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Capítulo 35<br />
Clarke<br />
Llevaban horas andando, trazando una espiral a través de los bosques, tratando de cubrir hasta el<br />
último centímetro de terreno. A Clarke le dolían las piernas, pero la sensación resultaba agradable:<br />
el dolor físico la ayudaba a distraerse de sus pensamientos. Las llamas devorando los laterales del<br />
hospital de campaña. Las manos de Wells como esposas en sus muñecas. El horrible crujido cuando<br />
las paredes se habían desplomado.<br />
—Eh, mira esto.<br />
Se dio media vuelta y vio a Bellamy arrodillado en la tierra, cerca del sitio donde ella había<br />
encontrado la cinta de Octavia, mirando fijamente algo que parecían huellas. Clarke no sabía seguir<br />
rastros, pero las señales de lucha eran inconfundibles. Quienquiera que hubiera dejado las huellas,<br />
no estaba dando un paseo por el bosque.<br />
—Parece como si alguien estuviera huyendo, o como si hubiera tenido lugar una pelea —dijo<br />
Clarke con voz queda. Se mordió la lengua para no terminar la frase: «Casi como si se hubieran<br />
llevado a alguien a rastras». Habían dado por supuesto que Octavia había huido… pero ¿y si se la<br />
habían llevado?<br />
Adivinó, por el ceño de Bellamy, que el chico había seguido su mismo hilo de pensamientos, y se<br />
arrodilló a su lado.<br />
—No puede andar muy lejos —le dijo con sinceridad—. La encontraremos.<br />
—Gracias —mientras se levantaba, Bellamy asintió. Siguieron andando—. Me… me alegro de<br />
que estés aquí conmigo.<br />
Marcharon por el bosque durante lo que les pareció una eternidad. El sol se alzó y luego se hundió<br />
en el cielo. A medida que fueron ampliando los círculos, Clarke comprendió que se acercaban a la<br />
otra orilla del bosque. Cuando atisbó un claro más allá de la arboleda, frenó en seco. Allí también<br />
había árboles, pero no se parecían a los del monte. Estos tenían troncos grandes y retorcidos, y<br />
gruesas ramas frondosas que se combaban con el peso de unas frutas rojas y redondeadas. Manzanas.<br />
Clarke se acercó a los manzanos, con Bellamy pegado a sus talones.<br />
—Qué raro —observó ella, despacio—. <strong>Los</strong> árboles crecen de forma ordenada. Casi como si<br />
fuera un huerto —caminó hacia el más cercano—. Pero no puede haber sobrevivido todos estos años,<br />
¿verdad?<br />
Aunque el árbol se erguía enorme ante ella, la rama más baja no estaba lejos del suelo. Poniéndose<br />
de puntillas, no le costó nada arrancar una manzana. Le dio unas vueltas en la mano para examinarla a<br />
fondo antes de lanzársela a Bellamy y alargar el brazo para coger otra.<br />
Clarke se la acercó a la cara. Cultivaban fruta en los campos solares de la nave, pero las manzanas<br />
de la colonia eran muy distintas. El color rojo de estas tenía matices rosados y blancos, y<br />
desprendían un aroma que no se parecía a nada que hubiera olido antes. La mordió y ahogó una