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F I L I P E N S E S - MINTS español

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Curso de <strong>MINTS</strong> Filipenses: El Evangelio de Gozo Prof. Eric Pennings<br />

Comentario Sobre Filipenses 2:1 - 3:1<br />

2.0 Gozo en Imitar a Cristo – 2.12 - 3:1<br />

2.2) 2:12-3:1 – La Práctica de Imitación: Sumisión<br />

En los primeros once versículos vimos que Pablo enseña la importancia de reflejar la humildad de<br />

Cristo. Para reflejar su humildad, es importante imitarlo. De esta imitación se trata la segunda mitad de<br />

Filipenses 2. En particular, Pablo enseña aquí que para imitar la humildad de Cristo, debemos<br />

someternos completamente a él en toda nuestra vida. En versículos 12 y 13 Pablo nos anima<br />

someternos a Cristo como la meta principal de sumisión. En los versículos 14 al 18 él habla sobre el<br />

gozo profundo que experimentamos cuando sometemos a él. En los versículos que concluyen el<br />

capítulo, Pablo presenta un ejemplo de sí mismo (de un versículo!) y después de Timoteo (versículos<br />

19-24) y de Epafrodito (versículos 25-30). Pablo concluye el tema de sumisión con un versículo de<br />

resumen que expresa una vez más el gozo de la sumisión (Flp. 3:1).<br />

a) 2:12-13 – Sumisión a Cristo<br />

La sumisión suprema a la cual Pablo nos llama es la sumisión a Cristo. Lo presenta en los versículos<br />

12 y 13.<br />

El versículo 12 es muchas veces mal entendido por falta de leerlo en el contexto en el cual es escrito.<br />

El versículo lo tenemos que entender primero en su contexto más inmediato, y también en su contexto<br />

dentro de la carta. Si leemos las palabras “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Suena<br />

como que tenemos que hacer un esfuerzo propio para ganar la salvación. Pero cuando lo vemos en<br />

sus contexto, nos damos cuenta que Pablo no está enseñando ningún “auto-esfuerzo” con respecto a<br />

nuestra salvación.<br />

Primero tenemos que considerar la primera parte del versículo. Pablo les está animando que los<br />

hermanos deben seguir sus enseñanzas no solamente cuando él está allí, sino cuando él no está<br />

también. Hay un dicho que dice, “Sale el gato y juegan los ratones”. En porciones de esta carta Pablo<br />

afirma que cuando él salió de Filipos, los hermanos siguieron escudriñando las Escrituras y<br />

practicando lo aprendido. Pero Pablo los recuerda que no deben de dejar a lado este esfuerzo. Este<br />

esfuerzo que hicieron los Filipenses es el esfuerzo que Pablo reconoce que es parte del proceso de la<br />

salvación. Es el proceso de santificación, la perfección gradual, al cual Pablo refiere en este versículo.<br />

Por un lado la salvación es un hecho, parte de la obra de Cristo en la justificación del creyente, hecho<br />

posible en la obediencia de Cristo cuando fue a la cruz. Por otro lado es un proceso que dura toda la<br />

vida, porque no realizamos los frutos finales de la salvación hasta que morimos o cuando Cristo venga<br />

en la segunda venida. El esfuerzo a que Pablo refiere es el esfuerzo de perseguir y luchar para<br />

mantener nuestro enfoque en Cristo (Lucas 13:23; Hch. 2:47; Rom. 14:19; I Cor. 9:24–27; 2 Cor. 2:15;<br />

I Tim. 6:12). Es una batalla contra el enemigo que nos ataca en tres frentes: el mundo, la carne, y el<br />

diablo mismo. Tenemos que esforzarnos para derrotar el mal y promover el bien que se encuentra<br />

sembrado en nosotros por la obra del Espíritu Santo.<br />

Eso es confirmado cuando Pablo sigue con el mismo tema en el siguiente versículo cuando escribe,<br />

“Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Es obvio<br />

en este versículo que Pablo descarta cualquier conclusión de esfuerzo propio con respecto a la<br />

salvación. Más bien es en este versículo que Pablo presenta la tensión que siempre existe entre la<br />

iniciativa de Dios con la responsabilidad humana. Es Dios quien inicia la obra de salvación en<br />

nosotros, y que nos siembra el deseo de “querer como el hacer” con referencia a nuestra salvación.<br />

Pablo sabe que por nuestra naturaleza humana, rechazaríamos la salvación por Cristo. Pero el Espíritu<br />

Santo siembra en nosotros el deseo de seguir a Dios y la salvación subsiguiente que resulta.<br />

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