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Kass Morgan - Los 100

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Capítulo 20<br />

Glass<br />

Glass subió el último tramo de escaleras y tomó el pasillo camino de su casa. No le preocupaba que<br />

los guardias le dieran el alto por haberse saltado el toque de queda. Se sentía como si flotara. Ligera<br />

como una pluma, se deslizaba en silencio por el corredor. Se llevó la mano a los labios, buscando el<br />

recuerdo del beso de Luke, y sonrió.<br />

Eran poco más de las tres de la mañana; la nave estaba desierta y las luces iluminaban el pasillo<br />

con un tenue fulgor. Separarse de Luke le provocaba un dolor casi físico, pero no quería arriesgarse<br />

a que la pillara su madre. Si se dormía enseguida, a lo mejor podía enredar a su mente para hacerle<br />

creer que el cuerpo cálido de Luke estaba allí, acurrucado a su lado.<br />

Apretó la almohadilla de la puerta con el pulgar y entró sin hacer ruido en su casa.<br />

—Hola, Glass.<br />

Su madre la estaba esperando en el sofá.<br />

Glass ahogó un grito y empezó a farfullar:<br />

—Hola… Yo… estaba… —tropezando con las palabras, buscaba una excusa plausible que<br />

explicara por qué había salido en mitad de la noche. Pero no podía mentir; ya no, no sobre aquello.<br />

Guardaron silencio unos instantes, y aunque Glass no distinguía la expresión de su madre, notaba<br />

la rabia y la confusión que irradiaba.<br />

—Has estado con él, ¿verdad? —preguntó Sonja por fin.<br />

—Sí —respondió Glass, aliviada de decir la verdad por una vez—. Mamá, le quiero.<br />

La mujer dio un paso adelante, y Glass advirtió que aún llevaba puesto un vestido de noche negro.<br />

También tenía restos de carmín en los labios y emanaba un leve tufo de perfume rancio.<br />

—¿Y tú adónde has ido esta noche? —le preguntó Glass con cansancio.<br />

Se estaba repitiendo la misma historia del año pasado. Desde que su padre se había marchado, la<br />

mujer apenas estaba en casa; salía hasta altas horas de la noche y a veces dormía durante el día. A<br />

Glass ya no le quedaban fuerzas para sentir vergüenza ajena por la conducta de su madre, ni siquiera<br />

para enfadarse. Lo único que sentía era una vaga tristeza.<br />

<strong>Los</strong> labios de Sonja se torcieron con una horrible sombra de sonrisa.<br />

—No tienes ni idea de lo que he tenido que hacer para protegerte —se limitó a decir—. Debes<br />

mantenerte alejada de ese chico.<br />

—¿Ese chico? —Glass se encogió—. Ya sé que lo consideras…<br />

—Basta —la cortó su madre—. ¿No te das cuenta de la suerte que tienes de estar aquí? No dejaré<br />

que mueras por culpa de un mugriento waldenita que seduce a las chicas de Fénix y luego las deja<br />

tiradas.<br />

—¡Él no es así! —exclamó Glass casi chillando—. Ni siquiera le conoces.<br />

—No le importas lo más mínimo. Estabas dispuesta a morir para salvarlo. Y seguro que, mientras

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