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Kass Morgan - Los 100

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Aunque encontrara las palabras, no tenía sentido decirle la verdad a Luke. Al verlo junto a<br />

Camille, comprendió que había sido una boba al llevar las cosas tan lejos —al arriesgar tanto— solo<br />

para reencontrarse con un chico que ya estaba pensando en otra.<br />

—Solo pasaba a saludar.<br />

—¿Solo pasabas a saludar? —le espetó Luke—. Después de casi un año sin responder mis<br />

mensajes, ¿se te ha ocurrido pasar a visitarme?<br />

Él ni siquiera intentaba disimular lo enfadado que estaba, tanto que Camille le soltó la mano. La<br />

sonrisa de la pelirroja se convirtió en una mueca.<br />

—Ya lo sé. Yo… lo siento. Os dejo solos.<br />

—¿A qué viene esto? —preguntó Luke. Intercambió una mirada con Camille, y Glass, además de<br />

una tonta de remate, se sintió terriblemente sola.<br />

—No es nada —se apresuró a responder. Intentaba en vano que no le temblara la voz—. Ya<br />

hablaremos… Ya me pasaré…<br />

Esbozó una sombra de sonrisa e inspiró profundamente, cogiendo fuerzas para obligar a su cuerpo,<br />

que se negaba a separarse de Luke, a marcharse.<br />

Se dio media vuelta, pero entonces vio de reojo la figura de un agente uniformado. Ahogó una<br />

exclamación y volvió la cara justo cuando el guardia pasaba por su lado.<br />

Luke apretó los labios y se quedó mirando al infinito. Estaba leyendo un mensaje en su registro de<br />

córnea, comprendió Glass. Y a juzgar por su expresión, la información se refería a ella.<br />

Él abrió unos ojos como platos, sorprendido primero y luego horrorizado.<br />

—Glass —dijo con voz ronca—. Has estado confinada.<br />

No era una pregunta. Glass asintió.<br />

Luke la miró fijamente un instante. A continuación suspiró y le posó una mano en la espalda. Ella<br />

notó la presión de los dedos a través de la fina tela de la camiseta y, aunque se ahogaba de angustia,<br />

el contacto la hizo estremecer.<br />

—Ven —dijo él, empujándola hacia dentro.<br />

Camille se hizo a un lado enfurruñada y Glass entró en el piso a trompicones. Luke cerró la puerta<br />

rápidamente.<br />

La pequeña vivienda estaba a oscuras; Luke y Camille no tenían la luz encendida a su llegada.<br />

Glass procuró no pensar en lo que aquello implicaba mientras veía a Camille sentarse en el sillón<br />

que la bisabuela de Luke había encontrado en el Intercambio. Glass cambió de postura; no sabía<br />

dónde sentarse. Por alguna razón, saber que era la exnovia de Luke la hacía sentirse aún más rara que<br />

su condición de fugitiva. Había tenido seis meses de confinamiento para acostumbrarse a la idea de<br />

que le habían abierto un expediente criminal, pero nunca se había imaginado que algún día estaría en<br />

casa de Luke sintiéndose como una extraña.<br />

—¿Cómo has conseguido escapar? —le preguntó él.<br />

Glass guardó silencio. Llevaba todo el encierro imaginando lo que le diría a Luke si alguna vez<br />

volvía a verlo. Y ahora que por fin lo tenía delante, los discursos que tanto había ensayado le<br />

parecían inconsistentes y egoístas. Él estaba bien; saltaba a la vista. ¿Por qué decirle la verdad, de<br />

no ser para recuperarlo y sentirse menos sola? Por fin, con voz temblorosa, Glass le contó<br />

rápidamente la historia de los cien y su misión secreta, la aparición de aquel chico que había tomado<br />

al canciller como rehén y la persecución.<br />

—Pero sigo sin entenderlo —Luke echó una ojeada a Camille, que había dejado de disimular y

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