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Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

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Arráncame <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />

Ángeles <strong>Mastretta</strong><br />

detenerse a discutirlo. Nada más dijo que ésos eran puros papeles inútiles, que lo que necesitaba<br />

Pueb<strong>la</strong> era futuro, y que no había dónde poner tanto recuerdo. El lugar donde estaba el archivo<br />

sería para que <strong>la</strong> Universidad tuviera más au<strong>la</strong>s. Además ya era tarde porque Díaz Pumarino su<br />

secretario de gobierno ya lo había vendido, es más, el dinero me lo iba a dar para el hospicio.<br />

Al día siguiente tuve que pasar <strong>la</strong> vergüenza de explicarle mi fracaso al señor Cordero. Total<br />

que el dinero de <strong>la</strong> venta ni siquiera fue para el hospicio porque <strong>la</strong> Asociación de Charros visitó a<br />

Andrés <strong>la</strong> mañana en que lo tenía sobre su escritorio y junto con el cheque del gobierno del estado<br />

les dio lo del archivo como donativo personal.<br />

Con ese empezaron mis fracasos y fui de mal en peor. Un día me visitó una señora muy<br />

acongojada. Su marido, un médico respetable, era dueño de <strong>la</strong> casa en que vivía toda <strong>la</strong> familia.<br />

Una casa muy bonita en el 18 Oriente. Según contó <strong>la</strong> señora, a mi general le había gustado <strong>la</strong><br />

casa y l<strong>la</strong>mó a su marido para comprárse<strong>la</strong>. Como el hombre le dijo que no estaba en venta<br />

porque era el único patrimonio de su familia, Andrés le contestó que esperaba verlo entrar en<br />

razón porque no le gustaría comprárse<strong>la</strong> a su viuda. Con <strong>la</strong> amenaza encima el doctor aceptó<br />

vender y puso precio. Andrés lo oyó decir tantos miles de pesos y después sacó de un cajón <strong>la</strong><br />

boleta del registro predial con <strong>la</strong> cantidad en que estaba valuada <strong>la</strong> casa para el pago de<br />

impuestos. Era <strong>la</strong> mitad de lo que pedía, le dio <strong>la</strong> mitad y lo despidió dándole tres días para<br />

desalojar.<br />

La esposa fue a verme al segundo día. En <strong>la</strong> noche se lo conté a Andrés.<br />

—Así que aparte de lenta es argüendera <strong>la</strong> señora. Dile que tú no sabes nada.<br />

—¿Pero es cierto eso? ¿Para qué quieres <strong>la</strong> casa?<br />

—Qué te importa —dijo y se durmió.<br />

Al día siguiente fui a despertar a Octavio con <strong>la</strong> historia.<br />

—¿Por qué no dejas eso de <strong>la</strong>s audiencias y te dedicas a algo más agradable? —me dijo.<br />

Seguí hab<strong>la</strong>ndo y explicándole, volví a contarle lo de <strong>la</strong> casa, segura de que no lo había<br />

entendido porque estaba amodorrado.<br />

—Ay Cati no me digas que no sabes que así compra todo —dijo sentándose en <strong>la</strong> cama y<br />

estirando los brazos. Después dio un bostezo <strong>la</strong>rgo y ruidoso.<br />

—¿Puedo entrar? —preguntó Marce<strong>la</strong> empujando <strong>la</strong> puerta.<br />

Llevaba pantalones y una camisa que alguna vez le vi a Octavio.<br />

—¿Todavía no te levantas? —le dijo caminando con <strong>la</strong>s manos atrás de <strong>la</strong> cintura hasta que<br />

estuvo frente a él.<br />

—Eres un huevón —dijo echándole encima el vaso de agua que llevaba escondido.<br />

—Abusiva —gritó Octavio forcejeando para quitarle el vaso—. Se trenzaron en una lucha<br />

que se convirtió en abrazo y carcajadas. Estaban tan felices que me dieron envidia.<br />

—De todos modos gracias Tavo —dije caminando hacia <strong>la</strong> puerta.<br />

—A ti, Cati —contestó cuando me vio salir y cerrar<strong>la</strong>.<br />

CAPÍTULO VI<br />

La primera vez que vi a Andrés furioso contra don Juan Soriano, el director del semanario<br />

Avante, fue cuando lo de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za de toros, <strong>la</strong> segunda cuando publicó que muchos<br />

antirrevolucionarios se habían deslizado en el gobierno de Pueb<strong>la</strong>; que Manuel Garcia, el oficial<br />

mayor, había sido el que denunció a los Serdán, que Ernesto Hernández visitador de <strong>la</strong><br />

administración en Pueb<strong>la</strong> había sido integrante de una cosa que se l<strong>la</strong>mó Defensa Social creada<br />

por Victoriano Huerta, que Saíd Suárez cobrador de <strong>la</strong> recaudación de rentas de Teziutlán<br />

personalmente había disparado sobre Venustiano Carranza en T<strong>la</strong>xca<strong>la</strong>ntongo y que el propio<br />

gobernador había estado en La Ciudade<strong>la</strong> cuando el golpe de Estado que asesinó a Madero.<br />

—Que se dé por muerto este cabrón —dijo entre dientes cerrando el periódico y<br />

levantándose de <strong>la</strong> mesa en que desayunábamos.<br />

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