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Kass Morgan - Los 100

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Capítulo 25<br />

Bellamy<br />

El murmullo de la conversación se mezclaba con el chisporroteo de la hoguera mientras Bellamy<br />

contemplaba las temblorosas llamas. Habían pasado unas cuantas horas desde que había hablado con<br />

Octavia y de momento su hermana no había aparecido por allí. Esperaba que no demorara la<br />

devolución de los medicamentos. Sabía que no podía obligarla a entregarlos. Si lo hacía, su relación<br />

con ella se deterioraría sin remedio. Debía demostrarle que confiaba en ella, y Octavia tendría que<br />

hacer lo correcto para ser digna de esa misma confianza.<br />

Había dejado de llover, pero la tierra seguía mojada. Las pocas rocas que rodeaban la hoguera,<br />

consideradas zona VIP tras el chaparrón, habían provocado algunas escaramuzas, pero, en general,<br />

todo el mundo parecía dispuesto a soportar la hierba encharcada con tal de poder sentarse junto al<br />

calor de las llamas. Unas cuantas chicas habían optado por una solución alternativa y ahora<br />

descansaban sobre el regazo de otros tantos chicos, que parecían encantados con el arreglo.<br />

Echó un vistazo al corro, buscando a Clarke. Había mucho más humo que de costumbre,<br />

seguramente por la humedad de la leña, y tardó un poco en localizar el destello cobrizo de su melena.<br />

Escudriñó la zona y se dio cuenta, sorprendido, de que Wells estaba sentado a su lado. No se<br />

tocaban, ni siquiera hablaban, pero algo había cambiado entre los dos. La crispación que ella<br />

mostraba cada vez que el hijo del canciller se le acercaba había desaparecido, mientras que Wells,<br />

en vez de lanzar miradas furtivas a Glass con cara de pena cuando creía que no lo veía, contemplaba<br />

el fuego tan tranquilo, con expresión satisfecha.<br />

Un ramalazo de resentimiento cruzó el vientre de Bellamy. Debería haberse imaginado que solo<br />

era cuestión de tiempo el que Clarke se abalanzara de nuevo a los brazos de Wells. No debería<br />

haberla besado aquel día en el bosque. Solo una chica le había importado antes que ella, y en aquella<br />

ocasión también había salido malparado.<br />

Las nubes impedían el paso a la luz de las estrellas, pero Bellamy echó la cabeza hacia atrás de<br />

todos modos, preguntándose si observarían alguna señal de advertencia antes de que aterrizara la<br />

siguiente nave. ¿La verían surcar el cielo rumbo a la Tierra? ¿Atisbarían un resplandor en el cielo?<br />

En ese momento, sus ojos se posaron en una silueta que emergía de la oscuridad hacia la hoguera:<br />

la vaga figura de una chica minúscula que caminaba con la cabeza alta. Bellamy se puso en pie<br />

cuando Octavia penetró en el halo de luz que proyectaban las inquietas llamas. Una corriente de<br />

susurros se extendió por el corro.<br />

—Oh, por el amor de Dios —gimió Graham—. ¿Quién diablos se suponía que la vigilaba esta<br />

noche?<br />

Wells echó una ojeada a Clarke y luego se levantó para encararse con Graham.<br />

—No pasa nada —dijo—. Puede sentarse con nosotros.<br />

Octavia se detuvo, pasando la vista de Wells a Graham, que se fulminaban el uno al otro con la

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