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Kass Morgan - Los 100

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—Vale, ya basta —lo interrumpió Bellamy. Echó una ojeada a Octavia. El labio inferior le había<br />

empezado a temblar al ver las expresiones de los allí reunidos—. Todos te hemos entendido. Pero<br />

aquí hay otras noventa y cuatro personas con opiniones propias, y no hace falta que tú les digas lo<br />

que deben pensar.<br />

—Yo estoy de acuerdo con Graham —gritó una chica. Bellamy se giró a mirar y vio a una<br />

waldenita de pelo corto, que lanzaba cuchillos a Octavia con la mirada—. Todos teníamos vidas de<br />

mierda en la colonia, pero no he visto robar a nadie más —entornó los ojos—. A saber qué se<br />

llevará la próxima vez.<br />

—Que todo el mundo se tranquilice —Clarke se levantó—. Se ha disculpado. Tenemos que darle<br />

una segunda oportunidad.<br />

Bellamy la miró sorprendido, dispuesto a dejarse invadir por la indignación. Al fin y al cabo,<br />

Clarke había sido la primera en acusar a Octavia. En cambio, por más que la mirase, solo sentía<br />

gratitud.<br />

—No —intervino Graham en tono implacable. Miró a su alrededor y en sus ojos destelló algo más<br />

que el reflejo del fuego. Se giró hacia Wells, que seguía junto a Clarke, pero sentado—. Tú mismo lo<br />

dijiste. Tenemos que imponer algún tipo de orden o no saldremos adelante.<br />

—¿Y qué sugieres? —preguntó el aludido.<br />

Graham sonrió, y Bellamy sintió una corriente de agua helada en la espalda. Fulminando a Graham<br />

con la mirada, corrió hacia Octavia y la rodeó con el brazo.<br />

—Todo irá bien —le susurró.<br />

—Lo siento —dijo Graham, volviéndose a mirar a Bellamy y a Octavia—, pero no tenemos<br />

elección. Ha puesto en peligro la vida de Thalia. No podemos correr riesgos. Octavia tiene que<br />

morir.<br />

—¿Qué? —farfulló Bellamy—. ¿Te has vuelto loco?<br />

Giró la cabeza de lado a lado, con la esperanza de ver un mar de semblantes indignados. Por<br />

desgracia, aunque unos cuantos miraban a Graham con incredulidad, muchos de los presentes<br />

asentían.<br />

Bellamy se plantó ante Octavia, que temblaba violentamente, con ademán protector. Reduciría el<br />

maldito planeta a cenizas antes de dejar que nadie se acercara a su hermana.<br />

—¿Lo sometemos a votación? —Graham levantó la barbilla y asintió en dirección a Wells—.<br />

Fuiste tú quien propuso la idea de volver a instaurar la democracia en la Tierra. Es lo justo.<br />

—Yo no me refería a esto —replicó Wells. Su rostro había perdido toda circunspección; sus<br />

rasgos se contraían con rabia—. No vamos a votar si matamos a alguien o no.<br />

—¿No? —Graham enarcó una ceja—. ¿Tu padre puede hacerlo pero nosotros no?<br />

Al oír gritos de asentimiento entre la multitud, Bellamy cerró los ojos, horrorizado. Aquella era<br />

exactamente la réplica que él mismo le habría dado en esa situación, solo que Bellamy la habría<br />

formulado para fastidiar a Wells. Él jamás se había propuesto matar a nadie.<br />

—El Consejo no ejecuta a nadie por diversión —la voz de Wells temblaba de furia—. Mantener<br />

con vida a la humanidad en el espacio requiere medidas drásticas. A veces crueles —Wells guardó<br />

silencio un instante—. Pero nosotros tenemos la oportunidad de hacerlo mejor.<br />

—¿Y entonces qué? —gruñó Graham—. ¿Le vas a dar a la chica una palmada en la mano y les<br />

pedirás a todos que entrecrucen los meñiques y juren no romper las normas?<br />

Se oyeron unas cuantas risas.

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