por Oceanía, aparecen unos signos zodiacales semejantes y organizados del mismo modo; las diferencias entre ellos se explican como adaptaciones a la fauna y flora locales. Tal similitud fue notada por Alejandro Humbold hace dos siglos y estudiada desde entonces por otros investigadores, quienes han llegado a la conclusión de que el sistema tiene un origen común. Sin embargo, las concordancias zodiacales no prueban por sí solas un contacto en épocas históricas, pues se sabe que los pueblos de América proceden en su mayor parte de Asia, y la cosmogonía ya estaba bastante desarrollada en la época en que ocurrió la migración transpacífica. Un indicador mucho más significativo es la semejanza entre los calendarios chino y mesoamericano. Su mecanismo, basado en la rotación de diversas ruedas de signos y números, es demasiado sofisticado como para atribuirle un origen paleolítico. Si es cierto que uno de sus componentes (la rueda zodiacal) tiene un origen común, entonces es muy probable que un pueblo haya tomado prestado el invento al otro. Pero, ¿quién precedió a quién? Estructura de los calendarios chino y mesoamericano. El mecanismo que hoy conocemos como “calendario chino” surgió en la India dos siglos antes de Cristo y emigró poco después a China y el Tíbet. Para entonces, los olmecas ya se habían extinguido y el calendario que ellos inventaron era de uso común en todo el Anawak. Por lo tanto, en este caso la precedencia del invento también le corresponde a los mesoamericanos. En conclusión: tanto las evidencias arqueológicas como el análisis contextual indican que, desde unos siglos antes de la era cristiana, comenzaron a arribar a Asia desde Anawak conocimientos e inventos relacionados con las matemáticas. Lo más probable es que estos hayan sido llevados en barcos a través del Océano Pacífico por misioneros culturales, o quizás como parte de un intercambio más amplio, de tipo comercial. Tales contactos habrían durado aproximadamente un milenio, interrumpiéndose con la caída de Teotihuacan y las ciudades clásicas mayas. La posibilidad de que las matemáticas modernas tengan su origen último en la ingeniosidad de los sabios olmecas fue notada por el ingeniero Calderón, quien apunta: No puede menos que admirarnos que... en los momentos en que (el Viejo Mundo) se debatía en la decadencia del primer milenio, providencialmente hayan llegado de la India, por intermedio de los árabes, los conceptos salvadores del cero y de las posiciones... (También) es inquietante notar que los dados, el dominó, el juego de damas, las cartas de la baraja, los cuadros y tableros cabalísticos, los ábacos y los rosarios, todos tienen en común los elementos básicos de un sistema arcaico de aritmética que, unido a una lista impresionante de rasgos culturales paralelos, y a veces idénticos en detalles convencionales, refuerza notablemente la tesis del difusionismo. Este difusionismo, sin embargo, tiene una diferencia importante con el que han defendido la mayoría de los investigadores: la datación cada vez más precisa de nuestras culturas demuestra que la precedencia le corresponde a América. (Héctor M. Calderón, La ciencia matemática de los mayas)
Bibliografía Calderón Héctor M., 1966, La ciencia matemática de los mayas, Ed. Orión. Díaz Frank, 2005, Sagrado Trece, los calendarios del antiguo México, Ed. Kinames. Esparza Hidalgo David, 1978, Nepohualtzitzin, Ed. Diana. Garcés Contreras, Guillermo, 1982, Pensamiento matemático y astronómico en el México precolombino. Ed. IPN. Noriega B., Pablo, 1994, El Códice de Santa María Asunción, Rev. Arqueología Mexicana, II, 8. Romero Murguía, M. Elena, 1988, Nepohualtzitzin, matemática nahua contemporánea, Ed. SEP.
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