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indultarán —mintió al recordar la orden de su madre de no mencionar la misión a la Tierra—. No<br />
estoy segura de lo que pasará cuando cumpla los dieciocho. Mi caso fue reevaluado porque casi<br />
había alcanzado la edad.<br />
—¡Es verdad! ¡Tu cumpleaños! —gritó Huxley, batiendo palmas—. Había olvidado que será muy<br />
pronto. Tendremos que buscarte un regalo en el Intercambio.<br />
Cora asintió, encantada de que la conversación discurriera por derroteros menos peliagudos. En<br />
aquel momento, las chicas llegaron a su destino.<br />
El Intercambio de Fénix era un gran salón situado al fondo de la cubierta B. Además de las<br />
ventanas panorámicas, contaba con una enorme lámpara de araña que, al parecer, había sido<br />
rescatada de la Ópera de París horas antes de que la primera bomba cayera en la Europa occidental.<br />
Cada vez que Glass oía aquel relato, se le encogía el corazón pensando en la gente que se podría<br />
haber salvado en su lugar, pero no podía negar que la lámpara era una maravilla. Acariciada por la<br />
luz que se filtraba por el techo y las ventanas, parecía un pequeño racimo de estrellas, una galaxia en<br />
miniatura que girase y titilase en lo alto.<br />
Huxley soltó el brazo de Glass y corrió a un expositor de cintas, sin darse cuenta de que la llegada<br />
de Glass enmudecía a un grupo de chicas. Esta se sonrojó y se apresuró a seguir a Cora, que andaba<br />
pendiente de un puesto textil del fondo.<br />
Aguardó incómoda junto a Cora, mientras su amiga curioseaba entre las telas. La ordenada pila<br />
pronto quedó reducida a una maraña de paños mientras la waldenita que atendía el mostrador sonreía<br />
sin ganas.<br />
—Menuda mierda —murmuró Cora, dejando caer a un lado un trozo de arpillera y unas cuantas<br />
hebras de lana.<br />
—¿Qué estás buscando? —le preguntó Glass a la vez que acariciaba un retal de seda rosada. Era<br />
precioso, a pesar de las manchas de óxido y de humedad que le amarilleaban los bordes, pero ni en<br />
sueños encontraría la suficiente para confeccionar un bolso, y mucho menos un vestido.<br />
—Llevo un millón de años coleccionando retales de satén azul, y por fin tengo tela suficiente para<br />
una túnica, pero tendría que cubrirla con una capa de otra cosa para disimular las costuras —Cora<br />
arrugó la nariz mientras examinaba una gran pieza de vinilo claro—. ¿Qué vale esto?<br />
—Seis —respondió la mujer de Walden.<br />
—No hablará en serio —Cora miró a Glass poniendo los ojos en blanco—. Es una cortina de<br />
ducha.<br />
—Fabricada en la Tierra.<br />
Cora soltó una risilla.<br />
—¿Y quién lo certifica?<br />
—¿Qué me dices de esto? —preguntó Glass, que sostenía un trozo de malla azul. En su día, debió<br />
de ser una bolsa de almacenaje, pero nadie lo diría una vez unida al vestido.<br />
—Oooh —exclamó Cora, arrebatándosela—. Me gusta —la sostuvo contra su cuerpo para<br />
comprobar la longitud y luego sonrió a Glass—. Me alegro de que el confinamiento no haya afectado<br />
a tu buen gusto —Glass se sintió molesta pero no dijo nada—. Bueno, ¿y tú qué te vas a poner?<br />
—¿Para qué?<br />
—Para la fiesta de avistamiento —dijo con infinita paciencia, como si hablara con un niño<br />
pequeño—. Del cometa.<br />
—No sé.