30.03.2014 Views

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Arráncame <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />

Ángeles <strong>Mastretta</strong><br />

Era yo el centro de atención y eso me gustó. Al entrar todos me buscaban con los ojos, casi<br />

todos querían abrazarme y decir cosas, pero lo mejor fue lo que me dijo Josefita Rojas, que entró<br />

con los pasos apresurados y <strong>la</strong> cabeza erguida con que recorría <strong>la</strong>s calles de <strong>la</strong> ciudad como si<br />

quisiera agotar<strong>la</strong>. Nunca se subía a un coche, a todas partes llegaba caminando. Vivía en el cerro<br />

de Loreto y desde ahí bajaba al centro, a Santiago o a donde <strong>la</strong> invitaran, dando esos pasos que<br />

todavía <strong>la</strong> mantienen viva. Josefita me abrazó fuerte, después me tomó de los hombros y me<br />

miró a los ojos.<br />

—¡Vaya! —dijo. Me da gusto por ti. La viudez es el estado ideal de <strong>la</strong> mujer. Se pone al<br />

difunto en un altar, se honra su memoria cada vez que sea necesario y se dedica uno a hacer todo<br />

lo que no pudo hacer con él en <strong>vida</strong>. Te lo digo por experiencia, no hay mejor condición que <strong>la</strong> de<br />

viuda. Y a tu edad. Con que no cometas el error de prenderte a otro luego luego, te va a cambiar<br />

<strong>la</strong> <strong>vida</strong> para bien. Que no me oigan decírtelo, pero es <strong>la</strong> verdad y que me perdone el difunto.<br />

Como a <strong>la</strong>s seis de <strong>la</strong> mañana pensé que debía ir a cambiarme de ropa y de aspecto. Casi no<br />

había nadie en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> a esas horas. Me acerqué a <strong>la</strong> caja abierta y vi <strong>la</strong> cara de Andrés muerto.<br />

Quise encontrar alguna dulzura en los rasgos de su cara, algún guiño de complicidad de esos que<br />

a veces me hacía, pero le vi el gesto tieso de cuando se enojaba, de cuando pasaba días sin<br />

hab<strong>la</strong>rme porque algo lo andaba preocupando y ni el buenas noches podía interrumpir el enredo<br />

de su cabeza.<br />

—Adiós, Andrés —le dije. Van a venir por ti para llevarte a Zacatlán. Te querías ir ahí a<br />

descansar, y Fito está empeñado en darte gusto. Ahora si lo que quieras, pídele lo que quieras.<br />

Anda listo para lo que se te ofrezca. Qué feo estás. Me chocas con esa cara. Siempre me has<br />

chocado con esa cara. Ve a ponérse<strong>la</strong> a otra, yo tengo demasiados líos como para cargar con tu<br />

cara de reproche. ¿No querrás que me suicide de pena? Ya oíste lo que dijo Josefita, voy a estar<br />

mejor que nunca sin ti. No quiero ir a tu entierro, seguro me van a subir en el mismo coche que<br />

Rodolfo y lo voy a tener que aguantar todo el camino hasta Zacatián. Y tú metido en tu caja, muy<br />

quitado de <strong>la</strong> pena mientras yo lo aguanto. ¿Así va a ser para siempre? ¿Cuándo me lo voy a<br />

quitar de encima? Justo encima más le vale no querer ponerse. Tú porque eras simpático y me<br />

agarraste niña. ¡Cómo me hacías reír, cómo me dabas miedo! Cuando ponías esta cara me dabas<br />

miedo. Esta cara pusiste cuando te insulté por matar a Lo<strong>la</strong>. Que a mí que me importaba, dijiste.<br />

Así que me dejas todo para que yo lo reparta. Lo que quieres es joder, como siempre. ¿Quieres<br />

que vea lo difícil que resulta? ¿A quién le toca qué según tú? ¿Quieres que lo adivine, que siga<br />

pensando en ti durante todo el tiempo que dure el horror de ir dándole a cada quien lo suyo?<br />

Quieres ver si me quedo con todo. ¿Qué te crees tú? ¿Que no me vas a dejar en paz, que me vas<br />

a pesar toda <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, que muerto y todo vas a seguir siendo el hombre al que más horas le dedico,<br />

que para siempre voy a pensar en tus hijos y tus mujeres? Eso querrías, que te siguiera yo<br />

cargando. ¿Qué le toca a quién, desde mi justicia? ¿Crees que les voy a dar el gusto de quedarme<br />

con todo? ¿Para que puedan ir diciendo que tenían razón, que siempre supieron que yo no era<br />

más que una ambiciosa? ¿O crees que me voy a quedar a media calle, pidiéndole a Fito una<br />

caridad? No, Andrés, los voy a l<strong>la</strong>mar a todos a echar vo<strong>la</strong>dos y a ver quién se gana esta casa tan<br />

fea, a ver a quién le tocan los ranchos de <strong>la</strong> sierra, a quién el Santa Julia y a quién La Mandarina,<br />

a quién los negocios con Heiss, a quién el alcohol c<strong>la</strong>ndestino, a quién <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de Toros, a quién<br />

los cines y a quién <strong>la</strong>s acciones del hipódromo, a quién <strong>la</strong> casa grande de México y a quién <strong>la</strong>s<br />

chicas. Puros vo<strong>la</strong>dos, Andrés, y el que ya esté metido en alguna parte pues ahí se queda, no voy<br />

a sacar a Olga del rancho en Veracruz, ni a Cande de <strong>la</strong> casa en Teziutlán. Ni loca voy a querer<br />

meterme en casa ajena. Yo quiero una casa menos grande que ésta, una casa en el mar, cerca de<br />

<strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s, en <strong>la</strong> que mande yo, en <strong>la</strong> que nadie me pida, ni me ordene, ni me critique. Una casa en<br />

<strong>la</strong> que pueda darme el gusto de recordar cosas buenas. Tu risa de alguna tarde, nuestros juegos<br />

a caballo, el día en que estrenamos el Ford convertible y lo corrimos a toda velocidad camino a<br />

México por primera vez. En <strong>la</strong> noche me dijiste «deja que yo te quite <strong>la</strong> ropas y me <strong>la</strong> fuiste<br />

quitando despacio y yo quieta hasta que me quedé desnuda mirándote. Entonces siempre te<br />

miraba con agradecimiento. Empecé a temb<strong>la</strong>r porque hacia frío y todavía me daba vergüenza<br />

estar desnuda a medio cuarto. Te chupaste un <strong>la</strong>bio y caminaste hacia atrás: «qué bonita eres»,<br />

dijiste como si me vieras por primera vez y no fuera tuya. No soporté seguir ahí parada, te dije<br />

«ya, Andrés, ya no me veas así», y corrí a meterme bajo <strong>la</strong>s sábanas. Entonces te acercaste y me<br />

pusiste el dedo en el ombligo: «¿qué guardas en este agujerito?», preguntaste, y yo te dije «un<br />

secreto». Toda <strong>la</strong> noche buscamos el secreto, ¿te acuerdas? Tengo sueño, ganas de irme a mi<br />

cama toda para mí, sin tus piernas cruzándose a media noche en mi camino, sin tus ronquidos.<br />

Me iría a dormir, pero quiero ir a Zacatián. Detesto ese lugar tan mojado, tan lleno de recovecos,<br />

112

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!