paramundi 2009 - InfoAndina
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El páramo: ¿paisaje cultural?<br />
Elías Mujica Barreda<br />
queológicos, en el cantón San Fernando. Concluye la nota: “Los arqueólogos no salían de su<br />
asombro. Encontrar vestigios de fragmentos cerámicos y de piedra sobre una altura de 3.640<br />
metros, en medio del páramo, fue algo que no se esperaba en una zona agreste, con variaciones<br />
climáticas extremas y ninguna proximidad de ruinas ni complejos, ni antecedentes de<br />
registros culturales relacionados”. Esta nota periodística es un buen ejemplo de lo poco que<br />
conocemos el páramo desde la perspectiva arqueológica, y de la deformación que existe<br />
en el imaginario colectivo sobre las limitaciones que ellos tuvieron para las sociedades<br />
prehispánicas.<br />
Sin embargo, por el otro lado, debemos también indicar que son muy pocos los trabajos<br />
de los especialistas en páramos que incorporan la investigación arqueológica como parte<br />
su metodología de trabajo. Una síntesis de la información que se maneja y divulga la<br />
encontramos en una publicación tan prestigiosa como el Atlas de páramos de Colombia<br />
(Morales et al. 2007), que nos dice: “Los páramos inicialmente fueron considerados por los<br />
indígenas como áreas sagradas; practicaban la agricultura en tierras más bajas y no tenían<br />
ganado. Es probable que ejercieran la cacería ocasional, pero no se tiene seguridad sobre este<br />
aspecto. Parece ser que la ocupación y uso de los páramos comenzó en el siglo antepasado”<br />
(subrayado mío). Y esta afirmación es en gran medida cierta, si bien no podemos concluir<br />
que una ausencia de ocupación humana signifique una falta de uso del ecosistema por<br />
parte de las poblaciones primigenias. Utilizaré esta afirmación como hilo conductor de la<br />
siguiente parte de esta presentación, porque permite ordenar las ideas.<br />
Los páramos como tierras sagradas<br />
Es correcto afirmar que los páramos fueron considerados por los indígenas como tierras<br />
sagradas durante la época prehispánica, como lo son en muchos casos el día de hoy. Tal<br />
vez el mejor ejemplo de ello nos lo ofrecen los Muiscas, que se desarrollaron entre los años<br />
600 y 1600 d.C. en la altiplanicie cundiboyacense. De acuerdo a la información de los cronistas<br />
españoles (Rodríguez Freyle [1636] 1979), los muiscas celebraban en las lagunas de<br />
los páramos una ceremonia a la que se ha dado el nombre de El Dorado. En ella el heredero<br />
del cacicazgo, cubierto de oro en polvo, tomaba posesión de su mandato con una gran<br />
ofrenda a los dioses. En la pieza de orfebrería conocida como la balsa “Eldorado”, hoy en<br />
el Museo de Oro del Banco de La República en Bogotá, aparece en el centro de una balsa<br />
rodeado por los caciques principales y su séquito, todos adornados de oro y plumería.<br />
La pieza, que tan solo mide 19,5 centímetros de largo por 10,1 de ancho y 10,2 de alto,<br />
es el símbolo de la orfebrería indígena en Colombia y fue hallada, junto con otra importante<br />
figura votiva, a principios del año 1969 por tres campesinos dentro de una vasija de<br />
cerámica en el interior de una pequeña cueva en un páramo del municipio de Pasca, al<br />
sur de la ciudad de Bogotá. La vasija de cerámica tiene la forma de un chamán sentado<br />
en posición de pensar, con la mano en la barbilla, y se aleja un poco de los cánones más<br />
repetidos del arte cerámico muisca (mayor información en: (http://www.banrep.gov.co/<br />
museo/esp/s_muisca05.htm).<br />
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