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—Estoy segura de que muy pronto te dejarán volver a casa —la consoló—. En cuanto te encuentres mejor.<br />
Lilly dobló las rodillas y escondió la cara contra las piernas, murmurando algo ininteligible.<br />
—¿Qué has dicho? —le preguntó Clarke. Miró por encima del hombro y se preguntó por qué en la sala no había una enfermera o<br />
algún médico en prácticas cuidando de los pacientes mientras sus padres no estaban. Si a alguno de aquellos niños les pasaba algo, no<br />
habría nadie allí para ayudarlos.<br />
Lilly levantó la cabeza pero evitó los ojos de Clarke. Se mordió el labio para contener las lágrimas y miró al vacío.<br />
Cuando volvió a hablar, lo hizo en susurros.<br />
—Nadie mejora nunca.<br />
Clarke reprimió un escalofrío. Las enfermedades no eran frecuentes en la nave; Walden no había vuelto a sufrir ninguna epidemia<br />
desde aquel último brote, que había sido controlado gracias a la cuarentena. Miró a su alrededor, buscando alguna pista que la ayudase a<br />
deducir qué clase de enfermedad se estaba tratando allí, y sus ojos se posaron en la enorme pantalla que cubría la pared del fondo. El<br />
panel mostraba un enorme gráfico en el que parpadeaban una serie de datos. «Sujeto 32. Edad 7. Día 189. 3,4 Gy. Recuento rojos.<br />
Recuento blancos. Respiración». «Sujeto 33. Edad 11. Día 298. 6 Gy. Recuento rojos. Recuento blancos. Respiración».<br />
Al principio, Clarke no advirtió nada raro en toda aquella información. Era lógico que sus padres controlasen las constantes vitales de<br />
unos niños enfermos que estaban a su cuidado. Si no fuera porque las unidades Gy no tenían nada que ver con las constantes vitales. El<br />
Gray era una unidad de radiación, un dato que ella conocía perfectamente porque sus padres llevaban años investigando los efectos de la<br />
exposición a la radiación con el objetivo de determinar cuándo sería seguro volver a la Tierra.<br />
Cuando volvió a mirar la cara pálida de Lilly, una escalofriante conclusión empezó a tomar forma en las profundidades de su mente.<br />
Intentó acallarla, devolverla a la oscuridad, pero la idea se imponía a cualquier otro pensamiento; una verdad tan horrible que tuvo ganas<br />
de vomitar allí mismo.<br />
La investigación de sus padres ya no se limitaba al cultivo de células. Habían empezado a experimentar con seres humanos.<br />
La madre y el padre de Clarke no estaban curando a aquellos niños. <strong>Los</strong> estaban matando.<br />
Habían aterrizado en una especie de claro en forma de L, rodeado de árboles por todas partes.<br />
No abundaban los heridos de gravedad, pero sí había los suficientes para mantener a Clarke<br />
ocupada. Durante casi una hora, se dedicó a improvisar torniquetes con mangas de chaqueta y<br />
perneras de pantalón, y ordenó a aquellos que se habían roto algún hueso que se quedasen tendidos<br />
mientras ideaba algún modo de entablillarlos. El equipo yacía esparcido por la hierba, y aunque<br />
Clarke había enviado a varias personas en busca del botiquín, no lo habían encontrado.<br />
La nave se había estrellado en la parte corta de la L, y durante los primeros quince minutos los<br />
pasajeros se habían apiñado alrededor del amasijo de hierros, demasiado asustados y aturdidos<br />
como para hacer nada más que dar unos pasitos temblorosos. Ahora, en cambio, pululaban de acá<br />
para allá. Clarke no había localizado a Thalia, ni tampoco a Wells, aunque, la verdad, no sabría<br />
decir si la ausencia de este último la preocupaba o la aliviaba. Puede que Wells se hubiera marchado<br />
con Glass. No la había visto en la nave, pero tenía que estar en alguna parte.<br />
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Clarke, concentrándose otra vez en el vendaje de un tobillo<br />
tumefacto. La lesionada era una niña muy guapa de ojos grandes y pelo oscuro, que llevaba la melena<br />
recogida con una estropeada cinta roja.<br />
—Mejor —repuso la herida, y se enjugó la nariz con la manga. Al hacerlo, se manchó la cara con<br />
la sangre de un corte. Clarke tendría que conseguir vendas de verdad y algún antiséptico. Todos<br />
estaban expuestos a gérmenes para los que sus organismos no tenían defensas, y el riesgo de<br />
infección era muy alto.