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polvo que la hizo toser, pero parecía sólida. Se puso a pensar. El edificio había sobrevivido todo<br />
aquel tiempo. Seguro que el suelo soportaba su peso.<br />
Con cuidado, pasó una pierna y luego la otra por la abertura. Contuvo el aliento pero todo siguió<br />
en su sitio.<br />
Al mirar arriba y a su alrededor, Clarke ahogó un grito.<br />
Las paredes se elevaban por los cuatro costados hasta converger en un techo situado a varios<br />
metros de su cabeza, más alto incluso que el tejado de los campos solares. La oscuridad no era tan<br />
cerrada como ella esperaba. Había ventanas a lo largo de la pared opuesta, intactas, que no se veían<br />
desde el exterior. <strong>Los</strong> rayos de luz se filtraban por los cristales e iluminaban los millones de<br />
partículas de polvo que bailaban en el aire.<br />
Clarke se puso en pie despacio. Atisbó una barandilla ante ella, a la altura de su cadera, que<br />
discurría en paralelo al suelo. Se hallaba de pie sobre un palco que daba a un espacio enorme.<br />
Debajo, reinaba una oscuridad casi absoluta, seguramente porque gran parte del edificio había<br />
quedado enterrado, pero distinguía el contorno de los bancos. No se atrevió a acercarse a la<br />
barandilla para ver mejor, pero a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, empezó a<br />
distinguir otras formas perfiladas en la penumbra.<br />
Cuerpos.<br />
Al principio se dijo que todo era obra de su imaginación, que la oscuridad le había jugado una<br />
mala pasada. Cerró los ojos y se reprendió a sí misma por ser tan mema, pero cuando volvió a mirar,<br />
las formas seguían allí.<br />
Había dos esqueletos tapados sobre uno de los bancos y otro más pequeño que yacía a sus pies.<br />
Aunque no podía saber si alguien había tocado los huesos, se diría que aquellas personas habían<br />
muerto abrazadas. ¿Intentaban conservar el calor mientras los cielos se oscurecían y el invierno<br />
nuclear se adueñaba del planeta? ¿Cuánta gente quedaría viva a aquellas alturas?<br />
Clarke dio otro pasito adelante, pero esta vez la madera emitió un peligroso crujido. Se detuvo en<br />
seco y empezó a retroceder muy despacio. Un fuerte chasquido rompió el silencio y el suelo se<br />
desplomó a sus pies.<br />
Agitando las manos con desesperación, se cogió al borde del balcón justo cuando la barandilla y<br />
el suelo se precipitaban hacia abajo. Se quedó con las piernas colgando en el enorme espacio abierto<br />
mientras los trozos de madera se estrellaban estrepitosamente contra la piedra.<br />
Clarke lanzó un grito agudo que se elevó hacia el techo y se extinguió, uno más de todos aquellos<br />
ecos fantasma que aún perduraban entre el polvo. Sus dedos empezaron a resbalar.<br />
—¡Socorro!<br />
Recurriendo a todas sus fuerzas, intentó darse impulso hacia arriba, los brazos temblándole del<br />
esfuerzo, aunque los dedos no la sostenían. Se puso a gritar otra vez, pero ya no le quedaba aire en<br />
los pulmones y la palabra murió en sus labios antes de que Clarke se diese cuenta de que intentaba<br />
aullar el nombre de Wells.