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Arráncame <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />
Ángeles <strong>Mastretta</strong><br />
—Empezó tarde por culpa de sus padres. Tuvo que estudiar leyes antes de ser novillero, y<br />
por supuesto dejar Colombia. Creo que Colombia es como Pueb<strong>la</strong>.<br />
—¿Sabe quién es tu marido?<br />
—Sabe que es dueño de periódicos.<br />
—¿Y qué? —dije. ¿Cómo le vas a hacer con Odilón?<br />
—No sé. No sabía qué hacer para mandarlo al demonio sin quedarme en <strong>la</strong> calle, pero ayer<br />
Odi fue a una de esas fiestas que hacen para medirse. Ya sabes, unas a <strong>la</strong>s que llevan putas y se<br />
encueran todos para ver cuál es el mejor y quién tiene <strong>la</strong> pija más grande. La masajista me<br />
p<strong>la</strong>ticó que una clienta le había p<strong>la</strong>ticado. Fui de puta incógnita y lo vi ahí haciendo el ridículo,<br />
¿qué otra cosa va a hacer? Eran casi puros viejos como él, tampoco creas que se miden con<br />
adolescentes, pero daban lástima. —¿Cómo entraste?<br />
—Me llevó <strong>la</strong> dueña que también es clienta de Raquel.<br />
—Bibi. Te estoy reconociendo. Yo creí que te habías vuelto pendeja para siempre.<br />
—¿Qué hago? ¿Qué se te ocurre?<br />
—Oféndete. Oféndete hasta <strong>la</strong>s lágrimas.<br />
—Crees que soy tú. Yo no sé hacer teatro.<br />
—Escríbele una carta rompiendo por <strong>la</strong>s razones que él sabe y <strong>la</strong>stiman tu pundonor.<br />
—¿Me <strong>la</strong> escribes?<br />
—Si esperas a que Trini acabe de cortarme los pies. Es una salvaje, te encuentra un pellejito<br />
en <strong>la</strong> uña del dedo gordo y de repente ya va con sus tijeras en <strong>la</strong> espinil<strong>la</strong>.<br />
—Va usted a ver, señora, ahora no le cuento el último chisme de doña Chofi —dijo Trini, que<br />
también iba con Chofi y le hacia de confidente.<br />
—Dirás que iba a estar muy bueno. Es más aburrida mi pobre comadre. Llevamos quince<br />
años tratando de agarrarle una buena historia y no pasamos de sus pleitos con el chofer y <strong>la</strong><br />
cocinera.<br />
—De repente uno que otro con don Rodolfo —dijo Trini.<br />
—Esos son los más aburridos. Se pelean porque Chofi no cuelga los cuadros donde Fito le<br />
dice, o porque deja tirados los centenarios que le dan a él en sus juntas. Puras pendejadas.<br />
—Usted se lo pierde. Yo le iba a contar que el centenario ya apareció, que lo tenía el chofer<br />
y que cuando lo interrogaron dijo que <strong>la</strong> señora se lo había dado a cambio de un favor especial,<br />
pero que él era hombre de pa<strong>la</strong>bra y que no iba a decir cuál era el favor.<br />
—No. No te creo, Trinita.<br />
—Como le cuento. Don Rodolfo se puso furioso. Amenazó con sacar <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>.<br />
—Pero no <strong>la</strong> sacó.<br />
—Ya iba, pero el chofer prometió confesar.<br />
—Mira <strong>la</strong> Chofi, pobrecita gorda. Haciendo sus buscas.<br />
—La hubiera usted visto. Le salió lo macha. Se puso <strong>la</strong>s manos en <strong>la</strong> cintura, caminó hasta<br />
don Rodolfo, le quitó <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> y dijo: Si te lo ha de decir alguien te lo digo yo. René me hizo favor<br />
de llevar a Zodíaco con el peluquero, a que le cortaran los pelos y lo bañaran, aunque tú te<br />
opongas porque dizque eso es de perros maricones.<br />
—Ya ves cómo hay dramas de verdad —dije. No como el tuyo, Bibi. Gran desafío<br />
enamorarse de un torero. Ven, te ayudo a redactar <strong>la</strong> carta.<br />
—Primero en sucio —dijo Bibi, porque se <strong>la</strong> quiero mandar en este papel que compré en<br />
Suiza y ya nada más me quedan una hoja y un sobre.<br />
—Qué más te da el papel.<br />
—Es que ya lo conozco, cuando no le conviene lo que digo me devuelve <strong>la</strong> carta en un sobre<br />
igual al que le mandé, <strong>la</strong>crado y todo como si no lo hubiera abierto.<br />
—Escritos, Bibi, escritos —me dice yo veo muchos al día. Lo que quieras decirme de pa<strong>la</strong>bra<br />
estoy a tu disposición, tú mandas, mi amor —y se hace el que no leyó mis increpaciones. Por eso<br />
quiero este sobre del que ya sólo me queda uno y no hay en México. Si lo abre, y lo va a abrir,<br />
tiene que darse por enterado.<br />
—¿Qué ponemos entonces? —pregunté.<br />
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