Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Educación ...

Anguila.
Es decir, alguien chocó contra él.
- ¡Peje, cuidado con mi cola!- exclamó la voz de la señora
El pobre Peje Sintió que la felicidad le llegaba hasta el único y
largo pelo que tenía sobre la cabeza: ¡le habían hablado al fin!
- Señora Anguila, perdón, es que con estas tinieblas...- dijo,
repitiendo lo que siempre había ensayado a solas.
Y algo le sucedió. Algo muy raro. Sintió que podía confiar en
la vieja Anguila y se instaló a su lado. Empezó a hablar muy rápido;
le confió penas y temores, mientras ella lo acariciaba con la punta
de su cola, tratando de mirarlo con sus ojillos brillantes.
El pobre Peje habló largo rato...
- ... y así es mi vida. Nunca seré nadie importante- concluyó
con voz infinitamente triste.
La sabia Anguila suspiró también. Y le dijo:
- Ten fe hijito. Yo sé que...
Pero no pudo seguir hablando, porque el Peje al escucharse
llamado "hijito" sintió un nudo en la garganta y en un impulso se
lanzó sobre su nueva amiga y le dio un gran beso en un ojo.
- ¡Qué buena es usted, abuelita!- exclamó con voz
entrecortada. Y la Anguila que en su vida había tenido nietos,
Sintió que una lágrima le mojaba la cara...
¡Se iba a producir un cortocircuito emocional!
Y así sucedió.
La corriente se produjo de inmediato. Muchas chispas rojas,
rosadas y violáceas iluminaron el lugar, como fuegos artificiales