar a mares<br />

precisamente ahora!»<br />

Todavía no había empezado a sudar, pero temía hacerlo en cuanto llegasen al vestíbulo. McCarron apenas le llegaba a los hombros y, en el momento en que el<br />

ascensor se <strong>de</strong>tuvo, Tom se volvió hacia él y, sonriendo torvamente, le dijo:<br />

—¿Es éste su primer viaje a Venecia?<br />

—Sí —contestó McCarron, encaminándose hacia el otro lado <strong>de</strong>l vestíbulo y, señalando la cafetería <strong>de</strong>l hotel, añadió—: ¿Nos sentamos allí?<br />

Su tono era cortés y Tom accedió a su proposición. La cafetería no estaba <strong>de</strong>masiado concurrida, pero no había ninguna mesa que quedase aislada <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más<br />

lo suficiente para que su conversación no pudiera ser oída. Tom se preguntó si McCarron se proponía acusarle allí mismo, colocando tranquilamente las pruebas sobre<br />

la mesa, una tras otra. Aceptó la silla que el <strong>de</strong>tective le ofrecía. McCarron se sentó <strong>de</strong> espaldas a la pared. Un camarero se les acercó.<br />

—Signori?<br />

—Café —dijo McCarron.<br />

—Cappuccino —pidió Tom—. ¿Prefiere un capuchino o un espresso?<br />

—¿Cuál <strong>de</strong> los dos es con leche? ¿<strong>El</strong> cappuccino?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!