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curar a Thalia.<br />
—Solo pretendía ayudar. Me suena esa frase —Clarke se volvió bruscamente a mirarle. No tenía<br />
ni tiempo ni fuerzas para hacer que se sintiera mejor en aquellos momentos—. ¿Pues sabes qué,<br />
Wells? Esta vez también has conseguido que alguien acabara confinado.<br />
Él se detuvo en seco y Clarke giró la cabeza, incapaz de afrontar su expresión herida. Sin<br />
embargo, no pensaba sentirse culpable. Nada de lo que pudiera decirle podría causarle ni una<br />
milésima parte del daño que él le había hecho.<br />
Con la mirada al frente, Clarke se internó en el bosque, esperando a medias oír unos pasos tras<br />
ella. En esta ocasión, sin embargo, solo oyó silencio.<br />
Cuando llegó al arroyo, la desesperación había reemplazado la furia que se había llevado al bosque.<br />
La científica que había en ella se avergonzaba de su propia ingenuidad. Había sido una boba al<br />
pensar que podría reconocer alguna de las plantas que le habían descrito hacía seis años, y aún más<br />
al creer que tendrían el mismo aspecto después de tanto tiempo. Pero se negaba a volver, en parte<br />
por orgullo y en parte porque deseaba evitar a Wells el máximo tiempo posible.<br />
Hacía demasiado frío para vadear la corriente, así que trepó por la quebrada y caminó por la<br />
cresta de la montaña para bajar por el otro lado. Nunca se había alejado tanto. Aquel lugar parecía<br />
diferente; incluso el aire emanaba un aroma distinto al que desprendía cerca del campamento. Cerró<br />
los ojos, pensando que así le costaría menos identificar la extraña mezcla de fragancias que no tenía<br />
palabras para describir. Era como evocar un recuerdo que nunca te ha pertenecido.<br />
El terreno era más llano allí que en ninguna otra zona del bosque. Más adelante, los árboles<br />
crecían separados entre sí, tanto que parecían cederle el paso, como si notaran la presencia de<br />
Clarke y se hubieran retirado a ambos lados para facilitarle el camino.<br />
Clarke se disponía a arrancar una hoja en forma de estrella cuando un destello la detuvo. Algo<br />
encajado entre dos enormes árboles reflejaba la luz poniente.<br />
Con el corazón desbocado, dio un paso adelante.<br />
Era una ventana.<br />
Despacio, Clarke echó a andar hacia ella. Se sentía como en mitad de un sueño. La ventana estaba<br />
flanqueada por dos árboles, que debían de haber crecido entre las ruinas de algún edificio. Al<br />
acercarse, descubrió que la ventana estaba compuesta de muchos cristales de colores y, todos juntos,<br />
creaban una imagen, aunque las grietas le impedían distinguir el motivo.<br />
Tendiendo la mano, acarició el cristal con cuidado. Se estremeció cuando el frío de la superficie<br />
caló en sus dedos. Por un instante, se sorprendió a sí misma ansiando que Wells estuviera con ella.<br />
Por mucho rencor que le guardase, jamás lo privaría de la posibilidad de admirar una de las ruinas<br />
con las que había soñado toda su vida.<br />
Se dio media vuelta y rodeó uno de los grandes árboles. Había otra ventana, pero estaba rota y los<br />
fragmentos de cristal brillaban en el suelo. Se aproximó al hueco y se agachó para mirar adentro. La<br />
irregular abertura era casi lo bastante grande como para cruzarla. El sol empezaba a ponerse y sus<br />
rayos anaranjados parecían proyectarse justo a través del hueco para iluminar algo semejante a un<br />
suelo de madera. El instinto le gritaba que se alejara de allí, pero Clarke no pudo detenerse.<br />
Con mucho cuidado para que el cristal no le arañase la piel, introdujo la mano por el hueco de la<br />
ventana y tocó la madera. Nada. Cerró el puño y le dio unos golpes. Al instante se elevó una nube de