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Kass Morgan - Los 100

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daban ese aire tan inocente cuando dormía en la enfermería otorgaban ahora un brillo salvaje a sus<br />

enormes ojos azules.<br />

—¿Estás segura de que es buena idea, tal como tienes el tobillo? Hay que andar mucho.<br />

—Estoy bien —repuso ella con infinita paciencia mientras echaba a andar a su lado—. Aunque<br />

eres muy amable por preocuparte. ¿Sabes? —prosiguió a la vez que apretaba el paso para no quedar<br />

rezagada—, es absurdo que todo el mundo le haga tanto caso a Graham. Tú sabes mucho más que él.<br />

Wells cogió una de las garrafas que se alineaban junto a la tienda de suministros y enfiló hacia el<br />

bosque. Habían descubierto un arroyo no muy lejos del campamento, y todas las personas lo bastante<br />

fuertes para cargar con un contenedor lleno se turnaban para ir a por agua. O, más bien, se suponía<br />

que se turnaban. Hacía días que Wells no veía a Graham cargado con una garrafa.<br />

Octavia se detuvo cuando Wells cruzó el lindero del bosque.<br />

—¿No vienes? —le preguntó él, volviéndose a mirarla.<br />

Ella echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirando las oscuras siluetas de los árboles a la luz del<br />

ocaso.<br />

—Voy —Octavia bajó la voz mientras se apresuraba a reunirse con Wells—. Es la primera vez<br />

que entro ahí.<br />

Wells se ablandó. Incluso a él, que había pasado gran parte de su vida soñando con viajar a la<br />

Tierra, le asustaba el bosque de vez en cuando: la inmensidad, los sonidos extraños, la sensación de<br />

que podía haber cualquier cosa agazapada más allá del campamento iluminado. Y eso que él había<br />

tenido tiempo para mentalizarse. Apenas podía imaginar cómo debían de sentirse los demás, que<br />

habían sido arrancados de sus celdas y empujados a una cápsula de transporte sin apenas tiempo para<br />

asimilar la idea de que los enviaban a un planeta extraño, un lugar que, para ellos, no era más que<br />

una palabra sin significado.<br />

—Cuidado —dijo Wells, señalando una maraña de raíces ocultas bajo un montón de hojas<br />

moradas—. El terreno es desigual en esta zona.<br />

Tomó la pequeña mano de Octavia y la ayudó a salvar un tronco caído. Parecía imposible que algo<br />

sin pulso pudiera morir, pero aquella corteza seca y descompuesta tenía todo el aspecto de un<br />

cadáver.<br />

—Entonces, ¿es verdad? —preguntó Octavia mientras descendían por la pendiente que conducía al<br />

arroyo—. ¿Hiciste que te confinaran para poder estar con Clarke?<br />

—Supongo que sí.<br />

Ella lanzó un suspiro melancólico.<br />

—Es lo más romántico que he oído en mi vida.<br />

Wells esbozó una sonrisa irónica.<br />

—Créeme, no lo es.<br />

—¿Qué quieres decir? —preguntó Octavia, ladeando la cabeza. En la penumbra del bosque,<br />

volvía a parecer casi una niña.<br />

Wells apartó la vista, incapaz, de repente, de mirarla a los ojos. Taciturno, se preguntó qué diría<br />

Octavia si supiera la verdad.<br />

No era un valiente caballero que había acudido al rescate de una princesa, sino el culpable de que<br />

la hubieran encerrado en el calabozo.

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