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Kass Morgan - Los 100

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Octavia. Le costaría menos encontrarla a la luz del día. Se internaría aún más en el bosque.<br />

Dedicaría el tiempo que hiciera falta. Caminaría hasta dar con ella.<br />

El sol brillaba con descaro, y en cuanto se sumió en las sombras suspiró aliviado de dejarlo atrás.<br />

De estar a solas. Justo entonces avistó una figura que zigzagueaba hacia él. Se detuvo para escudriñar<br />

la penumbra verdosa. Era Clarke.<br />

—Eh —la llamó con un hilo de voz. Se le encogió el corazón al ver su semblante pálido y<br />

derrotado—. ¿Estás bien?<br />

—¿Thalia ha muerto? —Clarke lo dijo más bien en tono de pregunta, como si aún tuviera la<br />

esperanza de que le dijese que no.<br />

Bellamy asintió despacio.<br />

—Lo siento —Clarke se echó a temblar y él, sin pensar, la estrechó entre sus brazos. Se quedaron<br />

un buen rato en esa postura: Bellamy abrazándola con fuerza y ella temblando—. Lo siento<br />

muchísimo —susurró acariciándole la cabeza con los labios.<br />

Por fin, Clarke se irguió y se apartó con un suspiro. Aunque seguía llorando, sus ojos habían<br />

recuperado algo de brillo y un toque de color volvía a teñir sus mejillas.<br />

—¿Dónde está tu hermana? —preguntó ella, a la vez que se secaba la nariz con el dorso de la<br />

mano.<br />

—No lo sé. Llevo horas buscándola, pero estaba muy oscuro. Voy a salir otra vez.<br />

—Espera —Clarke se metió la mano en el bolsillo—. He encontrado esto en el bosque. Más allá<br />

del arroyo, por la zona de los peñascos —colocó algo en la mano de Bellamy. Él ahogó una<br />

exclamación al palpar con los dedos esa tira de satén tan familiar. La cinta roja de Octavia.<br />

—¿Estaba atada a un árbol? —preguntó con debilidad, sin saber qué respuesta prefería oír.<br />

—No —la cara sucia de Clarke adoptó una expresión amable—. Estaba en el suelo. Se le debe de<br />

haber caído en algún momento. La llevaba ayer por la noche, ¿verdad?<br />

—Creo que sí —repuso Bellamy, mientras su cerebro buscaba como loco algún recuerdo, por<br />

borroso que fuera—. Sí. La llevaba cuando se fue a dormir.<br />

—Bien —dijo ella, algo más animada—. Eso significa que se marchó del campamento antes de<br />

que empezara el incendio. Mira —añadió al advertir que Bellamy la interrogaba con la mirada—, no<br />

está manchada de ceniza. Nada indica que estuviera cerca de las llamas.<br />

—Es posible que tengas razón —reconoció Bellamy en voz baja, palpando la cinta—. Es que no<br />

entiendo qué la incitó a marcharse, si no fueron las llamas —alzó la vista para mirar a Clarke—. Tú<br />

saliste del hospital anoche, ¿verdad? ¿No viste nada raro?<br />

Con una expresión súbitamente indescifrable, Clarke negó con la cabeza.<br />

—Me alejé durante un rato —aclaró con tono tenso—. Lo siento.<br />

—Da igual —dijo Bellamy, y se guardó la cinta en el bolsillo—. Te debo una disculpa. Tú tenías<br />

razón sobre O desde el principio. Lo siento —Clarke respondió con un asentimiento—. Gracias por<br />

darme la cinta. Me voy a buscarla.<br />

Hizo ademán de marcharse, pero Clarke lo cogió por la muñeca.<br />

—Te acompaño.<br />

—Eres muy amable, pero no sé cuánto tiempo estaré fuera. Esto no va a ser como la excursión que<br />

hicimos en busca de los medicamentos. Podría tardar mucho en volver.<br />

—Te acompaño —repitió ella. Lo dijo con firmeza, y los ojos le brillaban con tanta intensidad que<br />

Bellamy no se atrevió a contradecirla.

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