30.03.2014 Views

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

Mastretta, Angeles - Arrancame la vida

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Arráncame <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />

Ángeles <strong>Mastretta</strong><br />

—El señor gobernador nos hizo el favor de venir con ellos cuando le avisé de <strong>la</strong> desaparición<br />

de nuestro amigo Carlos Vives —dijo Andrés.<br />

—¿No sería mejor que estuvieran buscándolo? —pregunté.<br />

—Querían tener más datos sobre el asunto —dijo el diputado Puente.<br />

—¿Que sus niños se quedaron solos en media calle? —me preguntó Susi Díaz de Puente. Yo<br />

creo que a don Carlos lo secuestró una pretendienta.<br />

—Ojalá contesté.<br />

—Señoras, esto es serio —dijo Andrés. Carlos era amigo de Medina y Medina murió hoy en<br />

<strong>la</strong> mañana. ¿Ya saben ustedes cómo estuvo lo de Medina, gobernador?<br />

—Más o menos, Parece que lo mataron sus gentes. Hay muchos radicales dentro de <strong>la</strong> CTM<br />

y Medina había convencido a sus bases de que lo conveniente era pasarse todos a <strong>la</strong> CROM. Algún<br />

loco se vengó de esta cordura que ellos consideraron traición.<br />

—No creo que Medina haya querido pasarse a <strong>la</strong> CROM —dije.<br />

—¿Por qué no has de creerlo? —preguntó Andrés.<br />

—Porque conocí a Medina. Carlos lo quería bien.<br />

—Pues ojalá no lo haya querido tanto como para meterse a defenderlo —dijo Andrés.<br />

Siempre ha sido un irresponsable. Todavía hoy en <strong>la</strong> comida le pedí que se dedicara a <strong>la</strong> música<br />

y dejara de correr riesgos. Pero es un provocador.<br />

—A mi me parece un buen tipo —dijo el procurador y es un excelente músico.<br />

—Esperemos que no le haya pasado nada —expresó el jefe de <strong>la</strong> policía, que era un tipo<br />

horrendo, subjefe cuando Andrés fue gobernador. Le decían el Queso de Puerco porque tenía mal<br />

del pinto. Lo que hubiera pasado, lo sabía todo.<br />

Llegó <strong>la</strong> cena. Andrés dio en elogiar mis habilidades como ama de casa y <strong>la</strong> conversación se<br />

fue para quién sabe dónde. Lucina servía <strong>la</strong> mesa.<br />

—¿Más frijoles señora? —dijo parándose junto a mí. Y después bajito: Dice Juan que lo<br />

tienen en <strong>la</strong> casa de <strong>la</strong> noventa.<br />

—Gracias, unos poquitos —le contesté.<br />

—De veras de veras, qué rico todo, señora —dijo Benítez.<br />

—Gracias gobernador —dije levantando <strong>la</strong> cara, y mirándolo. Junto a él encontré los ojos de<br />

Tirso el procurador, un notario respetado que nunca quiso trabajar para Andrés.<br />

Me extrañaba que hubiera querido con Benítez. Era un hombre raro. Cuando me miraba yo<br />

tenía <strong>la</strong> sensación de interesarle.<br />

—Está usted preocupada, ¿verdad?<br />

—Estimo a Carlos —contesté.<br />

—Le prometo que haré lo posible por dar con él —dijo.<br />

—Se lo agradezco desde ahora —le dije, y a todos: ¿Tomamos el café en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>?<br />

—Vamos pues —dijo mi marido levantándose. Tras él se levantaron todos, como monos de<br />

imitación. Caminamos hasta <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> y busqué acercarme a Tirso Santil<strong>la</strong>na.<br />

—Usted confía en su gobernador, ¿verdad?<br />

—Por supuesto señora —me contestó. Sonreí como si habláramos del tiempo.<br />

—Tienen a Carlos en <strong>la</strong> casa de <strong>la</strong> noventa. Sálvelo —dije.<br />

—¿De qué hab<strong>la</strong> usted?<br />

—La casa de <strong>la</strong> noventa es una cárcel para enemigos políticos. Existe desde que mi marido<br />

era gobernador y no ha desaparecido. Ahí está Carlos.<br />

—¿Cómo lo supo? —preguntó.<br />

—Qué más da. ¿Va usted a ir? Diga que se lo dijeron en <strong>la</strong> calle. Váyase y mando a alguien<br />

a que se lo avise en su oficina. Pero apúrese por favor —dije riéndome otra vez y él se rió también<br />

para seguir el disimulo.<br />

—Señor gobernador, me voy a retirar. Quiero ver si en mi oficina saben algo —dijo.<br />

88

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!