Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Glass despertó sonriendo. Aunque hacía ya varias semanas que Luke y ella habían dormido juntos, no paraba de pensar en ello. Justo<br />
cuando se disponía a revivir para sí lo sucedido, la asaltaron las náuseas.<br />
Se levantó de la cama a trompicones y se tambaleó por el pasillo hacia el baño, aliviada de que las luces funcionasen por una vez,<br />
seguramente gracias al nuevo «amigo» de su madre, el capitán del comité de recursos.<br />
Glass se dejó caer al frío suelo del baño y cerró a toda velocidad la puerta a su espalda mientras su cerebro intentaba ganarle la<br />
batalla a su estómago. Se forzó a respirar para tranquilizarse. Lo último que quería era que su madre la obligase a acudir al centro<br />
médico.<br />
El estómago salió vencedor y Glass se inclinó sobre el retrete justo a tiempo. Vomitó con lágrimas en los ojos y volvió a sentarse<br />
contra la pared. No podría comer con Wells, aunque le sabía fatal dejarlo plantado otra vez. Pasaba todo el tiempo con Luke y no le<br />
había hecho mucho caso a Wells en los últimos tiempos. Lo echaba de menos. Él nunca le reprochaba sus plantones, lo cual la hacía<br />
sentir aún peor. Sobre todo teniendo en cuenta que había perdido a su madre y que Clarke, al parecer, se comportaba de un modo raro<br />
últimamente… Tenía que quedar con él, en serio.<br />
—¿Glass? —la llamó su madre al otro lado de la puerta—. ¿Qué pasa ahí dentro?<br />
—Nada —respondió Glass, fingiendo un tono desenfadado.<br />
—¿Estás enferma?<br />
Glass lanzó un suave gemido. En el piso nuevo, no tenía ninguna intimidad. Echaba de menos la vieja y espaciosa vivienda, con<br />
aquellas ventanas que daban a las estrellas. Seguía sin entender que las hubiesen degradado tan solo porque su padre había tomado la<br />
horrible decisión de romper su contrato matrimonial y largarse a otra parte, algo que rara vez se veía.<br />
—Voy a entrar —gritó su madre.<br />
Glass se secó la boca rápidamente e intentó ponerse en pie, pero volvió a caer al suelo cuando la asaltó una nueva oleada de náuseas.<br />
La puerta se abrió y Glass vio a su madre vestida para salir aunque no eran ni las doce del mediodía. Antes de que pudiera preguntarle<br />
adónde iba —o de dónde venía— la mujer agrandó los ojos y palideció bajo la generosa capa de colorete.<br />
—¿Qué te pasa?<br />
—Nada —repuso Glass, que intentaba recuperar la capacidad de pensar, al menos el tiempo suficiente para discurrir una explicación<br />
que contentara a su madre. <strong>Los</strong> virus estomacales eran poco frecuentes en Fénix, y cualquier enfermedad que pudiera ser contagiosa<br />
requería cuarentena durante todo el proceso—. Estoy bien.<br />
—¿Has… —Sonja miró el retrete y bajó la voz, lo cual era absurdo puesto que no había nadie más en el piso— vomitado?<br />
—Sí, pero me encuentro bien. Solo…<br />
—Oh, Dios mío —se lamentó su madre, cerrando los ojos.<br />
—No estoy enferma, te lo prometo. No necesito guardar cuarentena. Me entran náuseas por la mañana desde hace unos días, pero<br />
se me pasan al cabo de un rato.<br />
Cuando su madre abrió los ojos, no parecía más tranquila. Todo empezó a dar vueltas alrededor de Glass, y la voz de Sonja se<br />
amortiguó, como si hablara desde muy lejos. Glass apenas distinguió la pregunta, algo de cuándo había sido la última vez que le había<br />
venido la…<br />
De repente, la confusión de Glass mudó en terror. Alzó la vista para mirar a su madre y leyó la espantosa realidad en sus ojos.<br />
—Glass —dijo Sonja con un hilo de voz—. Estás embarazada.<br />
Mirando el semblante de Luke, rebosante de cariño y comprensión, Glass notó que perdía el poco<br />
autocontrol que le quedaba.<br />
—Lo siento —la garganta le ardió cuando intentó ahogar un sollozo—. Debería habértelo dicho<br />
pero… no tenía sentido que muriéramos los dos.