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Una breve historia de casi todo

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parecido al que utilizas para crear mensajes complejos con los simples puntos y<br />

rayas <strong>de</strong>l código Morse: combinándolos. El ADN no hacía nada en absoluto, que se<br />

supiera. Estaba simplemente instalado allí en el núcleo, tal vez ligando el<br />

cromosoma <strong>de</strong> algún modo, añadiendo una pizca <strong>de</strong> aci<strong>de</strong>z cuando se lo mandaban<br />

o realizando alguna otra tarea trivial que aún no se le había ocurrido a nadie. Se<br />

creía que la necesaria complejidad tenía que estar en las proteínas <strong>de</strong>l núcleo.<br />

El hecho <strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñar el ADN planteaba, sin embargo, dos problemas. Primero,<br />

había tanto (<strong>casi</strong> dos metros en cada núcleo) que era evi<strong>de</strong>nte que las células lo<br />

estimaban mucho y que tenía que ser importante para ellas. A<strong>de</strong>más, seguía<br />

apareciendo, como el sospechoso <strong>de</strong> un crimen no aclarado, en los experimentos.<br />

En dos estudios en particular, uno sobre la bacteria Pneumococcus y otro sobre<br />

bacteriófagos (virus que infectan bacterias), el ADN <strong>de</strong>mostró tener una importancia<br />

que sólo se podía explicar si su papel era más trascen<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> lo que los criterios<br />

imperantes admitían. Las pruebas parecían indicar que el ADN participaba <strong>de</strong> algún<br />

modo en la formación <strong>de</strong> proteínas, un proceso <strong>de</strong>cisivo para la vida, pero estaba<br />

también claro que las proteínas se hacían fuera <strong>de</strong>l núcleo, bien lejos <strong>de</strong>l ADN que<br />

dirigía supuestamente su ensamblaje.<br />

Nadie podía enten<strong>de</strong>r cómo era posible que el ADN enviase mensajes a las<br />

proteínas. Hoy sabemos que la respuesta es el ARN, o ácido ribonucleico, que actúa<br />

como intérprete entre los dos. Es una notable rareza <strong>de</strong> la biología que el ADN y las<br />

proteínas no hablen el mismo idioma. Durante <strong>casi</strong> 4.000 millones <strong>de</strong> años han<br />

protagonizado la gran actuación en pareja <strong>de</strong>l mundo viviente y, sin embargo,<br />

respon<strong>de</strong>n a códigos mutuamente incompatibles, como si uno hablase español y el<br />

otro hindi. Para comunicarse necesitan un mediador en la forma <strong>de</strong> ARN. El ARN,<br />

trabajando con una especie <strong>de</strong> empleado químico llamado ribosoma, les traduce a<br />

las proteínas la información <strong>de</strong> una célula <strong>de</strong> ADN a un lenguaje comprensible para<br />

ellos para que puedan utilizarla.<br />

Pero, a principios <strong>de</strong> 1900, que es cuando reanudamos nuestra <strong>historia</strong>, estábamos<br />

aún muy lejos <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r eso o, en realidad, cualquier cosa que tuviese que ver<br />

con el confuso asunto <strong>de</strong> la herencia.<br />

Estaba claro que hacían falta experimentos ingeniosos e inspirados.<br />

Afortunadamente, la época produjo a un joven con la diligencia y la aptitud precisas

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